Da Vinci a la carta

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En 1952 Dan Robbins inventó la "pintura de numeritos". Uno adquiría un paquete que incluía varios botes de óleo numerados, pinceles y un bastidor que mostraba un esquema lleno de minúsculos dígitos. Si se rellenaban las áreas marcadas con el óleo, uno se convertía en "el creador" de un vangoghiano paisaje con girasoles o de una Monalisa.

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Hombres influyentes como Rockefeller o Edgar Hoover (director en turno del FBI) adoptaron tal afición. Hasta hubo una exposición permanente de estos cuadros en los 50 en la Casa Blanca.

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El anhelo de genialidad plástica no murió al pasar de moda los cuadros de numeritos. Las lecciones exprés de Bob Ross trataron de convencernos de que podíamos aspirar a ella.

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Nuevas variantes de este deseo se aprecian hoy en quienes –siguiendo los pasos de un software como Photopaint, Coreldraw o Freehand– crean cuadros por computadora o adquieren los cursos caseros que se venden en los puestos de periódico por sólo $30 pesos, que hasta dan un diploma por curso terminado.

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