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DDF, ¿una herencia espinosa?

Mantener una situación financiera razonablemente sana en el DF y garantizar su crecimiento, son alg
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

¿Cómo vería 75% del electorado del Distrito Federal que votó por -Cuauhtémoc Cárdenas que éste iniciara su gestión con un incremento de 100% en la tarifa del metro, es decir, de $1.30 a $2.50 pesos?

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Lo cierto es que no hay mucho margen de maniobra y discusión, pues la medida tiene que tomarse o no se podrán pagar los compromisos derivados de la controvertida deuda por $7,600 millones de pesos contratada por Oscar Espinosa Villarreal en nombre del DF.

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La pregunta segura es quién lo hará. La administración saliente tiene la prerrogativa de cruzarse de brazos y heredar la resolución del problema a los que vienen. Así, el encuentro entre Cárdenas y el presidente Ernesto Zedillo irá mucho más allá de la sonrisa y el apretón de manos que registraron todas las placas el pasado 14 de julio. Los desencuentros serán mucho antes de diciembre de 1997 y esta bomba de tiempo –manejable, a juicio de los actuales administradores– implica el incremento obligatorio de las tarifas del metro y el agua.

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Las huestes de Espinosa han externado, extraoficialmente, que sólo tomarían el riesgo de incrementar el costo del metro “si el ingeniero asegura que su gente no hará ruido sobre el tema, esto es, si garantiza que no habrá protestas de ninguna índole auspiciadas por el ‘sol del progreso’.” Sólo como referencia, es importante señalar que el costo real del boleto del metro es de $13 pesos y su rezago comenzó hace más de 20 años, por lo que repartir culpas tomaría mucho tiempo.

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Sobre el debatido punto de la reducción de gastos del DDF, para ganar margen de maniobra a partir de 1998, la gente de Espinosa asegura que únicamente 10% de su planta es personal de confianza.

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Cuentan que en una reunión académica uno de los “brazos fuertes” del último regente designado por el Presidente dijo: “Los mismos que vitorearon a Cárdenas en julio lo van a culpar un año después, porque seguirán asaltándolos y porque nada habrá cambiado en materia de agua, contaminación y empleo”.

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El nuevo jefe de gobierno podrá designar a los responsables de la seguridad y su equipo participará activamente en el diseño de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del Distrito Federal, pero, a juicio de los que se van, los grandes problemas no podrán resolverse. En materia de contaminación, dicen, el parque vehicular del DF tiene una antigüedad promedio de 10 años y no hay recursos suficientes para incurrir en el populismo de subsidiar la compra de vehículos nuevos. En cuanto a las industrias, sólo 20% del parque industrial del país sigue dentro del DF y las empresas que lo representan difícilmente dejarán sus posiciones, menos todavía antes del año 2000.

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La seguridad pública es otro de los grandes temas y el talón de Aquiles de la presente administración. Actualmente, 20% de los recursos del DF se destinan a la seguridad, mientras que hace tres años el presupuesto fijado para este objetivo era equivalente a 15% del presupuesto de egresos de la ciudad. Lamentablemente, los progresos en esta materia han sido nulos.

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UN DF SUBSIDIADO
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El futuro económico del DF no sólo ocupa a Cárdenas y a Espinosa. Un estudio realizado justo después de las elecciones por la consultora Grupo de Economistas y Asociados (GEA) –cuyo fundador fue el hoy secretario de Energía, Jesús Reyes Heroles– hace una reflexión interesante sobre el papel que juega el DF en la economía nacional.

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A pesar de los esfuerzos por descentralizar la vida política y económica del país, el DF sigue siendo el principal polo de atracción, dicen. Así, durante años, la ciudad de México recibió subsidios que favorecieron la concentración de actividades. En la década de los 80, por ejemplo, más de 20% del gasto del DF se financiaba vía transferencias federales.

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En la actualidad, plantea GEA, las cifras reflejan que el DF es la única entidad de la república cuyos propios ingresos representan más de la mitad de sus ingresos totales; los estados generan menos de 20% de sus ingresos propios.

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En 1996, los principales ingresos propios del DDF provinieron, en orden de importancia: de organismos y empresas descentralizadas, 20.2%; del impuesto predial, 18.7%; de la prestación de servicios de policía auxiliar y bancaria, 14%; del impuesto sobre nóminas, 13%, y de los derechos por agua, 7.3%.

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Según los últimos datos oficiales, en 1995 la ciudad de México contribuyó con 25% del Producto Interno Bruto (PIB), 24% de la producción industrial y 26% de la producción manufacturera, hechos que se deben, en gran medida, a los subsidios que se otorgaron durante años a las empresas instaladas en la capital del país, porque esto facilitaba las operaciones comerciales.

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La composición del PIB del DF se sustenta básicamente en el sector comercio, que es responsable de 21% de los ingresos que se generan. En el caso de las manufacturas, éstas pesan cada vez menos en la economía local, aunque la mayoría de las empresas importantes del país siguen concentradas en esta región geográfica.

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De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), las micro, pequeñas y medianas empresas –ejes de atención de la política promotora de Cárdenas– constituyen 75% de los establecimientos de la ciudad y generan 99% del empleo. Dichas empresas pertenecen a todo tipo de ramos productivos.

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En materia de comercio exterior, la balanza comercial del DF revirtió la tendencia deficitaria que alcanzaba hasta 1994: en 1995 y 1996 contribuyó con una tercera parte de los bienes exportados por el país en su conjunto.

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En su estudio, GEA concluye que la evolución productiva del DF se detuvo entre 1970 y 1990, periodo en el que se otorgaron facilidades para el desarrollo de otros estados. Esta tendencia logró revertirse en los últimos cinco años. “No se trata de una tendencia definitiva, pero sí muestra un cambio respecto de la concepción del DF.”

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El consenso en torno a la mancuerna ingresos-gastos no será fácil para el DF a partir de 1998, porque el jaloneo habrá de concretarse en el Congreso de la Unión, responsable de autorizar sus presupuestos.

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Sin embargo, la moneda se mantendrá en el aire. ¿Quién asume el costo de la impopularidad para mantener una situación financiera razonablemente sana en el DF y para garantizar su crecimiento en los próximos años?

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