Su mirada se dirige al Zócalo. Desde el balcón de su oficina, Andrés Manuel López Obrador confiesa: "El día que tomé posesión lo primero que hice fue abrir esta ventana. Recordé que tres años antes estaba acampando ahí y me dije: ‘que nunca se me olvide’." Hoy le toca estar del otro lado del escritorio.
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¿Ha evolucionado su relación con los empresarios?
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Una cosa es ser dirigente social y otra jefe de gobierno. No es que niegue mis convicciones, pero el cargo me exige anteponer a la ciudad y tener una relación más estrecha con el sector empresarial. Voy a las colonias populares y hablo con gente humilde, pero también con los hombres de negocios más ricos de México y América Latina.
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¿De qué habla con ellos?
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Les expreso que soy un gobernante de izquierda y puede ser que no les guste que ayude a los adultos mayores, que se construyan prepas o la Universidad [de la Ciudad de México], pero no tenemos que coincidir en todo.
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¿Qué les ofrece?
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Primero, legalidad que dé seguridad al inversionista, al hombre que trabaja de conformidad con la ley. Segundo, simplificación en los trámites. Desde luego a los que no son verdaderos empresarios, a los que trafican con influencias, no les va a gustar.
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¿Eso incluye a quienes tenían contratos firmados con el gobierno, a quienes se están cambiando las reglas y a los que desean hacer fuertes inversiones y ven en esto falta de certidumbre?
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No hay incertidumbre. Los hombres de negocio se dan cuenta de que pueden hacerlos en la ciudad, siempre y cuando sean lícitos.
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¿Es efectivo abatir el rezago con subsidios?
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Un error de la tecnocracia es elevar a rango supremo la política económica y subordinar todo lo demás. Yo defenderé siempre mi postura de mantener la asistencia para la gente humilde.
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¿Aunque la subvención se la lleve otro?
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Depende. El subsidio que beneficia a unos cuantos es corrupción, como el que se dio a los bancos con el Fobaproa. El del Metro, por ejemplo, es un subsidio muy dirigido, porque diariamente viajan 4.5 millones de trabajadores en este medios de transporte.
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Algunos critican su manejo de la participación ciudadana, ¿hasta qué punto eso le lleva a no tomar una acción o cubrir sus decisiones con las consultas?
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Tomo determinaciones todos los días, desde las seis de la mañana. Hay temas que ameritan consultar a la gente, pero no puedo hacerlo cada semana. Me gustaría, porque el pueblo es sabio. Hay quienes siempre tratan de etiquetar al jefe de gobierno: que si es populista, que si es un opositor a todo, pero son juicios equivocados.
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¿La inseguridad pública es también una etiqueta?
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Es el principal problema de la ciudad. Estamos enfrentándolo, y aunque poco, está bajando. El DF ocupa el noveno lugar en incidencia delictiva y el 17 en homicidios entre las 32 entidades; sin embargo, la percepción es otra y no necesariamente tiene que ver con la realidad.
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