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Dionisio Garza Medina

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Dicen que si Nuevo León fuera un reino, los Garza Sada serían su “familia real”. Y de todo el aparato industrial originado en Monterrey seguro que Alfa es algo así como Camelot. Por décadas, este conglomerado fue el símbolo no sólo de la prosperidad norteña, sino del capitalismo avanzado en el país. Hasta 1982, cuando la primera de las crisis dejó al sobre endeudado (en dólares) grupo fuera de combate por más de seis años, y lejos del candelero hasta prácticamente finales del sexenio pasado.

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A su regreso, se encontró con que ya no era el centro de las miradas. Telmex, Cemex, Vitro y VISA son sinónimos actuales de poder empresarial. Su empuje a principios de los 90 contrastó mucho con un alicaído Alfa, sujeto a los vaivenes de los mercados petroquímico y acerero, que todavía en 1995 representan 76% de sus ventas. De hecho, el grupo se perdió casi completamente de la fiebre privatizadora del sexenio pasado, a pesar de que por ahí se vendieron “joyitas” como AHMSA.

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Esto contribuyó a que el patriarca de la familia, Bernardo Garza Sada, empezara a pensar que los 63 años eran buena edad para retirarse de la presidencia de Alfa, allá por 1993. Se necesitaba el empuje de la siguiente generación.

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Así, el líder preparó un periodo sucesorio que nada tuvo que ver con las luchas palaciegas típicas en las empresas familiares. Muy profesionalmente, con asesores externos de por medio, Alfa escogió a su nueva cabeza: el más preparado de los parientes resultó ser Dionisio Garza Medina.

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La mejor prueba de que Alfa se moderniza es que su actual presidente y director general podría perderse fácilmente en una reunión de funcionarios del Banco de México o de Hacienda. Ingeniero industrial con maestría de la Universidad de Stanford y posgraduado en administración por la de Harvard, Garza Medina es todo un técnico: vaya, hasta tiene cierto parecido físico con el presidente Ernesto Zedillo.

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Sin embargo, el hijo de Dionisio Garza Sada y sobrino de don Bernardo luce un gesto mucho más adusto que sus contrapartes en el gobierno (excepto Guillermo Ortiz, claro). Lo que es más, algunos de sus allegados lo llaman “el hombre del rostro agrio” y aseguran que nunca ha sonreído en público, mucho menos en presencia de una cámara fotográfica.

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Pero Garza Medina no fue elegido para Reina de la Primavera: asumió sus nuevos cargos con un frenesí que le cerró la boca a más de un escéptico. En sólo un par de años le dio un fuerte viraje al timón del consorcio: vendió empresas que ya no cumplían con exigencias de rentabilidad, como Empaques de Cartón Titán (a pesar de que éste fue uno de los primeros negocios de Alfa); buscó nuevas asociaciones, como la de Shaw Industries para hacer alfombras, e incur­sionó en terrenos intocados desde los albores del grupo, con las tiendas Total Home, que le abrieron paso hacia el sector comercial.

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Aparte de su eficiencia administrativa y austeridad (dicen que en lugar de compu­tadora usa lápiz y papel, aunque su oficina no deja de ser elegante), Garza Medina tiene la reputación de saber negociar, de manera que se atiendan los intereses de todas las partes. Este hombre de 42 años de edad y padre de tres hijos ha hecho un arte de la administración del tiempo. Nada más sagrado que su agenda, en donde es frecuente no encontrar una hora en blanco en tres meses. Su lema: el tiempo es oro y se paga en dólares. How proper, para una empresa que sabe lo que es deber $2,000 millones de billetes verdes.

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En cuanto a sus relaciones con el poder, es sabido que se ha dejado llevar tanto por la tendencia priísta como por la panista de sus familiares, votando por ambos partidos en algunas elecciones. Pero es claro que su verdadero color se verá hasta el año 2000, cuando el Partido Revolucionario Institu­cional (PRI) pase de nuevo la charola entre las familias más ricas de México, entre las que la suya ocupa el décimo lugar, con $1,000 millones de dólares.

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Sin duda, el paso más importante que ha dado Garza Medina es la alianza con AT&T para vender telefonía de larga distancia, hecho que catapulta a su grupo al estratégico ramo de las telecomunicaciones, el negocio del futuro. Si todo sale como planea, Alfa verá el nuevo siglo con una estructura completamente diferente y mucho más vigor que en los últimos 15 años. Tal vez entonces se le escape una sonrisa.

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