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El costo de la ley

El caso AHMSA ilustra los efectos de un sistema jurí­dico ineficiente. Afortunadamente, los cambios
mar 20 septiembre 2011 02:55 PM

Las malas leyes desbordan buenas intenciones. La promoción del empleo y la protección de los trabajadores, el apoyo a la industria nacional, la redistribución de la riqueza y muchas otras buenas causas han sido los motivos por los que, en México y Latinoamérica, un sistema jurídico deficiente ha conducido, invariablemente, a lo contrario: desempleo masivo o empleo informal, el derrumbe de las empresas locales y una agudización de las diferencias sociales. La Ley de Quiebras que estuvo vigente desde 1947 hasta mayo de 2000 buscaba defender a los trabajadores y prolongar la vida de las empresas en momentos difíciles. El efecto perverso de su pésimo diseño fue proteger a los dueños de cualquier riesgo económico –haciéndolos millonarios– y reducir a su mínima expresión el crédito a las empresas que iban bien.

Los bancos no se aventuraban a prestar ante las escasas garantías de recuperación y por eso muchos empresarios, en los últimos 15 años, optaron por cerrar o vender sus compañías. Menos empleo, menos empresas y más millonarios es el saldo de la apertura comercial. La crisis de 1995 potenció todas estas deficiencias.

Fueron necesarios dos casos ejemplares para que los legisladores se decidieran a cambiar la Ley de Quiebras: el de Grupo Azucarero México y el de AHMSA. Este último ocupa nuestra portada y causará más de una sorpresa.

La suspensión de pagos, durante nueve años, indigna aún a la comunidad financiera. Pero lo cierto es que Alonso Ancira y Xavier Autrey, principales accionistas de AHMSA –alguna vez prófugos de la justicia y objeto de escarnio–, tenían la razón jurídica, si bien algunos cuestionan que no actuaron con ética.

A finales de los 90, Hylsa y Sicartsa sufrieron también el desplome de los precios del acero, y pese a todo sus dueños honraron sus deudas, pero una ley que descansa en la ética personal es, sin duda, una pésima ley.

Ante la negativa de AHMSA a pagar, los bancos se rindieron, colocaron sus deudas a precios irrisorios y asumieron pérdidas millonarias en dólares. Su único consuelo fue la captura, por fraude fiscal, de los empresarios, pero el caso se cerró cuando Hacienda se limitó a cobrar lo debido.

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Pero ahora, Ancira y Autrey, con una empresa que aún debe más de 1,000 millones de dólares y que los analistas valúan en más de 6,000 millones, tienen prisa por salir de la quiebra. La razón: en suspensión de pagos no pueden buscar alianzas ni aprovechar el boyante mercado de compras de acereras.

Ancira rehizo su vida en Israel, donde tiene una sana operación empresarial, y está en vías de convertirse casi en héroe nacional, si logra su proyecto de hacer una empresa israelí-jordana, como proyecto de paz. ¿Por qué (y la pregunta le sonará familiar, por manida) los mexicanos en el extranjero triunfan, cumplen la ley y hasta respetan las señales de tráfico? Porque las leyes están mejor hechas, y porque existe Estado de derecho.

La Ley de Concursos Mercantiles de 2000 corrige, afortunadamente, muchos de los defectos de su antecesora, y a ella podemos agradecerle si no una abundancia de procesos de concurso, sí una revitalización del crédito comercial.

Cuando Ancira, hoy capitán de AHMSA, vuelva al mercado, lo encontrará muy diferente.

Competitividad desde la base
La descentralización implica un aumento de la responsabilidad de los gobernadores del país y sus administraciones en todos los retos que tiene México de cara al futuro. Esta edición de Expansión incluye el análisis del Índice de Competitividad de los Estados realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad.

Proponemos historias fascinantes: el activismo de los empresarios sinaloenses para librar a su estado de los estereotipos, la vitalidad de Nayarit ante las inversiones en su litoral, o la lucha del Estado de México por salir de los últimos lugares de la tabla, triste legado de una sucesión de pésimas administraciones.

Este ejercicio se ha convertido en referencia y es ya la base de las decisiones de inversión de muchas compañías y de la gestión de más de un estado. Un país vivo necesita que sus células rebosen vitalidad. Ese es el papel de los estados. Nosotros seguiremos informando.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx 

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