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El riego que hace falta

Para florecer, las compañías necesitan de los capitales de riesgo y muchos de ellos quieren entrar
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Los fondos de capital privado (FCP) en México se han mantenido en fase de vida latente durante dos decenios sin que la comunidad financiera haya podido encontrar la fórmula para que den un salto definitivo.

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Esta modalidad de inversión ha impulsado a las pequeñas y medianas empresas  (PYMES) en economías como la de Estados Unidos, donde la mayoría de las emisoras del mercado de capitales recibieron FCP en algún momento de su historia antes de transformarse en públicas, y ahora se está robusteciendo también en América Latina, particularmente en Brasil y Chile.

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Para entrar en acción, el FCP –también llamado fondo privado de capital de riesgo– necesita detectar compañías cuyo crecimiento sea viable, que requieran de un socio capitalista y en las que, por tanto, sea posible invertir; además, tienen que reunir el capital suficiente para esa tarea y, finalmente, cuando la organización apoyada fructifique, debe encontrar la manera de vender su participación, de preferencia mediante el mecanismo ideal de hacer una oferta pública en la bolsa de valores. Es en esta última etapa cuando los inversionistas reciben sus ganancias.

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El eje del circuito normalmente es una firma financiera especializada, aunque también participan inversionistas institucionales  –universidades, estados, fondos de pensiones, clubes de inversión–. En la base de la pirámide están los ahorradores de distintos tamaños, que eligen un club o un fondo de capital como alternativa de inversión.

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Dennis Stevens, director ejecutivo de CDP Capital, subsidiaria de la Caisse de Dépot et Placement du Québec –uno de los fondos de pensiones más importantes de Canadá–, señala que por lo general, los FCP tienen el propósito de vender su posición accionaria en los proyectos apoyados dentro de un periodo de tres a cinco años, con el fin de generar rendimientos excepcionales, que en promedio son de entre 25 y 30% sobre la inversión inicial.

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Además de su rentabilidad, una de las principales ventajas  de esta figura financiera es que constituye una manera de proveer recursos líquidos a negocios pequeños que no pueden siquiera aspirar a conseguirlos por sí solos mediante préstamos bancarios  o a través de una oferta pública en el mercado de valores. El FCP es, a la vez, una vía para canalizar capital hacia la planta productiva  y una opción para el público inversionista.

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Según Eduardo Mapes Sánchez, director de Promoción de Inversiones en Nacional Financiera (NAFIN), a escala mundial las inversiones privadas en la modalidad de capital de riesgo alcanzan actualmente $637,000 millones de dólares. De ese gran pastel, México tiene una raquítica rebanada de entre $2,000 y $3,000 millones de dólares, lo que representa 0.5% de su producto interno bruto (mientras en Estados Unidos la proporción es de 1.2%), y es muy baja en comparación con el valor de capitalización de las 174 emisoras de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), que al cierre de abril pasado ascendía a $139,346 millones de dólares.

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Condiciones propicias
A pesar de que el circuito de inversión-desinversión no ha terminado de cuajar, existen proyectos viables con necesidad de recursos y de inversionistas dispuestos a colocar su capital, según sostienen jugadores involucrados en el sector.

Nafin, asegura Mapes, ha identificado un universo de 500 organizaciones medianas “que tienen todo para despegar, menos medios de capital”, precisamente lo que ofrecen los FCP. “Son compañías que con una adecuada estructura financiera y con la participación de capital de riesgo son excelentes prospectos para colocarse en el mercado de valores” más adelante.

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Las firmas medianas y pequeñas necesitan la presencia de los  FCP debido a la escasez  del crédito, a su alto costo y también a la falta de liquidez de la BMV, afirma Jorge Familiar Calderón, vicepresidente de Supervisión Bursátil en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).

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Luis Alberto Harvey, socio director, junto con Arturo Saval y Augusto Flores, de ZN Mexico Trust, es claro en su intención de invertir en el país: “Estamos buscando empresas medianas y abriendo la ventana a las que llamamos pequeñas, que no necesariamente son las PYMES, que están tan de moda; para nosotros se trata de compañías que se encuentran en una etapa ya avanzada” en su desarrollo. Destinan 10% de su dinero para invertir en un nicho que llaman ideas, porque consideran que en México está desatendido.

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ZN es un FCP cuya región de cobertura es la del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. “Buscamos aprovechar las ventajas de la convergencia. Técnicamente somos un fondo-país, porque siempre invertimos en empresas mexicanas, que pueden tener operaciones en el NAFTA, o incluso en el Caribe o norte de Sudamérica.”

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“Levantamos un primer fondo en 1998, cuando empezamos –explica Saval, socio de Harvey–. Conseguimos $76.5 millones de dólares, 35% de mexicanos y 65% de extranjeros; ya lo invertimos todo; entre el año pasado y el presente estamos en proceso de levantar uno nuevo, del cual ya tenemos compromisos  por $91 millones de dólares, pero nos queda todo 2002. Podremos llegar a $150 o $180 millones.”

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Stevens cree que México es el candidato ideal para los FCP. A través de su subsidiaria Cori Capital Partners, con sede en Nueva York, dirige sus operaciones hacia el mercado nacional. El año pasado inició el FCP Monterrey Capital Partners, junto con Grupo Pulsar y Citigroup.

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A CDP Capital le interesa en especial participar en los sectores relacionados con el consumo, la construcción de vivienda y los medios de comunicación.

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Intento fallido
Una tentativa de promover el circuito del capital de riesgo inició a mediados de los años 80 con la creación de la figura de las Sociedades de Inversión de Capitales (Sincas). Pero ese no parece el camino más adecuado, al menos bajo el esquema legal vigente. De 99 Sincas que funcionaban en 1993, hoy sólo quedan 25 en operación.

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De hecho, muchos FCP no operan bajo ese formato, como los internacionales. Incluso los inversionistas mexicanos pueden constituirse como holding o fideicomiso de inversión, o agruparse en clubes de inversión y realizar operaciones de capital de riesgo si tener regulación, señala Terrazas.

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Nafin llegó a tener participación en 36 Sincas y al cierre de 2001 ya había bajado a 17. Mapes estima que en 2002 desinvertirá en otras seis, por lo que al cierre del año la intervención de la institución se reducirá a unas 11 sociedades.

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Rafael Terrazas, presidente de la Asociación Mexicana de Sociedades de Inversión de Capitales y sus Operadoras (AMS), sentencia: “Las más recientes estimaciones pronostican la eventual desaparición de la figura de Sincas en un plazo de cuatro a cinco años”, debido a la inadecuada legislación que las rige. Considera que uno de los grandes problemas es que están reguladas dentro de la Ley de Sociedades de Inversión, por lo que reciben un tratamiento similar a las asociaciones de deuda y comunes, lo cual limita su desarrollo puesto que se trata de instituciones de distinta naturaleza.

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Familiar Calderón reconoce que en otros países hay más flexibilidad en los esquemas de este tipo. “La manera en que operan los fondos es sencilla: lo hacen con fideicomisos, con ciertas reglas particulares, tienen una duración determinada; pero ninguna de esas fórmulas se encuentra en la legislación mexicana”.

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La AMS se queja de que los fondos internacionales que funcionan en el país tienen grandes libertades y ventajas de funcionamiento con respecto a las Sincas.

Alfredo Alfaro, socio director de Advent International, una operadora de FCP que ha tenido Sincas, opina que éstas siguen siendo un vehículo válido para llevar a cabo la inversión de capital privado, aunque también considera necesario modificar radicalmente algunas condiciones internas para que sean exitosas.

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Status quo
Funcionen o no dentro del marco legal de las Sincas, los FCP tienen otros escollos por vencer.

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A decir de sus administradores y de funcionarios de gobierno, sólo una elite del mundo de los negocios entiende el concepto de las instituciones privadas de capital de riesgo, y esa falta de cultura es otro obstáculo para su desarrollo. Muchas veces los hombres de negocios no comprenden que “nosotros no financiamos, les damos capital para su expansión, compramos acciones de la compañía”, apunta Harvey.

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Terrazas relata una experiencia con un productor lechero que, al poco tiempo de haber firmado el contrato con una Sinca, consiguió dinero y recompró sus acciones, porque sintió que había perdido estatus en su comunidad cuando trascendió que había vendido parte de su establecimiento.

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Cuando invierten en una firma, los directivos de los fondos están activamente tratando de influir en su dirección estratégica y operativa.

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Según Harvey, las pequeñas organizaciones normalmente manejan su situación fiscal a favor del accionista. “Cuando les decimos: ‘no se vale meter el coche de tu esposa, o tu salario no puede ser de $20 porque la media en el mercado es de $4’, muchos responden: ‘no te metas con mis cuentas’.  Pero si vamos a ser socios, necesariamente tendremos que meternos con ellas. Nuestra chamba es convencerlos de que pueden aspirar a ser una empresa de clase mundial, que asegure su permanencia en el mercado porque hace un producto de calidad, que vende.”

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En Estados Unidos, los FCP por lo general entran a administrar la compañía  que promueven, pero como accionistas minoritarios. En México, en cambio, se han orientado casi exclusivamente a la adquisición de control, con excepción de los proyectos de internet, explica Stevens.

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Los hombres de negocio “mexicanos deben empezar a visualizar sus organización de forma diferente, dando prioridad a la creación de valor y no a mantener un status quo. Orgullo y tradición deben pasar a un segundo término, para dar lugar al progreso económico y al desarrollo industrial, y ello implica que, para que una compañía alcance su máximo potencial, el control, algunas veces, debe cambiar de manos.”

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En busca de salidas
La manera típica como los FCP desinvierten para realizar sus beneficios es a través de ofertas públicas de acciones  en el mercado de valores.

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Ejemplos de proyectos locales que han recibido FCP y que exitosamente se colocaron luego en la BMV son Dermet, Geo, Consorcio Ara, Médica Sur, Collado, Latinoamericana Duty Free, Tekchem y Agriexp. Multivisión también tiene apoyo de un fondo extranjero y estuvo en el listado previo para realizar una oferta primaria de acciones en la Bolsa.

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Sin embargo, se trata de pocos casos. En realidad, la etapa de desinversión es una de las más fallidas. Dado que el mercado de valores en México no es muy líquido y está subdesarrollado, la mayor parte de las veces se debe recurrir a compradores estratégicos nacionales e internacionales, apunta Stevens.

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Con todo, los entrevistados coinciden en que el país  necesita dichas inversiones.

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Para incentivar su desarrollo, Harvey propone,  de acuerdo con el estándar mundial, colocar en los FCP entre 0.5 y 2% del dinero que manejan los fondos de pensiones, y que hoy asciende  en México a $29,000 millones de dólares. “Esto sería un detonante.”

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Libre de la camisa de fuerza de la regulación de las Sincas, pues sus fondos no están registrado bajo esa figura, Stevens también cuestiona la legislación. Él siente que una dificultad para sus inversiones es la escasa protección de los accionistas minoritarios en las compañías donde coloca su capital, lo cual complica la etapa de desinversión.

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“Pero no debemos esperar todo del gobierno; el sector privado debe encontrar su espacio de coparticipación bajo este tipo de mecanismos”, dice Alfaro. Para que el circuito financiero tenga éxito, los FCP deben tener políticas de inversión acertadas y muy claramente definidas: qué porcentaje accionario pueden comprar, en qué sectores, qué montos, lograr una adecuada diversificación, así como el plazo de vida del fondo, considera el entrevistado.

Familiar Calderón adelanta que, por lo pronto, la CNBV estudia la posibilidad de crear un mercado accionario privado que permitiría a los inversionistas sofisticados comprar y vender acciones de compañías, sin tener que cumplir con todos los requisitos que exige la BMV a las empresas públicas. Sería un nuevo intento para hacer viable el desarrollo del capital privado en México.

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