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El significado de las elecciones en Mich

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Michoacán bien podría llamarse "la tierra de los interinatos". Y es que se trata de una entidad que ha conseguido acumular una larga historia de desarreglos políticos e inestabilidad social; ahí, el próximo 12 de noviembre, los michoacanos tendrán una nueva cita con las urnas. Y si bien existe una ley electoral aprobada con el consenso de todos los partidos políticos, y efectivamente se vive un ambiente de mayor civilidad en la contienda, este clima puede no ser suficiente para evitar conflictos. Independientemente de los resultados, cuatro puntos llaman la atención.

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En primer lugar, la irrupción de una tercera fuerza en discordia es una novedad en la que vale la pena detenerse. Por mucho tiempo, los estudiosos de los fenómenos electorales han sostenido que México se encaminaba a un tripartidismo a nivel federal, pero que en los comicios locales, la ciudadanía votaba mediante un esquema bipolar. El razonamiento era que el polo al que mayores posibilidades se le asignaban de vencer al Partido Revolucionario Institucional (PRI) era el que captaba la mayor parte del voto opositor. Es decir, era un voto más pragmático (vencer al PRI) que ideológico.

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Dicha preparación era consistente con las estrategias opositoras que siempre han tendido a igualar a sus contrincantes: para el Partido Acción Nacional (PAN), el PRI y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) son la misma cultura política, mientras que para el PRD, el PAN y el PRI representan el mismo proyecto nacional; pero además la bipolaridad a nivel local ha tenido expresión en la geografía electoral: donde había PAN fuerte no había PRD, de la misma manera que en los bastiones perredistas el PAN era una fuerza marginal. Esto está cambiando y el mejor ejemplo es Michoacán. Ahí será, si las encuestas algo anticipan, la primera experiencia de elección local a tres bandas, o lo que es lo mismo, donde la disputa por los votos se dará más en función de una identidad ideológica que distingue tres opciones, que en términos de unirse pragmáticamente para derrotar al PRI. Si ello se confina, estamos ante una nueva generación de comicios.

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En segundo lugar, cabe destacar el papel de las encuestas. A diferencia de otros procesos electorales en los que los sondeos han logrado forjar algún pronóstico más o menos apegado a la realidad; en donde se consigue una coincidencia básica con respecto a los vencedores y a los vencidos, y en esos términos se contribuye a sensibilizar a la opinión pública, en el caso michoacano se han publicado encuestas tan disímiles entre sí que en una puede resultar triunfador el candidato del PRI y situar a Cristóbal Arias del PRD en el tercer puesto, mientras que en otra el ganador es el perredista y quien ocupa el tercer sitio es Víctor Tinoco Rubí del PRI En ese sentido lo que se vive es un retroceso: los estudios de opinión no están aportando lo que debieran para aligerar la incertidumbre que conlleva todo proceso electoral, sino que la están ampliando. De cualquier forma si alguna coincidencia tienen las encuestas es en situar al PAN en la pelea: los tres principales partidos tendrán votaciones por encima de los veinte puntos porcentuales. Todos están sobre el ring.

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En tercer lugar, los comicios michoacanos son absolutamente vitales para el PRD y para marcar los derroteros de la transición. Si el PRD no sólo no consigue triunfar en la cuna del cardenismo, sino que disminuye su caudal de votos, la necesidad de encarar una autocrítica más severa será ineludible. Michoacán puede ser la tumba del perredismo. Para que el nuevo ánimo de cooperación y diálogo mostrado por al menos una parte de los dirigentes perredistas tenga sentido, se debe corresponder con un aumento en el rendimiento electoral de ese partido. Por otra parte, si el PAN consigue colarse al segundo sitio y se consolida de esa manera un esquema bipartidista a nivel nacional, las consecuencias para la transición también serán trascendentes. Se constataría que las opciones de izquierda se encuentran dispersas y desorganizadas. Eso no es sano.

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En cuarto lugar, Michoacán puede ser también la muestra de que el crecimiento del PAN está lejos de haber conocido sus límites históricos, como opinan ciertos analistas. El reciente triunfo blanquiazul en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y su implantación en la geografía electoral michoacana, son ejemplos de que el PAN tiene discurso y organización también para el México bronco, y no únicamente, como se creía, para los estratos urbanos del centro y norte del país. Ya no hay enclaves para nadie.

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En fin, más allá de la incertidumbre, ojalá que lo que emerja el próximo 12 de noviembre en Michoacán sean las posibilidades de arreglos políticos sustentables, y gane quien gane, lo que triunfe sea Michoacán.

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El autor es consultor político de Grupo de Economistas y Asociados (GEA), subdirector de la revista Voz y voto y articulista del diario La Jornada.

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