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El valor de un impuesto

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La ortodoxia económica está bien en los escritorios, en las pantallas de computadora, en los cubículos, en los libros de texto. Ahí todo puede recrearse con frialdad y funcionar en la mera abstracción, como ensayo, como simulacro. El problema es cuando hay que aterrizar las teorías, los modelos, en la realidad, en la gente. Porque, a fin de cuentas, la economía trata de la calidad de vida de millones de hombres y mujeres. Lo grave de cualquier medida económica dura, amarga, es cuando entra en relación con la vida de los seres humanos, con el bienestar de las familias, pues.

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¿Qué pasa con los planes económicos cuando castigan más y más a la gente y las empresas en sus ingresos, si producen desempleo, si cierran lugares de trabajo, si se produce menos, si se vende poco o nada? ¿Vale la pena el costo, cuando priva en la gente una sensación de desánimo, de frustración, de impotencia? ¿Se prevé en los modelos, por ejemplo, el incremento del clima de inseguridad social, del aumento de la delincuencia? ¿Se está preparado ya ante tal consecuencia? Por si no bastara, a las desventuras de los mexicanos se suma ahora un dramático aumento en los índices de robos y asaltos.

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Un caso reciente de ortodoxia económica que debe registrarse con suma atención es el aumento de la tasa del Impuesto al Valor Agregado (IVA) de 10 a 15%. Primero, es obvio que la decisión es en efecto un impuesto y no algo que se consulte antes de actuar. Es tan impopular dicha decisión que simplemente se adopta, sin medir a fondo las consecuencias sociales que puede traer (al menos así parece). Si bien el gobierno -por cierto, no muy afortunado a la hora de exponer a la ciudadanía las razones de sus medidas- persigue, entre otras cosas, finanzas sanas que buscan no reducir el gasto social, ha enfrentado el rechazo unánime de asalariados, de colonos, de partidos de oposición, así como de industriales y comerciantes, de amas de casa de clase media y alta... Son serios los costos de este "error político", como ha sido calificado por varios analistas, muchos de los cuales no aceptan que haya sido la única opción que le quedaba al gobierno. Lo cierto es que con este incremento en la tasa del impuesto decrecerá aún más el consumo: hay que recaudar más, de acuerdo, pero si la gente podrá ahora comprar menos, entonces ¿qué caso tiene querer recaudar más vía dicho impuesto?

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Así las cosas, no dejó de sorprender a muchos agobiados mexicanos la elocuencia de una fotografía publicada por varios diarios, el 18 de marzo. Colmo de insensibilidad política (por ponerle una etiqueta), la imagen del coordinador de la bancada priísta en la Cámara de Diputados habla por si sola: el diputado Roque Villanueva celebra con júbilo desbordado la aprobación del incremento al lVA. ¿Realmente valía la pena tanta alegría, tanta exaltación ¿Merecían en verdad esto los electores a quienes representan dichos diputados?

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En fin, aunque ya visto en conjunto el plan de choque busca contener el desbordamiento de la inflación y dar signos de certeza a la economía, se necesita ir más allá del ajuste. Deben crearse las condiciones para que, una vez alcanzada la estabilidad, pueda reiniciarse el crecimiento del aparato productivo. Y es que, hasta ahora, no parece haber muestras de ir más allá de apretarle el cinturón los mexicanos.

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