Todo indica que la incertidumbre que se vive en el corto plazo realmente se comenzará a superar una vez que muestre su viabilidad y se acepte la estrategia definida para el largo plazo. Sin embargo, hasta el momento la administración zedillista sólo ha diseñado medidas para hacer frente a la emergencia. Paradójicamente, cada vez es más urgente que de a conocer la estrategia de política económica que se aplicará durante el sexenio.
- El problema del corto plazo
Es difícil comparar la gravedad de la crisis actual con la que se vivió en 1982. Como se recordará, hasta diciembre de 1994, las dificultades por las que había atravesado México 12 años antes eran las peores de la historia posrevolucionaria. Por desgracia, no se puede decir que ahora la situación sea más fácil.
- Por ejemplo, se ha señalado que ahora hay menor participación del Estado en la economía; sin embargo, en el crecimiento logrado en 1994 tuvo una gran influencia la participación activa del gasto público.
- A diferencia de la economía cerrada que se tenia en 1982, en la actualidad los acuerdos comerciales que se firmaron con el exterior han abierto importantes posibilidades para acceder a los mercados foráneos, pero también han reducido el margen de maniobra para corregir desequilibrios externos. Esos acuerdos serán una ventaja en la medida en que se diseñen estrategias productivas para aprovecharlos, pero también se pueden convertir en una desventaja si no se mejora la estructura aduanera, de información y defensa contra prácticas desleales, que garantice su adecuado cumplimiento.
- En materia de capacidad productiva también hay diferencias. Mientras que la crisis de 1982 se presentó en un momento en el que la economía nacional se encontraba en auge, la crisis actual ocurre cuando la actividad apenas comenzaba su recuperación después de una recesión. A ello se agrega que los avances supuestamente registrados en la infraestructura de transporte no se han reflejado en una operación más eficiente de los intercambios entre regiones y ramas.
- Además, es un hecho que la apertura comercial indiscriminada y el subsidio a las importaciones que se aplicó vía sobrevaluación del peso provocaron la quiebra de cadenas productivas. Se estima que al cierre de 1994 el déficit de la balanza comercial manufacturera representó 40.7% del Producto Interno Bruto (PIB) manufacturero.
- Otros retrocesos
Es muy probable que también se retroceda en cuanto al equilibrio de las finanzas públicas. Ya se ha señalado que por la ampliación de la base de contribuyentes, el prepago de deuda gracias a los recursos obtenidos por las privatizaciones y las menores tasas de interés en el sexenio de Carlos Salinas, el déficit público pasó de representar 16.9% del PIB en 1982, a un superávit de 0.7% respecto del PIB en 1993. Sin embargo, ahora las finanzas públicas se encontrarán presionadas por un fuerte incremento en las erogaciones para el pago de la deuda y su servicio, además de que los ingresos fiscales disminuirán por efecto de la contracción que sufrirá la economía.
- Finalmente, uno de los logros que más se habían destacado de la estrategia salinista, la disminución de la inflación, ya se perdió debido a la explosión de los desequilibrios con el exterior. Como muestra de ello está el hecho de que el crecimiento de precios en la primera quincena de enero fue de 2.3%.
- De cualquier modo, la magnitud de los compromisos que se tienen con inversionistas extranjeros y las dificultades para cubrirlos satisfactoriamente en el momento de su vencimiento, o de su retiro del mercado mexicano, crean un problema mucho mayor que aquel de "flujo de caja" con que se enfrentó México en 1982.
- De ahí que lo que se ha querido manejar como un problema menor, la incapacidad de promover la estabilización mediante recursos propios, se ha convertido en la causa de fuertes presiones externas sobre la conducción del país, en tanto que en lo interno la caída del mercado, el encarecimiento de las importaciones y la contracción del crédito son los factores que contribuyen al cierre de empresas y el aumento del desempleo.
- Por cierto, más que la caída de la confianza" por los problemas generados por el rezago político del sistema y la demanda de una auténtica democracia en el país, que son mínimos si se comparan con los de otras naciones que no por ello han perdido su curso económico, el Banco Mundial destaca que la tasa de crecimiento de los flujos de capitales a economías en desarrollo pasó de 55% en 1993, a sólo 8.8% en 1994. De acuerdo con esas tendencias, el ajuste en las cuentas externas de México era indispensable, como ocurrirá tarde o temprano, en países como Argentina, que tomaron el lugar del alumno modelo.
- Para el futuro
Mucho se perdería si el problema por el que atraviesa México en sus cuentas de corto plazo no se resuelve mediante el apoyo de las economías desarrolladas y las instituciones financieras internacionales. De ahí que es de suponer que ese respaldo es posible a un costo muy inferior para el país, en comparación con el que pretenden establecer algunos representantes estadounidenses. Sin embargo, independientemente de las condiciones que se impongan a México, una vez superada la coyuntura queda por saber de qué manera se evitarán nuevas crisis. Esto es: urge la estrategia de desarrollo para el largo plazo.
- La experiencia de los años recientes demostró que no basta aplicar políticas monetarias coherentes: eso es importante pero no es suficiente. Por otra parte, es indispensable clarificar y aplicar la legislación y los programas que estimulen la competencia y el surgimiento de nuevos productores, poniendo énfasis en ramas seleccionadas, al tiempo que se evite la existencia de monopolios.
- En ese sentido, la discusión acerca de la privatización de infraestructura debe dejar de lado ideologías y poner en primer lugar la necesidad de aumentar la productividad del país, aprovechar las ventajas comparativas y proporcionar un servicio eficiente. De nada sirven carreteras, puertos o aeropuertos privados si los usuarios no pueden pagar el costo del peaje. Si las inversiones privadas no son capaces de ofrecer condiciones competitivas, entonces ese no es el camino. Pero, también es cierto, de nada sirven empresas paraestatales que se manejan como patrimonio de funcionarios y no con el propósito de ofrecer precios bajos, innovando procesos y bajando costos para respaldar el desarrollo de la planta industrial del país.
- Para el beneficio de la industria nacional y no de los grandes capitales, es indispensable que, mas que privatizar, las empresas y entidades públicas se manejen con honestidad y eficiencia, pues sólo eso puede contribuir a bajar los costos de producción.
- En fin, lo que se requiere hoy es definir las líneas de acción para encauzar, ahora si, toda la disponibilidad de recursos hacia la inversión productiva, con el propósito de lograr ramas competitivas internacionalmente. Y eso pasa, inevitable mente, por un proceso de democratización real, auténtico, que elimine las causas de las inconformidades y permita que la sociedad vigile la aplicación de recursos y el cumplimiento de metas. Sólo eso permitirá establecer un comportamiento predecible de las variables.
- Conviene insistir en que las necesidades sociales del país demandan una estrategia que no busque la estabilidad en sí, sino que combine la política monetaria y cambiaria, así como el mercado interno y las exportaciones, con el propósito de promover la producción y la productividad. En la medida en que se avance en esos renglones se alcanzará una verdadera estabilidad. Por otra parte, no se debe olvidar que la variable que realmente cuenta para los inversionistas es la rentabilidad real, y esa variable, como lo demostró en los últimos años Chile, no está ligada a una inflación mínima o a un tipo de cambio fijo.
- La definición de la estrategia urge para saber de qué manera México podrá repuntar en un contexto internacional en el que se espera una menor oferta de recursos financieros y los que se obtengan serán mas caros que en los años precedentes. Esto se agravará por las necesidades de reconstrucción que tiene Japón después del terremoto que dañó a Kobe. Asimismo, se deben establecer las acciones que lleven a aprovechar un previsible aumento de la demanda mundial de todo tipo de productos, intensificada por la reconstrucción de Kobe, pero considerando que cada vez será más intensa la competencia por los mercados.
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