Ernesto Anaya

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“Usted, como abogado, es un hombre de orden. Así que le va a tocar ordenar la videoteca”, recuerda Ernesto que le dijo uno de los dirigentes de la Universidad Gregoriana en Roma. Así que se puso a ordenar un tesoro del cine universal. Ernesto había llegado a trabajar ahí mientras esperaba a que abriera el Centro Experimental de Cinematografía en Roma, que por aquel entonces (1993) tenía el presupuesto cancelado. “Era como estar metido en El Nombre de la Rosa , todos los que quieren ser Papa pasan por ahí”. Cuando le empezaron a ver vocación de sacerdote, prefirió viajar a México. Entró a la escuela de cine de la UNAM, cultivó su vocación de guionista –en Multivisión le filmaron dos historias y en abril Ariel Gordon empezará una película con su guión– y para no morir de hambre entró al mundo de la publicidad. Su campaña para El Globo fue la única mexicana seleccionada entre lo mejor de Young & Rubicam en 1998 y al año siguiente sus trabajos en Gibert DDB le valieron premios en el Círculo de Oro y la Asociación Mexicana de Agencias de Publicidad. Se puede decir que ya publicó un libro, porque en Chile escribía los artículos para un diputado, que ahora acaba de presentar una compilación.