Mientras los descendientes del Tigre se reparten la herencia de Televisa como mejor pueden, otra ala de la familia prospera a tambor batiente. Don Emilio Azcárraga Vidaurreta pasaba del radio a la televisión cuando su hermano Gastón fundaba Automex, empresa que más tarde se convertiría en Chrysler de México. Pero si de por sí este negocio ya es de consideración, fue su hijo, Gastón Azcárraga Tamayo, quien se convirtió en leyenda en el mundo corporativo.
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Allá por 1967 este empresario fundó Posadas, que actualmente es el emporio turístico más grande del país. Al principio operador de Holiday Inn en México, hoy Posadas se sostiene sólo y sin problemas con sus Fiesta Americana y Fiesta Inn, totalizando 10,000 cuartos nada más en territorio nacional, pues también tiene hoteles en Estados Unidos, Centro y Sudamérica.
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Azcárraga Tamayo alcanzó dimensiones de gurú del medio, pues pugnó años enteros por consolidar el Consejo Nacional Empresarial Turístico en una cúpula que englobara a todas las asociaciones hoteleras bajo una misma férula, en un tiempo en que la Concamin y la Concanaco se peleaban el botín –perdón, la representación– de la industria.
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No contento con eso, participó en la fundación del famoso Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE), impartió clases de finanzas y economía por décadas en la Universidad Panamericana y fue uno de los principales aportadores de fondos a estos negocios educativos.
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Igualmente, fundó y presidió el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) desde 1973 hasta 1985 y, por supuesto, fue miembro del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) hasta su temprana muerte en 1993, a los 64 años, víctima de un cáncer de esos que no respetan títulos y posiciones, como el que años después sufriría su primo Emilio.
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Sin embargo, Posadas cayó bastante tranquilamente en las manos de su heredero, Gastón Azcárraga Andrade, de quien nadie dudó de sus habilidades para continuar el crecimiento de la empresa familiar.
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Obvio, el nuevo Gastón tuvo algunos tropezones, característicos de todos los empresarios que vivieron el imperio de Carlos Salinas. Fue socio de Gerardo de Prevoisin en Aerovías de México, por lo que tendría después que ir a declarar al ministerio público ante la caída y posterior huida del magnate. Su nombre fue incluido en esa larga lista de empresarios beneficiados por el salinismo y se supone que, en su momento, sus empresas fueron investigadas por las autoridades en busca de algún nexo con el hermano incómodo... pero aquí no encontraron nada de nada.
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Él fue quien tuvo que hacer frente, en 1990, a pleitos como el “córtalas” de Holiday Inn, que decidió invertir directamente en México, o el enfrentamiento con los -hermanos Búrquez, unos sonorenses que lo sacaron sin más del Holiday Inn Aeropuerto en la ciudad de México para operarlo ellos mismos. Muchas cosas feas se pensaron de él cuando Adolfo Aguilar Zinser salió de Radio Fórmula (de su propiedad) en 1993, bajo presiones directas de Gobernación ante sus críticas al Tratado de Libre Comercio (TLC).
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Pero se defendió muy bien: en 1994 su imagen política se vio favorecida al participar sorpresivamente en la Fundación para el Desarrollo Democrático (Fundemos), un organismo en el que departió nada menos que con Demetrio Sodi, Sergio Aguayo, Santiago Creel, Juan Molinar Horcasitas y José Agustín Ortiz Pinchetti. Igualmente, fue uno de los primeros en sumarse al Fondo Chiapas, esa respuesta empresarial ante el levantamiento zapatista.
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Aunque Posadas se endeudó en dólares con sana alegría durante el furor salinista, Azcárraga no tuvo problema en sanear la situación de la empresa, debido en gran parte a que muchas de sus ventas de paquetes turísticos se hacen en billetes verdes.
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Hoy anda por todo México en busca de más hoteles, en asociación con Morgan Stanley Real State Fund y es la cabeza empresarial más importante en el Consejo Mexicano de Promoción Turística que preside la secretaria del ramo, Silvia Hernández –sí, la que anuncia American Express–.