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Jaime Benavides Pompa

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

A veces, sólo a veces, los negocios familiares tienen la fortuna de contar con varias generaciones de buenos administradores, que van haciendo crecer el changarro y enfrentando de manera más o menos agraciada los embates del tiempo.

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Hasta ahora así ha pasado con los descendientes de don Felipe de Jesús Benavides Guerra, quien abrió su farmacia El Carmen en el centro de Monterrey, Nuevo León, mientras unos amigos en el centro del país se dedicaban a redactar la Constitución, en 1917.

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Pasaron 23 años antes de que la primera droguería pasara, de un lugar en donde se preparaban los remedios y medicinas a mano, a la ya muy formal Farmacia Benavides, y un año más para que abriera su primera sucursal.

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Por ese entonces comenzaron a participar más abiertamente los hijos del fundador: Felipe de Jesús y Jaime Benavides Pompa, que recorrían Monterrey seguramente en busca de la Cañafístula, el Palo de Sasafrás o la Hierba de Juan Infante, junto con la primera aspirina de Bayer. Todo esto quedaría muy atrás en los 40 años siguientes: para 1988, el Grupo Benavides contaba con un ala industrial y un ala comercial, la cadena de Farmacias Benavides, con 135 sucursales que cubrían los estados del norte del país.

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Muy lejos de sus orígenes, hoy en día Benavides es uno de los enemigos de los más o menos 18,000 pequeños farmacéuticos que pueblan el país. La razón: sus economías de escala le permiten sacarle descuentos altísimos a los fabricantes de medicamentos, con los cuales desalojó a no pocos competidores de su área de influencia. Benavides, junto con Nadro y Autrey, puede decirse que controla la distribución de medicamentos en el país, pero lo que enciende los ánimos es que la primera se extiende hasta el negocio detallista.

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Pero, bueno, así es la economía de mercado, y el crecimiento de la cadena apenas empezaba cuando llegó a la presidencia de la república Carlos Salinas de Gortari. Con Jaime Benavides como presidente del Consejo, Felipe de Jesús en la dirección general y diversas combinaciones de descendientes en los mandos operativos, FarBen explotó en una etapa de conquista. Sólo la devaluación de 1994 detuvo por un momento a los Benavides, cuando andaban por las 449 sucursales y habían logrado lanzar con éxito su acción, primero en la Bolsa Mexicana de Valores y luego en el OTC Exchange, en Estados Unidos. Pero sólo les tomó un año de reestructuración de pasivos y control de costos volver a la carga. Al parecer la dura lección que, se cuenta, vivieron en la crisis original de 1982, fue bien aprendida. En esta ocasión estaban endeudados, pero no hasta el cuello, no todo en dólares, y no todo a corto plazo.

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Así que en 1996 volvieron a la carga y en 1997 se dieron el gusto de comprarse una parte de farmacias El Fénix, lo cual los lleva a tener 574 sucursales. Este asunto estuvo a punto de meterlos en problemas, pues sólo compraron una rama desprendida del tronco original de esta cadena, mientras que otras 100 tiendas El Fénix permanecieron independientes, y con el mismo nombre. Sin embargo, Jaime Benavides al parecer es buen amigo hasta de su competencia (de hecho, la empresa encabezó un movimiento para formar una alianza de cadenas farmacéuticas en Estados Unidos, Canadá y México), por lo que no se ha pasado a mayores.

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Convertida en la cadena de farmacias más grande del país con 5.5% del mercado total, Benavides expande su línea de productos y parece que sus dueños quieren aprovechar al máximo cada pedazo de tierra que poseen. Actualmente sus farmacias se están convirtiendo también en tiendas de conveniencia, con abarrotes y demás, y don Jaime firmó hace poco un acuerdo con la estadounidense WCVC para entrarle al negocio de las transferencias electrónicas de dinero, al estilo de Elektra.

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Así es que, cada vez abarcando más, este miembro del Grupo de los 10 de Monterrey, tradicional cooperador con la charola del poder, no parece tener más barreras que las que parecen rodear a la ciudad de México. Pero él no quiere entrar a la capital. Tal vez no desea repetir la amarga experiencia de los Chedraui, cuando su tienda Las Galas tronó en su primera incursión en la metrópoli, o tal vez alguien le dijo que ése ya no es su territorio.

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