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La asignatura pendiente

En México, únicamente 8% de los profesionales percibe un sueldo igual o superior a los 10 salarios
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

La educación superior ha caminado, en general, por senderos alejados de los requerimientos del país. A la vez, universidad y empresa no responden a las expectativas del otro. “Quienes tienen capacidad de sugerir una oferta diversificada, por ejemplo, los grandes empresarios, no entran en diálogo con la universidad”, dice Carlos Garza Falla, director de Comunicación Universitaria Institucional de la Universidad Iberoamericana (UIA). “Tiene que haber voluntad de las dos partes. La empresa, a veces, quiere hacer todo bajo sus propias reglas del juego y a la universidad le cuesta trabajo adquirir esos compromisos, debido a que no tiene la capacidad de responder de forma lineal. No hemos podido construir una institución donde esos intereses se confronten, se procesen y se conviertan en estrategias.”

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Resolver esta separación entre ambos sectores es fundamental. “Dado que el país tiene muchas carencias y en los últimos 30 ó 40 años la parte más importante de su gasto social se ha destinado a la educación, necesitamos un sistema educativo que rinda mayores frutos en la integración de su producto al aparato productivo”, indica Gerardo Aranda Orozco, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).

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No es justo culpar a unos u otros: es un problema de toda la sociedad. México ha cambiado de una forma radical –considera Alejandro Gertz, rector de la Universidad de las Américas (UDLA)–, por lo que sería necesario buscar un modelo de desarrollo propio y no copiar los de afuera. Toca a las universidades establecer “un proyecto en el que todos juntos propiciemos el cambio. Habría que acomodar la educación a las necesidades de los miembros de la comunidad. Tenemos miedo de revisar el sistema educativo, volverlo a encaminar”.

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¿CLASISMO O CALIDAD?
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“Se solicita Ingeniero en Informática egresado de universidades privadas”, dice un anuncio en el periódico (con frecuencia, se especifica de qué instituciones debe provenir el aspirante). En el mercado de trabajo, es un lugar común decir que los egresados de las universidades privadas tienen una mejor acogida que los de las públicas. Hasta los años 60 no había otra opción: de las instituciones públicas de educación superior egresaba 98% de los futuros profesionales; hoy, las estadísticas hablan de 75%, frente al 25% de quienes provienen de instituciones privadas.

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Cuando el Departamento de Investigación y Desarrollo de EXPANSIÓN consultó a 233 ejecutivos de todos los niveles, estos opinaron que las principales -fortalezas de las universidades privadas se encuentran en su nivel académico, profesorado, infraestructura y disciplina, mientras que sus debilidades son su alto costo, elitismo, falta de visión social y apatía de sus egresados frente al trabajo. En contraposición, señalaron que las ventajas de las instituciones públicas son su bajo costo, la diversidad de enfoques y la adecuada infraestructura, en tanto sus docentes, el nivel académico, la masificación y la politización constituyen sus debilidades.

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La opinión de Aranda no está muy alejada cuando sostiene que, aunque las universidades estatales han realizado un gran esfuerzo por mejorar, hoy las privadas preparan mejor a sus estudiantes. Ambos sistemas deberían tener los mismos estándares de calidad, en vista de que el costo por estudiante es equivalente: $15,991 pesos por alumno al año, en el caso de la licenciatura, y $85,774, en el de maestría, según el Segundo Informe de Gobierno. “Es indiferente para la sociedad mexicana si el costo por alumno es proporcionado por el aparato -fiscal, por la familia o una empresa que lo beca. Lo importante es la aplicación de los recursos.”

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En cuanto al clasismo, el representante de los empresarios considera “que se ha ido superando, con ventaja, la concepción de las organizaciones y el sector productivo como algo ajeno a la vida universitaria, vinculando al estudiante con una de las dos clases. Había universitarios que salían politizados, en el peor sentido de la palabra”. Indudablemente, las huelgas, el porrismo y la “grilla” han dañado la imagen de la UNAM.

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¿Cuál es la opinión de la academia en torno a este tema? El denominador común es considerar que los egresados de la propia institución son “productos” de excelencia. “El costo por cada alumno es irrelevante; por ejemplo, la matrícula del Instituto Politécnico Nacional (IPN) está cargada hacia la tecnología, que es mucho más costosa, y la de la UNAM hacia las Humanidades”, opina José Luis Anzo Abarca, director de Vinculación Académica y Tecnológica del IPN. Los egresados de este instituto salen muy bien preparados, asegura. “Se dice lo contrario a causa de las campañas de -marketing de otras universidades. Para poder entrar a muchas de nuestras carreras, hay que calificar muy alto. La mejor manera de constatarlo es a través de la contratación.” En la industria manufacturera prefieren a los egresados del “Poli” y la UNAM, porque ninguna institución privada hace inversiones como las del Estado en talleres, laboratorios y plantas piloto, aduce. El mejor ingeniero es el que sabe operar. La práctica es fundamental.

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Por su parte, José Luis Mateos Gómez, coordinador del programa de Cooperación Facultad-Empresa, de la Facultad de Química de la UNAM, afirma no estar de acuerdo en que la calidad de la educación pública ha bajado. “Para saber quién es el mejor y en qué campo, habría que llevar a cabo una evaluación de la calidad de los egresados de todas las universidades. Si no, el juicio es parcial.” (Esta evaluación apenas se comienza a hacer a través del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior –Ceneval–, asociación civil que lleva a cabo la medición, evaluación, análisis y difusión de los resultados académicos de los estudiantes y profesionistas en cuanto a su aptitud académica y aprendizaje).

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El experto, quien dirige el Colegio Nacional de Ingenieros Químicos, toca un tema que muchos evaden: la importancia de la presentación del aspirante a un puesto: cómo se ve y se viste. En la selección “influye el nivel -socioeconómico de los estudiantes de universidades privadas y el concepto que tiene el empresario sobre las mismas. Curiosamente, los egresados de la UNAM son aceptados para estudiar un posgrado en cualquier institución del mundo, pero los rechazan en la compañía de enfrente.

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“Hace 40 años, cuando no había Ibero, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) o Universidad La Salle, había preferencia por los alumnos de la UNAM sobre los del Poli, por considerar que éstos tenían un origen más modesto.”

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En la opinión del funcionario, una gran mayoría de los egresados de la Facultad de Química obtienen un trabajo relacionado con su carrera, aunque reconoce que para los profesionales del área de Humanidades la situación es muy diferente.

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El Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) es elitista intelectual mas no económicamente, pues beca a 33% de sus estudiantes, asegura Arturo Fernández, rector de la institución. “Se fundó como escuela de Economía y parte de su matrícula es de esa área, que tiene preferencia por el trabajo en el sector público. Nuestros egresados han sido fundamentales para modernizar al país. Aspiramos a que, en 10 ó 15 años, muchos directores generales de empresas privadas sean del ITAM”.

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Partiendo de una visión realista, Gertz, de la UDLA, arguye que todas las universidades están reconocidas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y ofrecen más o menos lo mismo. “No existen grandes opciones dentro de la estructura educativa nacional, sino calidad de opciones. La diferencia está en los maestros, la disciplina y la calidad educativa”. Eso sí, afirma que, aunque la UDLA es la menos costosa de las universidades privadas, de ella egresan profesionales destinados a ocupar puestos directivos.

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ANTES QUE NADA, EL TÍTULO
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La educación ha sido la mayor generadora de expectativas en la familia mexicana. Los padres, los maestros, el propio sistema ha hecho creer a los muchachos que, si estudian una carrera, tienen la vida resuelta. Sin embargo, los apabullantes datos que proporciona Aranda hablan por sí solos: después del gran esfuerzo dedicado a su preparación, 36% de los profesionistas mayores de 25 años recibe ingresos inferiores a tres salarios mínimos, 25% gana de tres a cinco salarios, 36% percibe más de cinco y menos de 10 y sólo 8% gana 10 ó más salarios mínimos. “Existen personas de nivel técnico que, sin tener preparación profesional, se hallan de estos tabuladores salariales.”

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Y no hay que olvidar el desempleo. Los recién egresados, sobre todo de las carreras saturadas, se sienten afortunados si consiguen un trabajo, aunque no sea en su campo de estudio. Gertz sostiene que no pretende descalificar al proyecto educativo en general, pero “una gran cantidad de egresados de todas las universidades no pueden integrarse a la vida productiva, y ese gasto se desperdicia”. Para Anzo, el desempleo o los sueldos bajos son un problema muy serio, que afecta particularmente a los -egresados de las universidades públicas, porque en las privadas los muchachos se integran al negocio de sus padres o están bien relacionados y pueden colocarse.

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Garza sugiere revisar urgentemente el modelo económico y social del país, que es incapaz de brindarle empleo a la mayoría de sus ciudadanos. “Es un problema de fin de siglo y tenemos que ir construyendo soluciones que a lo mejor nos llevan a replantear todo de raíz.”

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Por otra parte, la distribución de la matrícula en las universidades es ilustrativa: habla de un país de economía terciaria, cuando la solución de los problemas va más por el sector secundario. En la UNAM –y esta situación se repite en la mayoría de las universidades–, la mitad de los alumnos están inscritos en carreras que corresponden al área de ciencias sociales y administrativas (contra 36% en 1965), 20% en carreras de ingeniería y tecnología, 16% en áreas de la salud y menos de 6% en ciencias naturales y exactas.

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Éste es un problema grave, según Mateos. “Está muy bien como mecanismo de adquirir cultura, pero los muchachos revuelven dos conceptos importantes: estudiar para ganarse la vida y estudiar para tener conocimientos. En la UNAM hay cerca de 150 carreras, pero todo el mundo conoce 10. Es un poco culpa de todos: los padres, los maestros y los propios jóvenes, que no oyen consejos. Hace falta una cultura de búsqueda y análisis de las alternativas que da la educación superior”.

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Fernández atribuye este fenómeno a un problema básico de orientación profesional y a una deficiente preparación de las áreas científicas en el bachillerato. “En países asiáticos, prácticamente 90% de la matrícula universitaria se ubica en áreas de ingeniería, lo cual tarde o temprano tiene que suceder en nuestro país. Cuando la empresa Philips instaló 10 plantas en Ciudad Juárez, de los 1,000 ingenieros que requería contratar, tuvo que importar 400. El año pasado, en la carrera de Ingeniería en Computación recibimos de las empresas siete solicitudes de empleo por cada graduado”.

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En vista de que la mayor parte de los padres de familia están obsesionados con que sus hijos obtengan un título de licenciatura, lo que ocurrirá es que gran parte de las universidades ofrecerán programas masivos muy prácticos y concretos, con una duración de dos a tres años, que seguirán llamándose licenciaturas. Lo están haciendo ya la Universidad -Tecnológica de México (Unitec), Grupo Sol y la Universidad del Valle de México, abunda el rector del ITAM, también consultor de varias empresas.

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En la UIA, cuenta Garza, se ha visto la necesidad de replantear tanto las carreras tradicionales como la formación. El asunto no es fácil. “No podemos restringir la inscripción en Administración de Empresas o Comunicación –uno de los grandes orgullos de la Ibero–, porque no es cierto que la demanda se trasladaría a una nueva profesión, sino que esos alumnos se inscribirían en otras universidades que sí ofrecieran esta carrera. Necesitamos dar un salto cualitativo hacia algo novedoso y diferente.”

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No es posible soslayar el hecho de que la enseñanza básica y media del país no ha sido todo lo eficiente que sería de desear para preparar a los jóvenes. Los expertos consultados coinciden en que los egresados de bachillerato llegan a las universidades con un nivel de estudios muy bajo y grandes carencias en las áreas de Ciencias.

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PERFIL DEL EJECUTIVO ACTUAL
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Ya se sabe, el México de hoy –con reforma económica, apertura de mercados y aumento de la competitividad incluidos– no se parece en nada al de hace dos décadas. Al preguntarle a los encuestados por EXPANSIÓN qué elementos incluirían en los actuales planes de estudio de las universidades para preparar ejecutivos de alta dirección, estos respondieron: análisis de casos prácticos, ética, capacidad de manejar recursos humanos, liderazgo y toma de decisiones, conocimientos sobre administración y visión de negocios.

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Los especialistas entrevistados elaboraron su propio perfil:

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Anzo, del IPN: “Nos hemos equivocado un poco con la gran especialización que se ha dado en la educación superior los últimos años. Primero hay que formar un buen ingeniero y después -especializarlo. No importa la carrera que haya estudiado, el muchacho debe hablar inglés, manejar computación y administración de negocios. En algunas escuelas del Poli, como parte de la currícula, impartimos el programa de Formación de Emprendedores –en colaboración con Desarrollo Empresarial Mexicano–. Tenemos una incubadora de empresas formales, con cierto grado de tecnología, creadas por los alumnos y subsidiadas por el IPN; tienen que ser negocio y, si en dos años y medio no prosperan, se cierran. Nuestro propósito es que el egresado tenga un espíritu emprendedor encaminado hacia dos cosas: capacitarse para ser empresario y generar empleos, o colocarse en el mercado laboral con ciertas características de creatividad e innovación, que le permitan ser un buen empleado o funcionario. Que no sean incapaces de tomar decisiones si no tienen un jefe que los mande.”

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Aranda, de Coparmex: “El ejecutivo necesita una actitud emprendedora porque tiene que utilizar todo tipo de técnicas para sacar la empresa adelante. Está de moda hablar de reingeniería, calidad total, excelencia, -benchmarking, etcétera. Todo esto es válido hoy, pero cambiará mañana. Lo importante es la actitud. Además, sería deseable que en los planes de estudio de la educación superior se incluyeran aspectos que se consideran extracurriculares, como es el caso de los programas de desarrollo de habilidades empresariales, porque en México difícilmente las empresas establecidas están generando nuevos empleos para los egresados de las universidades, y es necesario crear nuevas empresas. El profesionista debe salir con la idea de encontrarle un mercado a su propia profesión.

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”Queremos del estudiante un conocimiento suficiente de lo que ofertará, a sabiendas de que la tecnología avanza tan rápido que el conocimiento adquirido en la universidad es obsoleto en 4.3 años. No nos preocupa tanto el aspecto de la actualización porque las empresas brindan los estímulos y el apoyo para que el profesional siga preparándose.”

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Fernández, del ITAM: “Lo que debe enseñar la universidad a los estudiantes es pensar y aprender por sí mismos. Quedan en segundo lugar todas las técnicas propias de las profesiones que ahí se imparten. Nuestros programas están orientados a la teoría y a los métodos cuantitativos. Nos han acusado de ser muy teóricos, pero creemos que con esto los estudiantes aprenden a pensar y adquieren habilidades analíticas y de síntesis, lo cual no se puede obtener en las empresas. No es el papel de las instituciones de educación superior enseñar los conocimientos prácticos.

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”Las organizaciones requieren de recursos humanos de muy diferentes niveles: profesionistas con conocimientos técnicos prácticos, para puestos medios y bajos; gente con capacidad intelectual, creativa y capaz de resolver problemas concretos para puestos más altos. Las licenciaturas de cinco años deberían estar desarrolladas para estudiantes de alto perfil. Para los otros, con programas de dos años, muy prácticos, sería suficiente. Por lo menos 50% de los mejores estudiantes debería hacer estudios de posgrado. El país requiere cuadros de esa calificación con urgencia, sobre todo en las áreas de desarrollo tecnológico.”

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Mateos, de la UNAM: “Se trata de adecuar las necesidades a los cambios en el mundo. Para trabajar en el sector productivo, el profesional licenciado requiere del conocimiento de su ciencia básica, herramientas como el cómputo, inglés, información cultural mínima acerca de lo que está pasando en el mundo y conocimiento de su país. Además, importa la personalidad, el trato humano y, más que nunca, se busca gente que sepa hablar y escribir.”

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QUE HABLE LA ACADEMIA
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La planta docente y de investigadores es un elemento que distingue a unas universidades de otras, consideran los entrevistados. También creen que debe haber un equilibrio entre los profesores de tiempo completo y los de asignatura. A los primeros hay que capacitarlos permanentemente, si no se corre el riesgo de que no renueven su cátedra en 20 años.

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“Debemos reconocer que todavía nos falta mucho –dice Anzo–. En el Poli tenemos más de 100 doctores que, de otra forma, estarían vendiendo seguros o atendiendo una taquería. Puedo asegurar que doctores miembros del Sistema Nacional de Investigadores, con beca de exclusividad de la Comisión de Fomento de Actividades Académicas (COFAA) y beca de desempeño académico, no aceptarían esta dirección si se las ofreciera, porque llegan a tener ingresos por $25,000 a $30,000 pesos mensuales. Eso sí, un recién -egresado del doctorado puede ganar de $6,000 a $8,000 pesos. Es más, puedo conseguir un gerente de producción de una empresa pequeña por $6,000 ó $7,000 pesos.”

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Esta cifra resalta porque en universidades como la Iberoamericana o la UDLA un profesor de tiempo completo con estudios de -doctorado gana de $10,000 a $11,000 pesos al mes.

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Aranda asegura que hay muchas empresas -comprometidas con la investigación aplicada, esfuerzo que se dirige mayoritariamente a las instituciones públicas (por ejemplo, estudios de nuevas técnicas de construcción que ICA realiza en el Instituto de Ingeniería de la UNAM). La propia Coparmex cuenta con una Comisión de Educación. “Durante los últimos 12 años hemos realizado un foro anual de vinculación universidad-empresa, donde ponemos en comunicación a los rectores con los empresarios que quieran participar. Nos ha interesado mucho el problema añejo de las normales, tenemos relaciones amplias con los esquemas de educación técnica (Conalep) y hemos participado en sus consejos. Además no hay ciudad donde no participemos en diálogos abiertos con los jóvenes en las universidades.”

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En la UNAM, según la Dirección General de Estadística y Sistemas de Información -Institucionales, sólo 10% del personal académico está dedicado a las tareas de investigación. Mateos considera que los datos no son del todo correctos, puesto que en cada instituto o facultad hay diferente porcentaje de investigación. “Se manejan miles de proyectos. Aquí se mandó un satélite al espacio y prácticamente se realizan investigaciones en todas las áreas del conocimiento; calculo que cerca de la mitad de ellas se publica en las mejores revistas del mundo”.

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Aunque los esfuerzos de la UNAM en el campo de la investigación son innegables, es preciso contextualizar: México destina menos de 0.4% de su Producto Interno Bruto a esta tarea, en contra-posición con 2.5% de Alemania, 1.66% de Estados Unidos y 0.88% de España.

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En el ITAM funciona un Centro de Estudios de Competitividad, que aborda problemas concretos de forma interdisciplinaria, ya sea mediante consultoría con empresas o proyectos de investigación aplicada, que encargan las empresas o instituciones internacionales. Existe también un Centro de Análisis de Investigación Económica, muy enfocado a la asesoría -macroeconómica de empresas, y están por desarrollar un Centro de Estudios Públicos, orientado a hacer investigación económica aplicada, que servirá para enriquecer la difusión del diseño de políticas públicas y su evaluación.

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Existe en el IPN el Centro Mexicano para la Producción más Limpia (sólo hay 26 en el mundo), auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), que trabaja para demostrarle al industrial que es mucho más barato prevenir la contaminación antes del tubo que después, cuenta Anzo. El funcionario hace una autocrítica: “Nos hace falta ser más oportunos, ver dónde hay un vacío o un problema y resolverlo. Además, a veces muchos investigadores tienen un complejo: esconden sus hallazgos. Deben entender que la tecnología no es de quien la desarrolla, sino de quien la usa, y que no siempre pueden ganar grandes fortunas. La vinculación es una cultura que necesitamos desarrollar.”

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Existe la conciencia de que resta mucho por hacer para que educación y empresa vayan de la mano. Toca a ambos sectores propiciar el diálogo y pasar a los hechos. Al país le urge aprobar esta asignatura.

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