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La posición no cuenta

Una escuela de negocios que reniega de los conceptos tradicionales y valora el espíritu crítico y
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Si piensa que encabezar una importante corporación, poseer una gran fortuna y formar parte de la elite empresarial y política son razones suficientes para ser considerado un líder, usted coincide con mucha gente, pero no con Carlo Brumat.

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La visión del director de Duxx, escuela fundada por iniciativa del reconocido empresario Alfonso Romo, es totalmente diferente. La idea, dice Brumat, es humanizar a las personas y ayudarlas a entender que el líder se preocupa por transformarse a sí mismo en un ser humano que funciona mejor, independientemente de su posición socioeconómica.

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No se trata sólo de una idea. Brumat es el autor de un programa de 50 semanas, en la categoría de maestría, denominado, precisamente, Liderazgo Empresarial, que busca introducir a los estudiantes en el mundo de los negocios con una visión fresca.

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La competencia internacional exige mucho más que los conocimientos adquiridos en los planes de estudios convencionales, señala la tesis en la que se inspira el programa, por lo que sólo saldrán adelante las empresas que atraigan gente con una mayor curiosidad y dispuesta a superarse a sí misma y a quienes están a su alrededor. El primer objetivo de Duxx, por ello, es detectar a las personas con las aptitudes potenciales para desarrollar un liderazgo de este estilo como continuación de sus estudios profesionales.

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Las áreas que componen su programa llevan nombres como Razonamiento para los negocios, Conocimiento de la sociedad y Habilidades personales e interpersonales; las clases –35 en total– son impartidas por catedráticos invitados que trabajan regularmente en reconocidas universidades de Estados Unidos y Europa. Para reafirmar su visión integral del ser humano, en Duxx se imparte adicionalmente un programa opcional de acondicionamiento físico y de actividades culturales; también se organizan conferencias y foros en los que participan políticos, empresarios e intelectuales para hablar de temas actuales y controversiales.

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Por qué Duxx
El enfoque humanista, el interés por la responsabilidad social y la calidad académica de los profesores fueron factores decisivos para que Alejandro Foster, graduado de la primera generación, eligiera ingresar a la institución después de analizar otras opciones en el extranjero.

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Lo que más interés despertó en Cristina Cortés, en cambio, fue el área de Habilidades  Personales e 0Interpersonales, que no se ofrecen en otras universidades de su tipo y que, a su juicio, le han ayudado a formarse una visión más acorde con la globalización. “Me di cuenta de que mi carrera estaba demasiado débil”, dice Cortés, quien además encontró en el programa un medio para conocerse a sí misma y desplegar con mayor amplitud su potencial humano.

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Duxx toma su nombre de la voz latina Dux, que quiere decir líder, y se ha impuesto como misión desarrollar las habilidades de liderazgo independientemente de la formación académica y de la experiencia profesional de los alumnos. Lo mismo ingresan comunicadores, como Cortés, que ingenieros químicos y en informática, licenciados en comercio internacional, abogados, etcétera.

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Pero hay un requisito: aprobar un riguroso proceso de selección. Los candidatos deben tener cuando menos dos años de experiencia profesional y estar dispuestos a concentrarse exclusivamente en el curso un año entero, pues la carga de trabajo no permitiría hacerlo de otra manera, dice Miguel Angel Motta, el director administrativo. Dado que todos los maestros son extranjeros, es indispensable, por lo demás, tener acreditados los exámenes GMAT y TOEFL (exámenes aplicados en inglés sobre conocimientos generales y manejo de esta lengua, respectivamente). Pero esto es sólo el principio, después vienen una serie de pruebas, entrevistas y simulaciones para ver si el candidato tiene suficiente experiencia. “Un curso como éste no es para personas que acaban de terminar la universidad”, aclara Brumat.

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Más que altos logros académicos, se elige a quienes muestran madurez, iniciativa, creatividad, espíritu crítico, capacidad de argumentación lógica y de razonamiento, autonomía de juicio, fortaleza para enfrentar retos y facilidad para interactuar. Es muy importante que no estén complacidos con lo que son y con lo que han logrado, añade Brumat, “buscamos gente que tenga ambición de hacer cosas”. Quienes son dóciles y tienden a bajar la cabeza, por el contrario, no tienen un lugar en Duxx.

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En efecto, no es una escuela para todos. La generación que está por terminar, la cuarta en la historia de Duxx, consta de apenas 26 personas; en total, los graduados de las tres generaciones anteriores suman 64 alumnos. La institución tiene capacidad para manejar grupos de 50 alumnos, pero Brumat prefiere mantener la cifra en un máximo de 30 para no perder la riqueza de la interacción que debe haber entre alumnos y maestros. Trabajar en un grupo pequeño facilita un mayor acercamiento con los catedráticos dentro y fuera de las aulas, dice Irma Olguín, egresada de la segunda generación. Olguín es una de las pocas mujeres en la matrícula. La población femenina representa menos de 10% de los egresados, lo que para Brumat constituye una de las debilidades de Duxx. No tiene una explicación para ello, pero admite que es algo que tienen que superar.

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El programa también se promueve en otros países con la finalidad de convertirse en una escuela internacional. Con un estatus de maestría, el programa cuesta $27,000 dólares, e incluye libros, materiales y una computadora portátil para uso personal en el año de su duración. Para que “el dinero no sea una limitante, si la persona pasa todas las pruebas se busca la forma de apoyarlo”, afirma Brumat. Duxx cuenta con la ayuda de diversas compañías e instituciones para ofrecer tres tipos de respaldo financiero: becas, créditos educativos y créditos destinados a la manutención. Alrededor de 90% de los alumnos recibe alguno de estos apoyos, señala Motta, ya sea a través de Duxx o directamente de empresas patrocinadoras y fundaciones.

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Y dado que todos los alumnos deben renunciar a su empleo para estudiar, la escuela tiene una bolsa de trabajo a la que acuden empresas nacionales y algunas extranjeras, como Ford Motor Company, Boston Consulting Group y General Electric. La maestría abre a tal grado las perspectivas, dice Brumat, que muchos de los egresados sienten que no pueden volver a la misma empresa, porque se sentirían limitados. Duxx ha pensado también en eso; para evitar este shock ha diseñado asignaturas que son parte del programa y que preparan a los estudiantes para su retorno al mercado laboral; inculca la humildad, de modo que los egresados no deben sentirse superiores a los demás.

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Si alguien no asume esta actitud, concluye, significa que no entendieron nada de lo que estudiaron.

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