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Los imanes del capital

La inversión extranjera directa, se ha dicho mil veces, es una de las mejores tablas de salvación
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Más allá de continuar con la eterna disertación de cómo aplicarle candados a los capitales especulativos, el punto de reflexión debiera apuntar a las alternativas que tenemos para atraer inversión extranjera directa.

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Si la estrategia económica nacional debe ser, como creemos, delinear los caminos adecuados para alcanzar un desarrollo sostenible, una de las rutas más eficaces para lograrlo es la inversión productiva. Es, ni más ni menos, ese dinero que sí llega para quedarse. Es el creador de fuentes de trabajo. Es el orquestador de potenciales economías de escala, en donde muchos proveedores nacionales pueden intervenir. Es el capital que tanta falta nos hace para generar y distribuir riqueza.

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Por desgracia, los flujos de inversión extranjera directa se redujeron notablemente en 1998, y no existen señales objetivas que permitan vislumbrar una clara mejora para este año. Las razones son varias. Algunas están fuera de nuestro control; otras no. Las primeras tienen que ver con la desaceleración económica mundial y la crisis de nerviosismo que vivieron los mercados financieros durante todo el año pasado. Si se considera que en las últimas semanas, las perspectivas globales son menos pesimistas, esta razón pierde algo de espacio. Por supuesto, México no es el único país que clama por la atención de las empresas que buscan condiciones competitivas para producir sus mercancías. Todos lo desean. Pero, ¿acaso alguna otra nación tiene una ubicación geográfica tan privilegiada?

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Hay que ocuparnos, por tanto, de las segundas razones. En el reportaje y análisis sobre inversión extranjera que presentamos en esta edición, se argumentan algunas causas de peso que impiden, hoy por hoy, que el dinero fluya con mayor generosidad. Dos palabras resumen el problema: inestabilidad e inseguridad.

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Nadie lleva recursos a un país que no ofrezca mínimos márgenes de estabilidad. Y por todos lados es evidente que México vive una transición política que, si bien puede derivar –hacemos votos por ello– en el desarrollo de un sólido marco institucional que garantice la eliminación de decisiones discrecionales, la realidad es que, por ahora, lo más visible en el exterior es, como bien lo señala el analista Luis Rubio, “los zig-zags del gobierno actual , la retórica incendiaria del PRD y el hecho de que el PAN a veces juega de un lado y en ocasiones del otro”. Para evitar lanzar esas señales de que las inversiones que lleguen a este país son “politizables”, lo que realmente hace falta es responsabilidad y congruencia por parte de los principales actores políticos.

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Por si fuera poco, un asunto que ha crecido dramáticamente es el de la inseguridad. Tanto, que ya es un asunto que comienza a causar estragos en la atracción de capitales. James McCabe, presidente de la American Chamber of Commerce, es enfático: “La inseguridad se ha convertido en un problema para la inversión directa.”  En este capítulo, que todos los habitantes de este país sufrimos a diario, queda todo por hacer.

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Pero, para ser justos, también se han dado pasos positivos en otros capítulos. Por ejemplo, en la desrregulación: el nuevo reglamento de la Ley de Inversión Extranjera, publicado en septiembre pasado, eliminó de manera sustantiva los requisitos exigidos a las firmas foráneas para operar en México.

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Así como esto fue posible con voluntad política y visión de largo plazo, insistamos en el avance de lo que aún se encuentra rezagado. México debe ser un poderoso imán de capital productivo.

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