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Primer año

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Los problemas que enfrenta el gobierno de Vicente Fox no pueden ser motivo de satisfacción para nadie. Incluso aquellos que anhelan o impulsan la eventual "restauración" del autoritarismo priísta deberían pensarlo dos veces antes de celebrar el desgaste de la figura presidencial y la acusada incompetencia del gabinete.

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Sólo desde una perspectiva irresponsable –que abunda en nuestra clase política, al margen del partido de origen– se puede considerar el fracaso del adversario como elemento sine quan non del éxito propio. La democracia no es un juego de suma cero ni un torneo maximalista del "todo o nada", sino una lógica de equilibrios y negociaciones donde todos ponen para que nadie pierda siempre ni absolutamente.

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Ahora bien, si las sutilezas del proyecto democrático resultan demasiado vagas para los profesionales de la real politik, sería conveniente recordarles que en la degradación de las condiciones de convivencia política y ejercicio de gobierno se arriesga más, mucho más, que el prestigio del grupo en el poder o el destino de Acción Nacional. La derrota del gobierno de la alternancia sería una catástrofe que desbordaría, muy rápidamente, las fronteras imaginarias que "separan" los ámbitos político, sociocultural y productivo: parálisis de la administración pública, frustración ciudadana, clausura del proceso de transición política, desprestigio institucional, incertidumbre económica y financiera, desconfianza de los inversionistas...

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Ello no quiere decir, por supuesto, que ante la emergencia y las señales de alarma debamos retroceder el reloj de la historia y volver a los tiempos de la "unidad nacional" como acuerdo forzado. Mucho menos que la pluralidad conquistada en décadas deba arriar banderas y subordinar sus diferencias al proyecto del Presidente de la república. Tampoco es esta la sensatez de una sociedad madura, altamente crítica y diversificada, que expresó en las elecciones federales de 2000 un mandato muy claro para gobernantes y legisladores: asumir y preservar los equilibrios republicanos y construir los consensos necesarios para la buena marcha del país.

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La complejidad del escenario mundial que enfrenta la gestión de Fox –radicalmente distinto al que podía preverse hace un año– no podrá resolverse recurriendo a viejos expedientes de cariz autoritario que pretenden justificar su irracionalidad con razones prácticas y de oportunidad.

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Desde esta perspectiva, cualquier tentación de volver al pasado puede convertirse en la ruta más corta al desfiladero. Por fortuna, se trata de un brote nostálgico que no comparten la mayoría de los sectores del país, que no olvidan que la percepción de "orden" y "disciplina" del ancien régime siempre fue acompañada de manifestaciones muy reales de abuso de autoridad, corrupción y aislamiento de las corrientes mundiales.

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–El autor es director general de Grupo Consultor Interdisciplinario.

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