Sindicatos-gobierno. ¿Divorcio inminent
El grito "¡IVA no!" y "¡no pasará!" que, en repudio a la reforma fiscal, líderes obreros espetaron al presidente Vicente Fox en la ceremonia oficial del día del trabajo, marcó el fin de una convivencia "pacífica" de más de 70 años entre el gobierno y los sindicatos. Las nuevas reglas, dicen los analistas, están por escribirse.
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Desde el inicio de su gestión, Carlos Abascal –secretario del Trabajo– planteó la construcción de una nueva cultura laboral que marcará las bases para renovar la Ley Federal del Trabajo. El diálogo parecía marchar bien.
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En los primeros 100 días del gobierno, el funcionario estaba orgulloso de su "balance blanco en cuanto a huelgas", y optimista en su política de "no desmantelar sino transformar" al sindicalismo.
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En los hechos, explica Ilán Bizberg –analista del Colegio de México–, las señales al sector obrero mostraban la continuidad de un modelo con políticas de bajos salarios y prácticamente sin protección laboral.
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Las uniones obreras soportaron el desconocimiento oficial de las huelgas en los ingenios azucareros y en Volkswagen, y la negativa a reconocer a Napoleón Gómez como dirigente del Sindicato de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana. Otro duro golpe fue la determinación de la Suprema Corte de Justicia que declaró inconstitucional la "cláusula de exclusión" que permitía a los sindicatos exigir a la empresa el despido de un trabajador escindido de su organización. La presión estalló el primero de mayo.
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Actualmente, comenta el abogado laboral Néstor de Buen, el panorama es complicado. La actuación de Abascal favorece a los empresarios en su búsqueda de una legislación que permita el contrato individual, la remuneración salarial por hora, así como la libre remoción de puestos y horarios con el fin de elevar la productividad, pero no los ingresos. "La condición de los trabajadores –explica– es cada vez más negativa, los salarios son más bajos y realmente no tienen motivos para establecer relación coordinada con los empresarios."
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El efecto en México de la desaceleración económica de Estados Unidos agrega un factor en contra del sector obrero y del objetivo gubernamental de propiciar condiciones para fomentar la ocupación. Durante el primer trimestre de 2001 la tasa de desempleo abierto fue 2.49%, superior a la del mismo periodo de 2000 que fue de 2.29%. En los últimos dos meses el empleo continúa a la baja.
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Según Javier Prieto, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales, el sector maquilador de Tijuana y Guadalajara perdió 40,000 puestos en lo que va del año. El cierre de la llantera Goodyear, en Tultitlán, mandó 1,550 obreros a la calle; Comercial Mexicana anunció la reducción de 3% de su planta laboral; otros 250 empleados serán despedidos en la hulera Euzkadi; mientras TV Azteca, que se deshizo de 400 plazas en el primer trimestre, eliminará 100 más de su nómina durante este segundo periodo.
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Bajo tal marco, el pronóstico para las nuevas reglas en la relación del gobierno con las organizaciones laborales es poco clara, explica Bizberg. "No se ve que haya disposición de los sindicatos para democratizarse, ni del Estado para disminuir su intervención. Pero es justo ahí donde tendría que existir un cambio."
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De Buen lo mira desde otro ángulo: "Es un hecho que nuestras uniones obreras son bastante pasivas, pero tampoco aceptarán que les pongan la guillotina para colocar la cabeza debajo. No creo que acepten una ley subordinada al consenso."