Los años con Laura Díaz, Carlos Fuentes, México, Alfaguara, 1999, 600 páginas
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Si lo último en los estantes de una librería es una obra de Carlos Fuentes, entonces es seguro que la obra rebasa el concepto de mera novedad para convertirse en una lectura entrañable.
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Y en su más reciente novela, Fuentes no traiciona las expectativas de sus lectores. Buena parte del libro se desenvuelve en esa época de la que Paz escribiera: “Todos tenemos nostalgia y envidia de un momento maravilloso que no hemos podido vivir. Uno de ellos es ese momento en el que, recién llegado de Europa, Diego Rivera vuelve a ver, como si nunca la hubiese visto antes, la realidad mexicana.” En efecto, Fuentes recrea ese México de los 20 y los 30, y por estas páginas desfilan Diego y Frida –no faltaba más–, pero no se detiene ahí. La historia es la de Laura Díaz y Laura Díaz se vuelve vehículo de la historia para conducir al lector por la rica urdimbre del pasado inmediato hasta desembocar en el año 2000.
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En los reconocimientos, Fuentes escribe: “Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas” y el autor se refrenda, una vez más, como digno heredero de esa tradición de hilvanar pacientemente una historia –muchas–, con la fluidez de quien vierte hechos e imaginación junto al fogón.