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Una fuerza que llegó para quedarse

Los avances en comunicación y tecnologías de la información trajeron consigo un avance cuántico,
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Hasta la segunda mitad del presente siglo, las mujeres estuvieron sujetas al mayor ostracismo. Por fortuna, en casi todos los países industrializados, con la notable excepción de Japón, el bloque femenino ha asumido posiciones prominentes en la política; la administración pública; sociedad civil, y en las profesiones liberales, incluidas derecho, medicina y arquitectura.

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Sin embargo, prácticamente en todas partes del mundo continúan siendo pocas y dispersas las mujeres en posiciones de la alta dirección empresarial. Ello es cierto incluso en países como Suecia, donde se supone que está más avanzada la emancipación femenina. Y, aunque las mujeres desempeñan puestos muy destacados en la política y otras actividades, son muy escasas las altas ejecutivas en el mundo corporativo. Según Fortune, las mujeres ocupan sólo 11% de los puestos de alta dirección en las 500 compañías de su listado.

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El hecho de que los nombramientos de Marjorie Scardino, del Reino Unido y de Carly Fiorina, de Estados Unidos como CEOS del Grupo Pearson y de Hewlett-Packard (HP), respectivamente, hayan recibido tanta atención por parte de los medios demuestra su poca frecuencia. En el caso de HP, el que una mujer fuera nombrada para un dominio de alta tecnología (supuestamente) exclusivo de los hombres atrajo aún más los reflectores.

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Scardino, Fiorina y otras prominentes altas directivas (por ejemplo Debby Hopkins, directora de finanzas de Boeing; Dina Dublon, directora de finanzas de Chase Manhattan; Orit Gadiesh, presidenta de la junta directiva de Bain; Lynn Elsenhans, presidenta de Shell Oil Products East; Theresa Foo, CEO del Standard Chartered Bank, entre otras) no fueron nombradas para esas posiciones de autoridad por ser mujeres, sino por la experiencia y conocimientos que cada una de ellas tiene. No existe ningún “perfil de identidad” aplicable a las líderes corporativas que se pueda deducir de estos y otros casos de éxito... ni debiera existir. A decir verdad, en el caso de Hewlett-Packard, el grupo de candidatos potenciales para CEO –cuando se nombró a Fiorina– incluía a otra mujer por lo menos.

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Aunque el de las líderes corporativas sigue siendo un ámbito al que no se le han dedicado las investigaciones que merece –en particular son muy escasas las biografías de dirigentes corporativas exitosas–, sí emerge como un aspecto crítico la importancia de la cultura corporativa. Las compañías vanguardistas, entre las que según uno de los mejores estudios sobre la materia se cuentan Motorola, Eastman Kodak, Deloitte & Touche y Sara Lee, son las que desarrollan programas y alientan actitudes encaminadas a generar el grado de evolución cultural necesario para reclutar, motivar y promover a empleadas de alta calidad.

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Desafíos y perspectivas
En momentos en que la humanidad experimenta una gran transición cronológica –un nuevo siglo, un nuevo milenio– es necesario dar una mayor consideración a qué clase de mundo deseamos construir. “Es imposible predecir el futuro, pero no se le puede ignorar”, escribió Susan Strange, prestigiada analista. El futuro no es algo que simplemente se cree por sí mismo. Algunas cuestiones actuales ofrecen un sentido de los desafíos por venir y de las perspectivas posibles.

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La luna de miel del capitalismo global que hizo erupción tras de la caída del muro de Berlín y la euforia generada por los sueños de un “nuevo orden mundial” se acabaron. Cada vez más, la sociedad civil –especialmente las organizaciones no gubernamentales (ONGs), pero también los medios, grupos de consumidores y un número creciente de líderes de opinión– se persuade de que los negocios han acumulado poder económico sin por ello estar dispuestos a asumir su responsabilidad social.

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Según esta impresión, la concentración obsesiva en el valor para el accionista se tiene por una influencia que ha reducido los “valores” que como ciudadanos y miembros de la sociedad han de tener los líderes de empresa. Ya sea que estas críticas se justifiquen o no, lo cierto es que forman parte del actual entorno social y, por lo tanto, deben atenderse seriamente. De manera creciente, las firmas serán llamadas a rendir cuentas por las normas sociales, éticas y ambientales. La aparente y sostenida discriminación hacia las mujeres se verá como algo cada vez más intolerable.

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Por ello, es necesario que los líderes y administradores de negocios se ocupen de estrategias proactivas en el manejo de los recursos humanos para que incorporen, en sus misiones y visiones del futuro, el papel y la situación de las mujeres en posiciones de alta dirección. El objetivo: garantizar que el campo de juego corporativo sea parejo. Las compañías que no se ocupen en acciones de dicha naturaleza, y cuyas posiciones de alta dirección sigan siendo territorio vedado para las mujeres, descubrirán que son sujeto de ostracismo y críticas sociales. Y tendrá un importante efecto en sus resultados financieros.

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Las empresas que deseen desempeñar papeles clave en el próximo siglo necesitan reconocer la decisiva dinámica positiva generada por la inclusión de mujeres en las posiciones de toma de decisiones. No cabe duda de que ese será uno de los parámetros conforme a los cuales serán medidas las compañías “excelentes”.

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Impedimentos culturales
La búsqueda de explicaciones respecto del pequeño número de mujeres en posiciones de alta dirección revela claramente que la inteligencia no es uno de los factores. En los colegios y universidades, el desempeño de las mujeres es tan bueno como el de sus compañeros de sexo masculino, y con frecuencia mejor. Ni el intelecto, ni el talento debieran entrar en juego en uno u otro sentido. Tampoco está claro de manera alguna que haya habilidades de negocios específicas que correspondan a dominios exclusivos de los hombres, o predispuestos para ellos.

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Sin embargo, también se aplica el punto obvio de que el “semejante” tiende a nombrar y promover al “semejante”. De manera consciente o inconsciente, cuando los hombres nombran o influyen en el nombramiento de sus iguales y sucesores, están fuertemente predispuestos a favor de otros hombres. La mujer que reemplaza a un hombre podrá ser vista como alguien que disminuye la importancia y el desafío “viril” del puesto.

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Es probable que más que en cualquier actividad profesional (con la excepción de las órdenes eclesiásticas), los sitios donde se desarrollan los negocios reflejen los modelos estereotipados de los papeles “propios” de cada sexo. Por ejemplo, mientras en los hospitales, la presencia de un enfermero ya no es motivo de sorpresas y las doctoras y cirujanas son bastante comunes, en las oficinas, las labores secretariales son desempeñadas, con muy pocas excepciones, por mujeres y las gerenciales, casi siempre por hombres. Así, en los negocios, la jerarquía masculina-femenina, más rígida, se convierte en un fenómeno que se perpetúa por sí solo.

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Las organización del espacio en las oficinas, así como las posiciones jerárquicas y los papeles que cada sexo ha venido jugando dentro de ellas se remontan a principios del presente siglo, cuando tuvo su origen el contemporáneo edificio de oficinas.  La “cultura” imperante en estos lugares, según la cual los hombres dominan y las mujeres están subordinadas, aportó imágenes estereotipadas para las películas, los programas de televisión y publicaciones de corte popular. Las bromas y caricaturas acerca de los enredos de los jefes con sus empleadas se multiplicaron. Es natural que las influencias residuales de tantas décadas de “aculturación” impuesta por el sexo masculino sean fuertes. Debido a ello, entre otras razones, el entorno de los negocios sigue altamente condicionado por la herencia del pasado. Tal vez se requiera alguna forma de revolución, más bien que de simple evolución, para poner fin a sus prolongados efectos.

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Es muy posible que esta suerte de revolución sea lo que está ocurriendo actualmente en las tecnologías de la información y de las comunicaciones. En The death of distance (La muerte de la distancia), uno de los libros más completos y estimulantes sobre el tema, la autora Frances Cairncross argumenta que, a la larga, la revolución de las comunicaciones transformará virtualmente cada faceta de la actividad humana. Esta metamorfosis afectará la manera como trabajamos, como somos gobernados, nuestra educación, nuestra vida social, la forma de nuestras ciudades, la manera como compramos, el cuidado de nuestra salud, nuestro ocio, la forma de nuestras compañías y el diseño de nuestros hogares.

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Por ejemplo, desde el establecimiento de la economía moderna, el lugar en que trabajan los administradores es la oficina, mientras que el sitio de su ocio y su vida social es el hogar. Tal vez lleven el trabajo a casa, pero ésta no es su hábitat normal. La rutina en la era de la oficina moderna consiste, entre otras cosas, en trasladarse al trabajo por la mañana y regresar a la casa al anochecer. El típico día de trabajo puede invertirse en juntas con los colegas, clientes y proveedores y en el trabajo individual: correspondencia, presupuestos, redacción de reportes; la comunicación con los clientes, la preparación de presentaciones, entre otras actividades.

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El advenimiento de la revolución de las comunicaciones no elimina, en manera alguna, las razones para tener un lugar donde puedan reunirse las personas que trabajan para una misma compañía. La estimulación mutua, la generación colectiva de ideas y el surgimiento de nuevos conocimientos no son cosas que puedan suceder fácilmente en ausencia del contacto personal. Lo mismo se aplica, incluso en mayor grado, a la fundamental dinámica de cultivar relaciones profesionales de confianza mutua. De hecho, es posible que en el futuro el principal propósito de ir al lugar de trabajo sea el de tener relaciones sociales.

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Por lo que respecta a las administradoras, los beneficios del “nuevo paradigma del trabajo”, resultante de la revolución de las comunicaciones, debieran ser considerables. El paradigma influye en muchas facetas del trabajo y de la persona misma. Con el tiempo, una de sus consecuencias podría ser la desaparición de todas, o ciertamente muchas, de las características machistas, jerárquicas y estereotipadas de la estructura de negocios tradicional.

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Asimismo, tal transformación debiera tener un impacto notable no sólo en la liberación de las restricciones atávicas que se han impuesto sobre el sexo femenino, para el logro de su potencial profesional, sino también en su identidad como mujeres. Para ellas, laborar en los lugares de trabajo tradicionales y observar las restricciones relativas a los horarios de negocios tradicionales ha significado, en esencia, actuar en el mundo del hombre de acuerdo con las condiciones impuestas por el hombre.

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De la misma manera, a las mujeres que tienen planes profesionales ambiciosos se les presenta con frecuencia la cuestión de tener que decidir entre criar una familia o seguir su carrera. Esta disyuntiva se les presenta no sólo a causa de los esfuerzos físicos y las restricciones derivadas de la crianza de los niños, sino también por causa de la tensión emocional de estar lejos del niño o niños cuando vuelven al “trabajo” después de dar a luz. Poder trabajar y, a la vez, estar físicamente más cerca de los hijos, debiera contribuir en buena medida a la atenuación de ese conflicto. Estar libres de las restricciones que el trabajo les ha venido imponiendo hasta ahora, permitirá a las administradoras profesionales obtener más libertad y más oportunidades de lograr un mejor sentido de su identidad femenina.

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Desde el principio de los tiempos modernos ha sido no únicamente posible sino perfectamente natural que el varón sea un exitoso ejecutivo de negocios, un padre y un hombre, todo a la vez. Para la mujer, lograr una mezcla satisfactoria de posición profesional, maternidad e identidad femenina, ha constituido una monumental lucha cuesta arriba. A juzgar por las tendencias manifiestas, incluso durante las dos últimas décadas, más o menos, todavía no había indicios de que se estuviera ganando la lucha.

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En el contexto del campo de batalla tradicional de los negocios, las posibilidades de una victoria convincente eran pocas y los costos, altos. Todo ello debiera cambiar debido a la revolución de las comunicaciones. En tanto que la píldora anticonceptiva otorgó a las mujeres la libertad sexual, las recientes innovaciones en la tecnología de las comunicaciones debieran hacer posible que obtengan su liberación profesional.

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Plan de actividades
Las corporaciones han conquistado el poder; ahora estarán sujetas a la creciente presión de la sociedad para que asuman su responsabilidad social. Las empresas no son observadoras pasivas de la sociedad, sino actores activos en la determinación del futuro. Las cuestiones relacionadas con la igualdad social tendrán un impacto cada vez más importante en el entorno político más amplio, lo que, a su vez, ejercerá considerable influencia en los papeles y las posiciones de las organizaciones. El notorio contraste entre la creciente prominencia de las mujeres en la política, las profesiones liberales y muchas facetas de la sociedad civil, por una parte, y su conspicua ausencia de los corredores corporativos del poder, por la otra, se volverá cada vez más reprobable, y a decir verdad, desagradable.

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Las compañías progresistas que pretendan fijar las tendencias y ser contendientes influyentes en los años por venir necesitarán incorporar metas y estrategias específicas para asegurar que las mujeres sean empleadas debidamente –y que tengan la autoridad necesaria– en la cultura, la estructura y el liderazgo de la corporación. Ello no es una cuestión de altruismo, sino del propio interés ilustrado de la compañía. A su vez, tal interés es generado no solamente por la función y la imagen sociales de la firma, sino por nuevos imperativos corporativos.

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El desafío que enfrentan los negocios en la era posmoderna, postindustrial, consiste en crear un clima cultural corporativo favorable para la creatividad; la mejor manera de generarlo es mediante la heterogeneidad y la fecundación cruzada. Habrá ventajas considerables para las corporaciones que se abran a la participación activa de las mujeres sobre una base totalmente desprovista de discriminación, y que faciliten su contribución conforme a su propia personalidad femenina, sin necesidad de adaptarse a los modelos masculinos para las diversas funciones.

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Puesto que la tendencia hacia una revolución cultural en los negocios es probablemente irreversible, las compañías que tendrán éxito serán aquellas que aceleren e intensifiquen el proceso. Asimismo, las que se deshagan con rapidez de los viejos métodos de trabajo y que piensen de manera en verdad radical en otras formas de trabajar que reflejen las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías serán más eficientes, se adaptarán mejor a los cambios y serán mejores como empleadoras.

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El surgimiento de las nuevas tecnologías de la información y de  las comunicaciones ofrece oportunidades fabulosas para la reconstrucción creativa. Las compañías enfrentan una serie de desafíos cuyo manejo apropiado puede redituarles estrategias efectivas. Las empresas virtuales, poseedoras de redes de computación, que tengan conciencia y responsabilidad sociales, y sean visionarias, serán aquellas que no se limiten a poner en práctica la “reingeniería”, sino que recreen auténticamente la cultura y estructura corporativas para el nuevo siglo.

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Las sinergias resultantes de maximizar  los beneficios potenciales del talento administrativo femenino, de las nuevas organizaciones y visiones de los negocios, así como de las opciones y soluciones que brinda la revolución tecnológica de la información y las comunicaciones, constituyen uno de los desafíos administrativos más apasionantes y, a la larga, más provechosos de la actualidad y de la próxima década.

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Tal y como escribió Armatya Sen, premio Nobel de Economía  en 1998: “No más las receptoras pasivas de ayuda para el mejoramiento de su bienestar, cada vez más las mujeres son vistas, tanto por los hombres como por las mujeres mismas, como agentes activas del cambio, las dinámicas promotoras de transformaciones sociales que pueden alterar las vidas de hombres y mujeres por igual.”

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Jean-Pierre Lehmann es director del Grupo Evian. También imparte clases en el Instituto Internacional de Desarrollo Gerencia

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