Cada vez que en Guadalajara se habla de Jorge Vergara Madrigal, no faltan suspicaces que se preguntan si detrás de su vertiginosa carrera no se oculta una historia de lavado de dinero. El presidente del Grupo Omnilife atribuye los comentarios a la envidia por el éxito de su compañía de venta directa de suplementos nutricionales.
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De haber empezado en 1991 con una modesta empresa de $10,000 dólares (prestados, por cierto), tres empleados y seis distribuidores, Omnilife tiene hoy ventas por $362 millones de dólares, 1,000 empleados y 800,000 distribuidores.
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Según Vergara, no hay truco. “La clave tiene dos ingredientes: la gente y nuestros productos.”
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Cuando era distribuidor de Herbalife, Vergara se percató de que el esquema de ventas multinivel no respondía a la cultura latina. Ideó un concepto al que llamó multidesarrollo. “No enganchamos gente para venderles un sueño; les ofrecemos la oportunidad de cambiar su vida.”
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Tiene distribuidores aun en los más recónditos puntos del país. Vergara asegura que en la selva chiapaneca hay indígenas que venden los productos Omnitrition al subcomandante Marcos. El año pasado, la empresa reclutó 120,000 distribuidores y para este año enrolará a otros 360,000, tanto en los nueve países donde opera, incluido Estados Unidos, como en los tres mercados por abrir. Espera cerrar el año facturando $450 millones de dólares y $1,000 millones de dólares en el año 2000.
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Según el líder, la otra premisa es que sus productos sí cumplen. “Si no funcionaran, no hubiéramos tenido éxito, aún con toda nuestra filosofía.”
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Vergara tiene otros proyectos en puerta. Quizá el que más le entusiasma sea el Centro Cultural, de Convenciones y Negocios JVC, un proyecto de $170 millones de dólares, en el que participan 11 de los más prominentes arquitectos del mundo, “que detonará la vida de Guadalajara, así como el Museo Guggenheim resucitó a Bilbao ante el mundo.”
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