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¿Renace una política?

El papel de fomento financiero de gobierno ha sido reivindicado por uno y rechazado por otros. Aunqu
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Bajo la influencia de la globalización y la urgencia del país en modernizar a sus empresas, la banca de desarrollo se convirtió en eje de uno de los debates más importantes de la política económica, y en particular sobre cuáles son los instrumentos más adecuados que se podrían utilizar y de qué forma se deben aplicar para impulsar a la economía del país.

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Por lo pronto, Nacional Financiera (Nafin) ha hecho un esfuerzo para conocer las experiencias que se han desarrollado en otros países. En 1999, en la celebración de su 65 aniversario, llevó a cabo un seminario al que asistieron expertos de todo el mundo. Ahí, explica Federico Patiño, director adjunto financiero de la institución, se concluyó que “la banca de desarrollo no sólo debe existir, sino fortalecerse y modernizarse para que pueda ayudar a corregir las imperfecciones del mercado”.

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Sin embargo, no existe una posición homogénea acerca de los límites a los que ha de constreñirse el apoyo que ofrece el Estado, ni sobre quién debe proveer los fondos. Enrique Vilatela, director del Banco Mexicano de Comercio Exterior (Bancomext), considera que estas instituciones deben cuidarse de operar con total transparencia en el auxilio a las empresas, y que “no deben subsidiar” con fondos propios. Pero aclara que la banca de desarrollo, “como parte de una política económica, sí puede ser el canal de los subsidios que otorgue el gobierno”, los cuales, en el caso de su organismo, se pueden destinar a respaldar las tareas de promoción del comercio exterior de México.

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También, en el marco de esa política, se podrían poner en marcha otros mecanismos para canalizar los subsidios, “si el gobierno ofrece una partida presupuestal para que la banca de desarrollo asuma un mayor riesgo de las pequeñas empresas; otros países lo hacen y eso no existe actualmente en México”, añade.

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En cambio, Patiño recalca la necesidad de que las propias instituciones financieras generen los recursos. “Es ingrata nuestra actividad, ya que casi no se ve”, se queja. La participación de Nafin en los mercados “busca resolver las necesidades de recursos financieros, generar margen para cubrir los gastos operativos y además utilidades adicionales para subvencionar algunas actividades”, dejando abierta la posibilidad de que sean las mismas entidades de fomento las que proporcionen esos subsidios.

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El funcionario de Nafin reconoce la importancia de los subsidios “bien entendidos”, transparentes, presupuestados y sólo de carácter temporal. “Ahora las cosas han cambiado radicalmente, ya que antes el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo prohibían hablar del tema de las subvenciones y los subsidios. Yo creo en el mercado, pero no tanto”, puntualiza.

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Enseñanza de mercado
Las instituciones financieras que continúan en operación apoyando a las actividades productivas –después de la desaparición del Banco de Comercio Interior– son, además de Nafin y Bancomext, Banobras y Banrural, a los que se añaden los fideicomisos del Banco de México: Fovi, Fira y Fidec, que cumplen funciones de banca de desarrollo, aunque no lo sean en esencia.

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Las dos primeras son instituciones que están obligadas a captar recursos del mercado y de organismos multilaterales, y no reciben recursos presupuestales. En esas condiciones, también han buscado mecanismos para acercar los recursos financieros a las empresas, aunque no se los entreguen directamente. “Por ejemplo –explica Patiño–, entre los programas que ofrece Nacional Financiera está el que apoya a las empresas a salir al mercado, mediante la participación temporal y minoritaria hasta por 25% del capital de las empresas. En este programa se les asesora y da información para que acudan a los mercados voluntarios de deuda y capital. La ventaja es que la participación de Nafin ayuda a las empresas a fondearse en condiciones competitivas.”

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Aunque a algunos usuarios de esos capitales les parece poco claro el beneficio, el funcionario destaca que este esquema tiene otras ventajas, ya que “obliga a las empresas a transparentar sus decisiones y compartir su información y utilidades. No son decisiones fáciles, pero sí son necesarias”. Además, advierte que las condiciones del entorno son determinantes, ya que “si queremos vivir en la globalización, la apertura y la competencia, necesariamente las empresas deberán hacer ese esfuerzo para obtener los recursos en las mejores condiciones posibles, y la banca de desarrollo debe ser facilitadora”.

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De primera mano
Vilatela afirma que Bancomext “busca satisfacer las necesidades financieras de las empresas mexicanas, considerando las cambiantes condiciones del entorno. Como consecuencia de ese enfoque, a diferencia de hace más de cinco años, cuando este banco atendía básicamente a empresas grandes y medianas, ahora orienta sus esfuerzos a respaldar a las micro y pequeñas empresas. Las grandes empresas ya ganaron capacidad para financiarse y ahora hay que apoyar a las pequeñas, que tienen más dificultades para obtener recursos”. Hoy, 95% de los créditos y 65% de los recursos se destinan a empresas pequeñas.

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Bancomext flexibilizó su esquema, por lo que ya actúa como banco de primer piso, ofreciendo acceso directo al financiamiento y dando respuesta oportuna a los requerimientos de los empresarios, asegura su director.

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Como el costo de captación de ambos organismos (la tasa de interés que debe pagar para fondearse) es equivalente al del riesgo soberano de México (el de su deuda externa), que varía en función de las condiciones del mercado y del plazo, recientemente se beneficiaron del “grado de inversión” que se otorgó al país, el mayor rango que otorgan las calificadoras internacionales a los papeles de gobierno. Para Bancomext, por ejemplo, el costo de captación se redujo entre medio y un punto porcentual.

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El costo de operación y la rentabilidad de Bancomext se obtiene del estrecho margen entre el costo de captación y la tasa que ofrece. Vilatela señala que el banco recibe recursos de corto plazo a una tasa promedio equivalente a la tasa libor (londinense) más medio punto, y presta a libor más 1.5 puntos. En este caso, el margen con el que debe mantener su operación y su salud financiera se limita apenas a un punto porcentual de los créditos que ofrece.

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Patiño, por su parte, explica que además de recurrir a los mercados internacionales para obtener recursos, Nafin se ha convertido en la “tesorería de tesorerías” de las instituciones públicas, que le depositan sus fondos para que los administre. Para este organismo, el margen con que cuenta se halla determinado por la necesidad de ofrecer el mayor rendimiento a sus acreedores y el menor costo a sus usuarios.

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Actualmente, Nafin ha puesto más atención a los proyectos que involucran a las empresas medianas y grandes –como el de desarrollo de proveedores–, que ya cuentan con capacidad financiera pero están en posibilidades de generar un importante efecto multiplicador sobre las pequeñas y medianas. Entre sus cifras relevantes del primer trimestre de este año, sobresalen un aumento de la derrama de crédito de 14% con respecto al año anterior, con cerca de $10,000 millones de pesos, el apoyo a 700 proveedores y el otorgamiento de 1,400 garantías, en las que la institución participó hasta con 70% del riesgo.

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Los pendientes
René Villarreal, director del Centro de Capital Intelectual y Competitividad (CCIC) –un organismo privado–, propone “hacer un recuento de cuáles son las políticas correctas que se deben retomar y corregir aquello que hemos hecho mal”.

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Dice que debe considerarse la tarea intrínseca por la cual existe: “La banca de desarrollo, aquí, en Estados Unidos, en China y en todos los países tiene como función apoyar la inversión productiva o estratégica de largo plazo.”

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También apunta la necesidad de afrontar la contradicción inevitable que encierra, ya que este tipo de institución financiera “se caracteriza por implicar un alto riesgo y poca rentabilidad de mercado pero, en cambio, tiene una alta rentabilidad económica y social”.

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“Se requiere una banca de desarrollo con visión estratégica y políticas de rentabilidad y eficiencia nuevas, que otorgue subsidios, comprendidos estos como un incentivo, una transferencia productiva que mañana generará más inversión, crecimiento e ingresos”, remata convencido Villarreal. 

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