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La boleta de Obama

El desempeño del presidente de EU es mejor de lo que sugieren las calamidades de la economía de ese país.
lun 01 octubre 2012 02:12 PM
General Motors y Chrysler se recuperaron de la quiebra gracias al rescate del gobierno de Estados Unidos. (Foto: Reuters)
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Ningún presidente de Estados Unidos desde 1933 había prestado juramento en un clima económico tan sombrío como el que imperaba cuando Barack Obama puso su mano izquierda sobre la Biblia en enero de 2009. El sistema bancario estaba al borde del colapso, dos grandes fabricantes de automóviles se encaminaban hacia la bancarrota, y el empleo, el mercado inmobiliario y la producción se iban en una espiral descendente.

Acorralados por las limitaciones políticas, los presidentes suelen tener apenas una mínima influencia sobre la economía estadounidense. Obama, al igual que Franklin D. Roosevelt en 1933 y Ronald Reagan en 1981, iba a ser una excepción. No sólo sus decisiones serían cruciales para la recuperación, sino que también tendría la oportunidad de dar forma a la economía que surgió.

¿Obama echó todo a perder? Casi cuatro años después, los votantes parecen pensar que sí: la aprobación de su gestión económica está cerca de tocar fondo, el obstáculo más grande para su reelección. Sin embargo, una evaluación justa debe tener en cuenta no sólo los resultados, sino las decisiones que tomó, las opciones que tenía y los obstáculos en su camino. Desde esa perspectiva, la boleta de calificaciones de Obama se antoja mejor. Su manejo de la crisis y la recesión fueron admirables. Desafortunadamente, sus esfuerzos para reformar la economía a menudo fallaron. Y las finanzas públicas de Estados Unidos están en un estado de calamidad.

Siete semanas antes de que Obama derrotara a John McCain en noviembre de 2008, Lehman Brothers se derrumbó. AIG fue rescatada poco después. Los rescates de Bank of America y Citigroup estaban por llegar. En el último trimestre de 2008, el PIB se contrajo a una tasa anualizada de 9%, la peor en casi 50 años.

Incluso antes de que Obama asumiera el cargo, existía el riesgo de que la confianza de los inversionistas se desvaneciera ante una complicada transición a un presidente que no se había fogueado.

Obama hizo lo que pudo para aliviar esos temores. Como candidato y senador había apoyado el impopular Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés), improvisado por Henry Paulson, secretario del Tesoro de George Bush. Después de los comicios escogió a Tim Geithner, quien había sido fundamental para la respuesta del gobierno de Bush a la crisis, como su propio secretario del Tesoro. El resto de su equipo económico -Larry Summers, quien había sido secretario del Tesoro en la presidencia de Bill Clinton; Peter Orszag, un director fiscalmente conservador de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), y Christina Romer, una macroeconomista de gran prestigio- resultó igualmente tranquilizador.

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Resolver una crisis financiera sistémica requiere recapitalizar las instituciones financieras débiles y desplazar sus préstamos de dudosa procedencia del sector privado al público. Bajo Bush, el gobierno inyectó dinero a los bancos. Pero las dudas sobre la capacidad de los prestamistas para resistir la recesión persistieron. Obama enfrentó llamados a nacionalizar los debilitados bancos y obligarlos a prestar, o dejarlos caer. Summers y Geithner se dieron cuenta de que cualquiera de esas dos medidas rompería la confianza en el sistema financiero y en lugar de eso dieron con una serie de "stress tests", o pruebas de resistencia, para determinar cuáles bancos tenían suficiente capital. Aquellos que fallaron podían recaudar más capital privado o conseguirlo del TARP.

La primera reacción fue de consternación y las acciones cayeron. Los expertos predijeron que Geithner no duraría. Pero las pruebas demostraron ser suficientemente duras y transparentes como para convencer a los inversionistas de que el sistema bancario no tenía nada que esconder. Los bancos se vieron obligados a recaudar cientos de miles de millones de dólares de capital. La proporción del capital de los bancos excede hoy los niveles previos a la crisis y la mayoría del dinero del TARP fue reembolsado con una ganancia para el gobierno.

General Motors y Chrysler presentaron un reto diferente. Normalmente, un fabricante en picada se liberaría de deudas y reduciría el personal bajo una quiebra supervisada por un juez. Pero en 2009 ningún prestamista proporcionaría la enorme financiación necesaria para una reorganización de las dos empresas. La quiebra significaba la liquidación. Eso habría acabado con las economías locales.

La solución de Obama fue obligar a los dos fabricantes a ingresar en la protección de quiebras y después proporcionar la financiación necesaria para reorganizarse, a condición de que eliminaran la capacidad y los trabajadores innecesarios. Ambas empresas salieron de la quiebra en pocos meses. Chrysler, que ahora forma parte de la italiana Fiat, es rentable de nuevo, al igual que GM, que volvió a bolsa en 2010. Sin embargo, el gobierno probablemente perderá dinero en estos dos rescates.

Los intentos de Obama para recomponer el mercado inmobiliario tuvieron menos éxito. A principios de 2009, 9% de las hipotecas residenciales, por valor de casi 900.000 millones de dólares (mdd), eran morosas. Según el manual tradicional, el gobierno debería comprar y luego amortizar los préstamos incobrables. Pero cuando el Tesoro estudió estas propuestas, se encontró con que no había un mecanismo listo para extraer los préstamos en mora de los fondos de titulización. Una opción era pagar a los bancos para amortizar los préstamos a niveles que los propietarios pudieran manejar. Pero el riesgo era que "le pagabas de más a los bancos haciendo un rescate por la puerta de atrás sin la protección suficiente para los contribuyentes, o pagabas muy poco y los bancos no estarían dispuestos a hacerlo", recuerda Michael Barr, quien trabajó en esos esfuerzos y ahora es profesor de la Universidad de Michigan.

En cambio el gobierno intentó inducir a los prestamistas a reducir los pagos de las hipotecas con subsidios y garantías de préstamos. En abril, sólo 2.3 millones de hipotecas se habían modificado o refinanciado bajo los programas del gobierno, en comparación con el objetivo de entre siete y nueve millones. Si Obama hubiera invertido más dinero en las amortizaciones al capital en un principio, los resultados pudieron haber ameritado el riesgo político. "Fueron prudentes", dice Phillip Swagel, un economista que abordó cuestiones similares bajo Paulson. "En retrospectiva, apuesto a que desearían haber sido imprudentes, gastar un montón de dinero y haber resuelto realmente el problema".

Los libros de economía dictan que cuando la política monetaria convencional es impotente, sólo la política fiscal puede sacar a la economía de una depresión. Por primera vez desde 1930, Estados Unidos enfrentaba esas circunstancias en diciembre de 2008. La Reserva Federal recortó las tasas de interés a corto plazo a cero ese mes y experimentó al comprar bonos con dinero recién impreso. El argumento a favor de un estímulo fiscal, por lo tanto, era bueno.

El lento crecimiento desde 2009 ha alimentado valoraciones enfrentadas de la Ley de Recuperación e Reinversión por 800,000 mdd. Los conservadores dicen que los paquetes de estímulo no funcionan o que el de Obama estaba mal diseñado. La mayoría de los estudios imparciales sugiere que están equivocados. Daniel Wilson, del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, dedujo el efecto del paquete de estímulo a través de un análisis y concluyó que éste creó o salvó 3.4 millones de puestos de trabajo, cerca del cálculo de la CBO.

La acusación de que el plan estaba mal enfocado también es injusta. Una tercera parte del dinero fue a parar a recortes de impuestos o créditos. La mayor parte del gasto tomó la forma de transferencias directas a los individuos, como cupones de alimentos y seguro de desempleo, o a los estados y gobiernos locales, para programas como Medicaid, el seguro público para personas de bajos recursos.

Los progresistas utilizan el argumento contrario: el paquete de estímulo fue muy pequeño. Romer propuso originalmente un paquete de 1.8 billones de dólares (bdd), según Noam Scheiber en su libro The Escape Artists.  Cuando le dijeron que era poco viable, lo redujo a 1.2 bdd. Al final, Obama pidió, y consiguió, unos 800,000 millones. Algunos críticos apuntan que era muy poco con relación a un déficit proyectado de 2,000 mdd de la actividad económica en 2009 y 2010. Pero era mucho más de lo que el Congreso había aprobado nunca. A pesar de que los republicanos tomaron el control de la Cámara de Representantes en 2010, Obama obtuvo casi 600,000 mdd de estímulo adicional, incluidos dos años de recorte del impuesto sobre la nómina.

Si el estímulo funcionó, ¿por qué la recuperación siguió tan lenta? El PIB creció sólo un 2.2% en promedio desde que la recesión terminó a mediados de 2009, una de las recuperaciones más lentas de la historia. Por un lado, la economía encontró turbulencias en los precios más altos del petróleo, provocados, en parte, por la primavera árabe y la crisis de la deuda europea. Además, desde el cuarto trimestre de 2009 la apretada de cinturón a nivel estatal y local neutralizó el estímulo federal, según Goldman Sachs. Tal vez la explicación más simple es que las recuperaciones de las crisis financieras son normalmente débiles. Barack Obama fue arrogante al pensar que ésta sería diferente.

Una economía a su imagen

Obama dejó en claro desde sus primeros días de campaña que quería hacer algo más que restaurar el crecimiento: soñaba con rehacer la economía estadounidense. Las mejores mentes se dedicarían a la energía limpia, no a la especulación financiera. Estimular la inversión pública en educación e infraestructura revitalizaría al sector manufacturero, aumentaría los ingresos de la clase media y haría frente al reto competitivo que representa China.

Ya en el cargo, Obama se dedicó a esa agenda y en el proceso mostró interés por la política industrial. "Cuando empezamos a hablar de la Ley de Recuperación en diciembre de 2008, las primeras discusiones fueron sobre energía limpia: una red o interconexión inteligente, energía eólica, solar, baterías avanzadas", dice Jared Bernstein, el entonces asesor económico del vicepresidente Joe Biden.

El paquete de estímulo destinó unos 90,000 mdd a proyectos verdes, incluido 8,000 millones para trenes de alta velocidad. Una parte fue claramente desaprovechada, pero quizá no tanto como piensan los críticos. Menos del 2% de los polémicos préstamos para energía verde del Departamento de Energía fueron un desperdicio. El principal problema con este gasto es que iba contra las mareas económicas. El año pasado, Obama alardeó que Estados Unidos pronto tendría 40% de la capacidad de fabricación mundial de baterías para automóviles eléctricos. Pero como los autos eléctricos aún equivalen a un error de redondeo en las ventas totales de coches, esa capacidad es innecesaria. Muchos fabricantes de baterías luchan por sobrevivir. Los fabricantes de paneles solares enfrentan competencia barata de China, mientras que el gas natural de la roca de pizarra socava el argumento a favor de la electricidad solar y eólica. En cuanto a los trenes se refiere, las autopistas, las bajas tarifas de avión y los insolentes gobiernos estatales y locales ponen en duda su viabilidad.

El presidente Obama siempre se ha presentado como un pragmático, no un luchador ideológico. "La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona", dijo en su discurso inaugural. En la práctica, sin embargo, suele decantarse por un gobierno más grande.

A veces es un asunto de necesidad. La complejidad de la reforma de salud fue el resultado de cumplir el sueño demócrata de la atención universal en el marco del mercado privado existente.

La crisis financiera obligó a ocuparse de las firmas financieras en problemas, para racionalizar las estructuras de supervisión y regular los derivados.

En otras áreas, los funcionarios nombrados por Obama propusieron o pusieron en práctica normas más costosas e intrusivas que sus predecesores. Si el gran volumen de nuevas normas ahuyentó los negocios, la retórica del presidente también dio impresión de hostilidad. Esto fue contraproducente, tanto más cuanto que sus acciones en el último año sugieren un cambio de dirección. La Casa Blanca obligó a la Agencia de Protección Ambiental a retrasar una nueva norma de control del ozono costosa y polémica. Obama es ahora un entusiasta del gas de pizarra y su administración redactó nuevas reglas en favor de esta industria, por ejemplo cuando dio a los perforadores dos años adicionales para cumplir con las normas de emisiones.

Después de su indiferencia inicial, Obama también se volvió más amigable con el comercio. Alcanzó un convenio con los republicanos para ratificar tres tratados bilaterales, e impulsa el Alianza Transpacífica de Estrategia Económica. Una ronda temprana de aranceles sobre los neumáticos resultó ser una provocación aislada en una bien administrada relación económica con China.

Este giro pragmático pudo haber llegado demasiado tarde para que Obama se gane el apoyo de las empresas estadounidenses. En cambio, a los defensores del libre mercado les preocupa que sin la influencia moderadora de funcionarios como Summers, Cass Sunstein y Geithner (que probablemente se retire al final de este periodo), los discípulos más intervencionistas de Obama dirijan su segundo gobierno.

El segundo periodo

De hecho, es probable que Obama se acerque al centro si gana un segundo mandato. Ya logró sus principales objetivos legislativos -las reformas sanitaria y financiera- y los republicanos tienen casi asegurado el control de al menos una cámara del Congreso, lo que impide grandes planes de gasto nuevos, sin importar el estado de la recuperación.

Quedan las finanzas públicas. Hay muy poco para elogiarle a Obama en ese frente. Es cierto que heredó el mayor déficit presupuestario de la historia en tiempos de paz, con 10% del PIB, pero en 2009 pensó que caería a 3% en el próximo año fiscal. En lugar de eso será de 6%, si se sale con la suya. En 2009 pensó que la deuda alcanzaría su pico con 70% del PIB en 2011. Ahora se proyecta que alcance 79% en 2014, asumiendo su optimista pronóstico de crecimiento.

Ésta no es la acusación que parece: los parámetros habituales de rectitud fiscal no se aplican a los últimos cuatro años. Cuando los hogares, las empresas y los gobiernos estatales y locales están reduciendo sus deudas, el gobierno federal hubiera empeorado la recesión de haber hecho lo mismo.

Menos defendibles son los planes para reducir el déficit en el futuro. Encadenado a una tonta promesa de no subir impuestos a 95% de las familias, los planes de Obama se han basado en los impuestos a los ricos y las empresas. Los esfuerzos por reducir el gasto cayeron sobre todo en defensa y otros artículos discrecionales. Todavía tiene que proponer planes creíbles para reducir el crecimiento de las subvenciones.

Obama supuso que reformar las prestaciones sería parte de un gran acuerdo en que los republicanos también acordarían aumentar los impuestos. Calculó mal: los republicanos no cedieron. Pero hay un convenio pendiente en caso de que Obama gane un segundo mandato. Dada la distancia que divide a los dos partidos, parece más probable que recaigan en sus habituales recriminaciones. Sin embargo, tanto el presidente como los republicanos quieren una alternativa a la alarmante combinación al final del año de exenciones de impuestos que vencen y los recortes a gastos discrecionales y en gastos de defensa conocidos como "precipicio fiscal".

El verano pasado, Obama y John Boehner, el presidente de la Cámara, alcanzaron fugazmente un acuerdo para aumentar los impuestos y recortar las prestaciones.

El acuerdo fracasó, pero la reelección de Obama les podría permitir retomarlo. Él todavía tiene una oportunidad de mejorar la peor calificación en su boleta: debería salir y exponer ese argumento de aquí al 6 de noviembre.

BOLETA DE CALIFICACIONES
La respuesta de Obama a la crisis fue sobresaliente, no así su política industrial, el alto volumen de nuevas regulaciones ni el manejo del déficit fiscal.
Materia Calificación Comentarios
Respuesta ante crisis 9 Se ejecutaron pruebas de resistencia a los bancos. Los rescates a GM y Chrysler fueron apropiadamente duros.
Estímulo 8 Un enorme paquete se aprobó con rapidez. Se exageraron sus beneficios.
Mercado inmobiliario 7 Mostró potencial pero sucumbió a los obstáculos políticos, legales y regulatorios.
Mercado laboral 7 Impulsó fondos universitarios. Hubo poco trabajo en políticas activas.
Comercio 8 Suprimió instintos proteccionistas. Evitó una guerra comercial con China.
Política industrial 5 Energía verde y trenes de alta velocidad fueron un predecible agujero negro para el dinero de los contribuyentes.
Regulación 6 Tardíamente repensó su impulso temprano de resolver cada problema con nuevas normas.
Deuda/política fiscal Incompleta El obstruccionismo republicano hizo imposible la reforma fiscal. Debe trabajar más duro si regresa para el próximo periodo.
FUENTE: Economist Intelligence Unit.

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