Gruma no estuvo exenta de los retos de una sucesión. Tras la muerte de Roberto González Barrera, presidente del consejo y fundador de la firma, en agosto, no estaba claro quién quedaría al frente. El precio de la acción bajó hasta 11% entre octubre y diciembre.
Antes de la muerte del empresario, Joel Suárez ya era director general de Gruma. La tensión vino con la renuncia y destitución de algunos directivos, del mismo Suárez incluso, después del fallecimiento.
"González Barrera hubiera pasado el control antes", dice Ludivina Herrera, directora de la licenciatura en Administración del Tecnológico de Monterrey, campus Santa Fe.
Pero la estabilidad volvió. En diciembre, Juan González Moreno, hijo del empresario, fue nombrado CEO, el consejo creó la figura de comité ejecutivo con dos miembros externos y la firma compró la participación de 23% que Archer Daniels Midland tenía en Gruma.
"La empresa dio certeza a los mercados al demostrar que los miembros del consejo llegaron a acuerdos y eliminaron diferencias", añade Herrera.
"Hoy, la empresa ofrece buenos dividendos y nuestra recomendación es de compra", dice Paula Sotelo, analista de Monex. En lo que va del año la acción subió 40%.
Tener un proceso de sucesión planeado es quizá la mayor enseñanza de este caso. En México, 95% de las empresas familiares no tiene un plan formal ni medible, dice Jesús González, socio a cargo de Asesoría en Gobierno Corporativo de KPMG México. Por ello, la mitad de estas empresas no pasa de la primera generación y poco más de una tercera parte apenas supera la segunda.
Los expertos difieren sobre el tiempo que dura el proceso. Deloitte recomienda que el CEO se retire a los 65 o 70 años y prepare su salida cinco años antes. Mario Degandarillas, experto de Fundación Heres, asesora de empresas familiares, dice que se requieren 10 años. Para González, de KPMG, el tiempo no es la base, la planeación es a largo plazo.
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