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El ex empleado que desafió a Zambrano

Ricardo Alessio intentó importar cemento por más 10 años y acusó a Cemex de boicotear su negocio; en febrero de 2014 logró su objetivo y ya ha colocado 5,700 toneladas de cemento cubano en el país.
lun 23 junio 2014 06:00 AM

Tras una década de enfrentamiento con Cemex para importar cemento, Ricardo Alessio y sus socios, Luis Bonales y Ricardo Camacho, lograron su objetivo a finales de 2013 y hacia febrero habían traído ya 5,700 toneladas de material a México. Su afán por conseguir cemento más barato les costó la guerra con la cementera , a la que acusaron de boicot y prácticas monopóloicas, y de la que son ex empleados.

La siguiente meta de Alessio es construir su propia planta productora en Yucatán, pero su objetivo de competir con las grandes todavía parece muy lejano. 

Su primer cargamento, en 2004, nunca fue desembarcado. Quisieron traer unas 26,000 toneladas desde Rusia en el buque Mary Nour, pero una serie de amparos, denuncias y embargos les impidió descargar el material, publica la revista Expansión del 23 de mayo de 2014.

Alessio acusa a Cemex, que controla casi la mitad del mercado en México, de boicotear su operación. La compañía regiomontana lo niega. Señala que desde hace años se importan libremente cientos de miles de toneladas.

Alessio y sus socios perdieron en aquella ocasión por lo menos 1.7 millones de dólares (mdd). Esto, sin contar lo que gastaron para defenderse de las acusaciones por contrabando y falsificación de documentos que interpusieron en su contra la empresa que dirigía Lorenzo Zambrano y la Cámara Nacional del Cemento (Canacem).

Al no encontrar un despacho que los representara, Alessio estudió una maestría en Derecho Mercantil para continuar la pelea.

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En febrero de 2014 consiguieron su segundo desembarco en cuatro meses. El barco Atenea llegó a Yucatán con cemento cubano.

El caso Mary Nour

En 2002, tras pasar por las filas de Cemex , Alessio, Bonales y Camacho fundaron la constructora Irkon, cuyo principal insumo era el cemento.

En su búsqueda por reducir costos, decidieron que importarían cemento del extranjero, donde era más barato. En el año 2005, en México se vendía uno de los cementos más caros del mundo, según la investigación de la Comisión Federal de Competencia (CFC) que tomó 27 meses.

“Para que te des una idea: en 2004, el cemento al mayoreo en México estaba en 120 dólares”, dice Alessio. “Yo compré el cemento en Rusia a 30 dólares”. La intención de los mexicanos era importar unas 26,000 toneladas de cemento a granel.

“El cemento del Mary Nour se (iba) a vender como pan caliente”, dice el empresario. “Porque todo mundo (...), que necesariamente le tienen que comprar a las cementeras, se (iban) a arrebatar mi producto”.

Él y sus socios primero intentaron adquirirlo de una filial de Semen Gresik, la tercera cementera más grande de Indonesia. Pero el acuerdo de compraventa se cayó en el último momento.

Alessio acusó a Cemex de presionar a la compañía asiática para que no les surtiera. La cementera entonces poseía 25.5% de las acciones de Semen Gresik.

Después buscaron a la taiwanesa China Rebar, pero ésta también se negó a venderles. Alessio volvió a acusar a Cemex. Esta vez, dijo, por amenazar con inundar Taiwán con cemento barato. La firma había enfrentado en 2001 un caso por dumping en ese país, según documentos de la extinta Comisión Federal de Competencia.

Al final, Alessio y sus socios compraron el cemento en Rusia, a un precio por tonelada tres dólares por encima del pactado con los proveedores en Indonesia y Taiwán. Cargaron el producto en el buque Mary Nour, que le habían rentado a la empresa jordana CTI Group, y éste zarpó hacia México.

Tenían programado atracar en Tampico, Tamaulipas. Pero Cemex presentó un amparo en el que argumentó que el desembarco pondría en riesgo sus operaciones en el puerto.

La capitanía les negó el permiso para desembarcar. Así que navegaron hacia Altamira, a 16 kilómetros de Tampico. Ahí, la autoridad portuaria embargó el Mary Nour y su cargamento, en respuesta a una acusación de contrabando de la Canacem.

En total, el buque pasó todo un año frente a la costa tampiqueña sin poder descargar un solo saco de cemento. En junio de 2005, CTI le ordenó al capitán noruego del Mary Nour abandonar las aguas mexicanas. La empresa jordana pagó 9,000 dólares por cada día que el buque estuvo varado en costas mexicanas.

“Le rogamos que, por favor, no sacara el barco, que teníamos amplias posibilidades de ganar los juicios”, dice Alessio. “Que no era el momento de doblar las manos”.

Dos años más tarde, Alessio y sus socios denunciaron a la Canacem, Cemex, Grupo Cementos Chihuahua, Lafarge y Moctezuma por prácticas monopólicas . Dijeron que la cámara y sus miembros les habían impedido sumarse al padrón de importadores, entre otras cosas. Cemex, por su parte, denunció a los tres por difamación y falsificación de documentos.

Alessio, Bonales y Camacho intentaron importar cemento nuevamente en 2011, esta vez, de Jamaica. Pero ninguna cementera quiso hacer negocios con ellos. Alessio volvió a acusar a Cemex. Luego vino el arresto de uno de sus socios.

Arrestan a su socio

Dos agentes ministeriales lo detuvieron la mañana del 22 de agosto de 2011 en su casa en Monterrey. Respondieron a una denuncia de Cemex, que lo acusaba de falsificar facturas. Alessio dice que eran siete, de 80 pesos cada una.

“Lo que intentaban demostrar esas facturas ante la CFC era que el precio del cemento en México en diferentes casas de materiales era más alto que el precio internacional”, explica Alessio. “El problema era que esas copias traían mal la leyenda. Debían haber dicho ‘copias certificadas de copia notarial’ y lo que decían era ‘copia certificada del original’. Fue un error nuestro, pero no era una falsificación. Era una falta administrativa”.

Bonales pasó unas 40 horas en el penal de máxima seguridad de Apodaca, a las afueras de Monterrey. Luego de Apodaca, Bonales quiso salirse del negocio del cemento, pero Alessio y Camacho lo convencieron de no darse por vencido.

Siboney reduce los precios

En febrero de 2014, el barco Atenea transportaba los sacos de cemento de la marca Siboney, que Alessio y sus socios le compraron a la Empresa Importadora y Exportadora de la Construcción, que tiene participación del gobierno cubano y de la cementera suiza Holcim .

Cada embarque de 2,850 toneladas les cuesta unos 450,000 dólares. Es, en proporción, más caro que los 1.7 millones de dólares (mdd) que pagaron por las 26,000 toneladas del Mary Nour.

Cada saco importado de Cuba contiene 42.5 kilos de cemento, en lugar de los 45 que tienen los de otras cementeras en México. Alessio dice que la calidad del producto significa que las personas no necesitarán tanto material, lo que se traducirá en ahorros. A principios de año, un saco de 45 kilos costaba entre 115 y 120 pesos en la península de Yucatán.

Alessio y sus socios ya venden los sacos importados en Chetumal, Cancún, Riviera Maya, Ciudad del Carmen y Campeche.

“Las dos penínsulas son las más desatendidas en cuanto a plantas”, dice Alessio. “(...) La única planta en la península de Yucatán está concentrada al centro y al norte”.

La publicación especializada International Cement Review dice que la entrada de la marca Siboney a Yucatán redujo hasta 10% los precios en la región.

Mauricio Doehner, vicepresidente de asuntos corporativos de Cemex, duda de que el negocio de Alessio funcione. “Lo que tengo entendido es que no han podido comercializar como ellos quisieran”, dice. “El rumor que me ha llegado de distribuidores es que el producto no es tan fácil de colocar”.

Los socios esperan importar este año 48,000 toneladas, más de 1,000 sacos de cemento. Esto representa menos del 1% del consumo nacional y 600 veces menos de la capacidad instalada de Cemex en el país.

Una planta en Yucatán

Alessio habla de su próxima meta: construir una molienda en Yucatán. Una molienda mezcla piedra caliza cocida y yeso para producir, sin mucha inversión, cemento.

“Y después de la molienda, una miniplanta”, dice Bonales. Ése ha sido el sueño de los tres empresarios desde el principio.

Por lo pronto, Alessio ya se reunió con el alcalde de Progreso, el priista Daniel Zacarías Martínez, para hablarle de sus planes: construir una planta en Yucatán el próximo año.

“Nosotros estamos apoyándolos a localizar un terrreno que esté accesible a la carretera Mérida-Progreso”, dice Martínez. “Eso es ahí por el mismo tránsito del material (que viene del puerto)”.

Alessio estima que él y sus socios tendrán que invertir entre 2 y 3 mdd para construir la planta.

“Somos un grupo que quiere dejar de importar”, asegura. “Que quiere dejar de dejar las divisas en el extranjero. Que quiere hacer una inversión importante en infraestructura”.

Los tres socios confían en que su planta ayudará a disminuir los precios del cemento en la región. Pero aún está lejos de poder competirle a las grandes cementeras. Hoy, Alessio y sus empleados venden, cliente por cliente, los sacos de cemento llegados de Cuba.

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