Cómo pagar tus deudas sin dañar tu Buró: evita la temida quita que puede marcarte por años
Un plan para ordenar pagos, negociar condiciones con bancos, comparar costos, descartar atajos de riesgo y priorizar decisiones son medidas que debes considerar si tienes muchas deudas.
Debes pagar la renta, comprar comida, mover dinero para el transporte y, aun así, recibes alertas de pago vencido. El saldo crece más rápido que la posibilidad de bajarlo. No es un caso aislado: mucha gente llega a ese punto sin tener claridad del monto total que debe pagar, a qué tasa de interés y plazos . Esto es el resultado de pagar sin estrategia, reaccionar por urgencia y carecer de un orden en tus gastos.
Si quieres cambiar el rumbo, no es necesario empiezar con un nuevo crédito ni descargar en una app que promete resolverlo, sino en aceptar la fotografía completa de lo que debes, ponerla en números y definir qué sigue con un criterio de costo, no de presión. A partir de ahí, las rutas existen, pero no todas te sirven, no todas te convienen y una en particular puede marcar tu historial por años.
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El primer paso no es pagar, es aceptar que hay un problema
(Expansión|Gemini)
“Primero aceptar que tienes deudas, porque luego muchas veces es como el no querer aceptar, nos da pena, nos sentimos mal”, dice Adolfo Ruiz, director de asuntos internos de Grupo Financiero BX+. Ese reconocimiento no es un trámite emocional, sino que es el punto que permite construir una lista real de acreedores, montos y fechas. Sin esa base, cualquier pago es aleatorio, no estratégico.
Con el inventario listo, viene el choque con la realidad: el dinero que entra contra el que sale. Librarte de las deudas no empieza con pagar en abonos, sino descubriendo qué parte del ingreso queda libre después de cubrir lo no negociable del mes. El pago de deuda nunca compite con lo elemental. Sale del excedente, no del deseo.
Armando el presupuesto aparece otro punto: pagar por pagar no resuelve, es decir si solo se cubre el mínimo de las tarjetas, ese monto no toca capital, solo paga los intereses del periodo, por eso el saldo no baja. Ese es el tipo de decisiones que alargan la deuda sin dar avance real.
Cuando la deuda es bancaria, el silencio sale caro
Ignorar al banco no pausa la deuda, acelera el interés. Atenderlo abre rutas que no existen en el terreno del silencio. Las instituciones pueden congelar saldos, reestructurar pagos o formalizar planes que detienen el crecimiento descontrolado de intereses.
“Debo, no niego, pago, no tengo. Es mejor que se pueda hablar, porque si no se van a seguir generando los intereses y se van a volver impagables”, apunta Adolfo Ruiz. No es una frase conciliadora, es un diagnóstico: el tiempo sin acuerdo es tiempo que capitaliza el interés.
Llegar a la institución modifica el tratamiento. El cliente que avisa su situación habilita mecanismos que desaparecen cuando no hay contacto. En ese terreno también hay condiciones: si entras a plan de pagos, la tarjeta deja de ser herramienta activa.
Unificar deudas solo si hay menor tasa de interés
(Expansión|Gemini)
Consolidar deudas solo sirve cuando el costo total baja. Si la tasa no baja o el nuevo crédito no cubre el 100% del adeudo, el problema solo cambia de banco o institución.
“¿Cuál es el truco? Que la tasa baje. Si te ofrece esta alternativa una tasa más baja, entonces conviene, pero hay que considerar que debemos alcanzar a cubrir todo el monto de la deuda para no dejar una deuda establecida”, explica el directivo de Grupo Financiero BX+.
Los ejemplos que da sobre cuándo sí conviene consolidar deudas no están en los números sino en las condiciones: si tienes muchas tarjetas dispersas, agruparlas solo sirve cuando se sustituyen por una deuda única con menor tasa y sin dejar saldos fuera. El beneficio es doble: menor costo y un solo compromiso en calendario.
Si la consolidación no alcanza, aparecen dos mecanismos puente: crédito personal o crédito de nómina. Ambos son herramientas de reacomodo, no dinero nuevo para gasto. Funcionan cuando sustituyen deuda cara por deuda más barata, no cuando la incrementan.
Las prioridades de pago tampoco responden a sensación de avance, sino a costo real: Ruiz insiste en atacar primero lo que más genera intereses, no lo que “se siente” más chico.
Quita, buró y cobranza: consecuencias que no se negocian
“La quita es lo peor que puedes hacer, se considera prácticamente como defraudar al sistema”, dice Adolfo Ruiz. No es una valoración moral: es una categoría financiera con efectos concretos.
La quita no llega en la etapa de negociación con el banco, llega cuando la cartera ya fue vendida a un despacho. Ese momento marca un punto de no retorno en el expediente crediticio. De acuerdo con el Buró de Crédito, ese registro se muestra bajo la “clave 97”, señalada en color rojo dentro del Reporte de Crédito Especial, lo que indica que el compromiso original no se liquidó en su totalidad y los otorgantes lo interpretan como evidencia de incumplimiento.
En deudas no bancarias el escenario se endurece. Quien debe a tiendas departamentales u otras emisoras fuera de banca múltiple entra a un terreno diferente de cobranza, más agresivo, con reglas distintas y, en algunos casos, con riesgo de procesos de embargo. No es el mismo carril ni la misma negociación.
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Empeñar la casa no es un dicho, es literal
Cuando las opciones financieras se agotan, aparece la más pesada: la liquidez con garantía hipotecaria. No es una figura abstracta: el patrimonio se vuelve respaldo directo.
“Tú estás empeñando tu casa, es una alternativa muy extrema”. El directivo de Grupo Financiero BX+ no lo dice como metáfora. Lo describe como mecanismo real: tomar valor de la vivienda para pagar deudas, con el riesgo asociado a cualquier incumplimiento.
Antes de llegar ahí, Ruiz establece un paso previo menos perjudicial: vender activos personales para obtener liquidez sin comprometer un bien raíz. No es la mejor ruta, pero es menos severa que hipotecar.
Cierra esa escalera con un recurso no financiero antes que el patrimonial: pedir apoyo a personas cercanas. No por tasa, sino porque aparece cuando ya se agotaron las soluciones institucionales.
Los préstamos que no son préstamos, son captura
Al hablar de créditos digitales sin regulación, el vocero no habla de tasas, habla de acceso. El problema no empieza en el cobro, empieza en los permisos.
“Bajas la aplicación sin darte cuenta de que estás entregando absolutamente todo el control de tu dispositivo, directorio, redes sociales”.
Ese ejemplo es la columna del riesgo: no es un préstamo que te cobra, es un mecanismo que te controla primero y te cobra después, usando información personal como herramienta de presión. La deuda deja de ser financiera y se transforma en vulnerabilidad operativa y reputacional.
Otra salida que menciona con advertencia es el empeño. Si no hay administración estricta, lo que se deja no retorna, y el problema solo cambia de forma sin resolverse.
El vocero no plantea opciones planas, plantea orden de impacto. La primera decisión correcta es acercarse al banco. Luego, consolidar si la tasa baja y cubre todo. Después, crédito de nómina o personal si reduce el costo real. Más adelante, liquidez hipotecaria. Antes de tocar la casa, vender activos. Luego, pedir apoyo cercano. Hasta el final, la quita.
“Lo mejor es acercarte a la institución financiera y reestructurar… después consolidar si la tasa baja… luego crédito de nómina o personal… después liquidez con garantía… antes vender activos… luego préstamo con amigos. Y la quita es la última, es lo peor”.
Ese ejemplo del vocero no describe preferencias, describe consecuencias acumuladas. Cada escalón que se baja aumenta el costo: historial, patrimonio, capacidad futura o estabilidad personal.
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