De la oscuridad a la victoria: ser el mejor golfista ciego del mundo

Jeremy Poincenot ya no puede leer, ni conducir, ni siquiera reconocer caras. Este joven de 20 años, que perdió la vista hace dos años, es capaz de golpear una pelotita y embocarla en un hoyo ligeramente más grande a una distancia considerable.
En agosto, con un golpe desde fuera del green, se alzó con la victoria en un torneo que lo proclamó como el mejor golfista ciego del mundo.
Poincenot padece una rara enfermedad llamada neuropatía óptica hereditaria de Leber (LHON, por sus siglas en inglés), y no hace mucho temía no volver a jugar al golf.
En la víspera del Día de Acción de Gracias de 2008, se dio cuenta de que su visión, perfecta hasta entonces, se había vuelto algo borrosa. Y lo que iba a ser una visita al oculista para ponerse gafas, terminó con el diagnóstico de un tumor cerebral.
Se le hizo un escáner, una punción lumbar y luego se le colocó un catéter en la yugular para intentar diagnosticar la causa de su pérdida de vista.
Finalmente, después de que su madre lo descubriera en Internet, a Jeremy se le diagnosticó LHON, una enfermedad hereditaria sin tratamiento ni cura y que sólo afecta a unas 50,000 personas.
A raíz de la enfermedad de su hijo, Lissa Poincenot creó el sitio de Internet LHON.org para dar apoyo a otros pacientes y sus familias, y para recaudar fondos para el Instituto Ocular USC Doheny, donde el doctor Alfredo Sadun investiga una cura.
Ante las perspectivas de su ceguera, Jeremy admite que estuvo deprimido un par de meses, hasta que decidió ponerse en acción.
"Vi a un tipo que acababa de perder a su mujer y su bebé al caer un avión sobre su casa", dijo a CNN.
"El hombre daba una conferencia de prensa, entre llantos, y decía que 'si alguien sabe cómo hacer frente a semejante tragedia, que me lo diga, por favor'. Y pensé. 'Si este tipo puede resistir esto, entonces yo también puedo sobrevivir sin vista' Y ese fue mi lema: 'Hay cosas peores".
Así que seis meses después de quedarse ciego, Poincenot decidió volver a usar los palos.
Jeremy jugaba al golf todos los domingos desde los 12 años con su padre, Lionel, un empleado de la empresa de artículos de golf Callaway. Practicar el golf para ciegos los acercó aún más, ya que a diferencia del golf profesional, esta disciplina es un deporte de equipo.
Lionel actúa como si fuera el entrenador de su hijo: le describe el hoyo que va a jugar, los búnkers, los obstáculos, y le ayuda a ajustar sus pies y el palo antes de cada golpe.
Luego le indica la dirección hacia donde debe golpear, mientras Jeremy coloca su barbilla en el hombro de su padre para hacerse una idea de la alineación correcta. "Él es el que hace todo el trabajo, me alinea y me lee los putts, yo simplemente ejecuto", comenta entre risas Jeremy.
Jugaron su primer torneo juntos en Texas, y se clasificaron para la competición nacional en California, pese a algunos problemas. "Se le olvidó decirme de algunos bunkers, y no fui muy amable con él", recuerda Jeremy.
Pero antes del Campeonato Mundial de la Asociación Internacional de Golf para Ciegos en agosto, Jeremy hizo un pacto con su padre: "Nos dimos cuenta de que tenía que mejorar nuestra actitud como equipo, así que decidimos concentrarnos en pasarlo bien en lugar de estresarnos con cada golpe".
La nueva estrategia funcionó y, al término de la primera jornada, Poincenot quedó empatado en el tercero lugar de un total de 60 participantes, a un golpe del líder.
"Durante toda la segunda jornada, el estómago lo sentía en la garganta. Estaba muy nervioso", admite. "Pero creo que mi padre estaba aún más nervioso que yo", agregó.
Pese a todo, Poincenot logró 89, con una puntuación de 70, con lo que empató con el campeón británico Simon Cookson, con lo que fue necesario un desempate entre los dos.
"Mi tercer golpe se quedó corto y no llegó al green. Simon también se quedó corto en el segundo, pero me dieron un stroke on the hole porque yoy soy B2 y Simon es B3", explicó.
En este deporte, no todos tienen el mismo nivel de ceguera, por lo que hay un sistema de handicap para que todos compitan en mayor igualdad. Aquellos que son completamente ciegos son B1, los que tienen hasta un 6% de visión son los B2, como Poincenot, mientras que los que tienen 10% son B3, la categoría para los jugadores con más visión.
Pese a esta potencial desventaja, Jeremy tenía reservado lo mejor para el final.
"Di un buen golpe e incluso escuché a la gente entre la multitud que decía: 'Fue un buen golpe'. A continuación oí la bola golpear en el pin y caer en el agujero. Mi padre gritó: '¡Entró!' Tiré mi gorra al aire y abracé a mi padre", relató.
Además de ganar este campeonato mundial, Poincenot ha ayudado a recaudar fondos para la lucha contra su enfermedad, con pruebas ciclistas, medias maratones e incluso con saltos en paracaídas.
Ahora ya tiene su cabeza puesta en el próximo torneo, que se celebrará en Nueva Escocia, Canadá, en 2012.
"Poder compartir el campeonato del mundo con mi padre es algo increíble. Todavía no he caído en la cuenta", comenta. "Es una gran sensación y espero que ayude a crear conciencia sobre la LHON porque ése es el gran motivo por el que hago todo", agrega.