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Energía: switch de la sustentabilidad

El uso de energías 'limpias' no es suficiente si en planta no se disminuye el consumo indiscrim
lun 02 junio 2008 05:07 PM
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La industria manufacturera consume 70% de la energía que se

Cada día aumenta el consumo de energía eléctrica en el mundo, sobre todo entre fábricas, escuelas, hospitales y hogares. De ésta, 79% proviene de combustibles fósiles como el petróleo, carbón y gas natural. Desafortunadamente, la sobreexplotación de estos insumos contribuyen de forma importante en la emisión de dióxido de carbono (CO2), el cual, de no modificarse el patrón de consumo energético, observará un crecimiento constante anual de 1.8% de aquí a 2025, contribuyendo al calentamiento global y agravando el cambio climático y las consecuencias que esto conlleva.

De acuerdo con el informe Nuevas energías renovables, realizado por el Senado de la República, 70% de la energía generada a nivel mundial es consumida por el sector manufacturero y utilizada, básicamente, en la alimentación de motores eléctricos dedicados a la producción y uso de sistemas de aire acondicionado.

Si a esto sumamos la utilizada para la iluminación de plantas, oficinas y edificios públicos tenemos que, gran parte de la energía consumida, está dirigida a los procesos de producción, comercialización y negocios; esto, sin contar el consumo de electricidad en oficinas de gobierno, servicios públicos de salud y sector informal.

Ante esta situación, la alta demanda de los energéticos y, por consiguiente, los precios de los insumos utilizados para generar electricidad, impactan de manera directa en los costos de operación de las empresas, disminuyendo con ello su competitividad y aumentando los índices de contaminación ambiental.

Las ramas que demandan  mayor consumo de energía en México son: transporte, 43%; industria manufacturera, 29%; vivienda, alumbrado, bombeo de aguas, comercio y edificios públicos, 19%; y agricultura, 3%. Siendo la manufactura el segundo mayor consumidor, está obligada a actuar de forma inmediata.

En total, el valor de ese consumo equivale a 8% del Producto Interno Bruto (PIB); de ahí que los costos en que incurren en México las empresas por consumo de energía las oblige ha implementar programas de ahorro y uso eficiente. Y es que, según datos de la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía (Conae), 20% de los desperdicios de energía en la industria se deben a fallas en los sistemas de alimentación. 

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Es por eso que la conae, en conjunto con el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (Fide), ya ofrece apoyo y asesoría para la implementación de procesos y programas de ahorro de energía e impulsa proyectos y propuestas tanto en el sector privado como público, con el objetivo de reducir este tipo de fallas, no sin antes detectar las áreas de fuga. 

Al respecto, Jaime Jiménez, director general de Trane, empresa especializada en aire acondicionado, señala que el ahorro en el consumo de electricidad está determinado por dos aspectos: la recuperación de las inversiones programadas para dicho objetivo y la reducción misma de los costos.

Sin embargo, la falta de una cultura clara y comprometida de ahorro de energía por parte de las empresas es prácticamente nula, comenta Juan Luis Tron, director general de Tripp Lite México, fabricante de reguladores y paneles de conducción eléctrica. “En la actualidad, el uso intensivo de equipos de cómputo y telecomunicaciones incrementa hasta 500% el consumo de energía eléctrica en las empresas, cantidad suficiente para suministrar electricidad a cualquier colonia”, menciona Tron.

Y a pesar de los esfuerzos que ya hacen algunas plantas por aplicar programas para reorientar y hacer más eficiente el uso de electricidad, organismos internacionales recomiendan, cada vez más, comenzar a buscar nuevas fuentes de energía.

Es bien sabido que en México un número importante de empresas operan bajo esquemas de cogeneración de electricidad, pero siguen teniendo como insumo principal los combustibles fósiles, por lo que el volumen de reducción de emisiones contaminantes de co2 es prácticamente nulo, es decir, hasta cierto punto se satisface un problema económico y de suministro, pero no se atiende la parte ecológica y la sustentabilidad en su conjunto.

COMPROMISOS AMBIENTALES

Las tendencias para hacer negocios se están modificando, y ahora se obliga a las compañías a asumir un papel cada vez más comprometido con el entorno. Por un lado, se les pide ser empresas socialmente responsables (ESR), mientras que, por el otro, se les demanda inclinarse por políticas de conservación del medio ambiente y migrar hacia la sustentabilidad no sólo económica, sino también ecológica. A nivel global, las empresas han adoptado políticas corporativas de sustentabilidad, aseguró Juan Elvira Quesada, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en el marco del seminario Sector Financiero y Medio Ambiente, en el que también se mencionó que el sector financiero mexicano buscará promover prácticas sustentables, ya que una de sus tareas “es analizar todos los riesgos que presentan los proyectos  de inversión”.

En este mismo sentido, en 2002, durante la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable (CMDS), realizada en Bonn, Alemania, se acordó una agenda amplia en relación con el uso eficiente de la energía para el desarrollo sustentable. Algunos de los principales acuerdos a los que llegaron los países participantes, entre ellos México, fueron:

  • Mejorar el acceso a servicios y recursos energéticos fiables, de costo razonable, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales.
  • Buscar un mayor aprovechamiento de todas las fuentes de energía renovables.
  • Promover el uso de combustibles líquidos y gaseosos menos contaminantes.
  • Incrementar al máximo la eficiencia de la energía generada.

Todo indica que empresas y gobiernos tendrán que comprometerse a incrementar e incentivar el uso de energías renovables, lo que propiciará en el mercado una mayor oferta de distintos tipos de energías que permitirán, en teoría, disminuir la fluctuación de los precios de los energéticos.

Considerando esto, el gobierno de México debe ofrecer incentivos fiscales para la inversión en investigación y desarrollo (ID) de nuevas tecnologías que permitan el ahorro y uso eficiente de energía. Al mismo tiempo, y como ya sucede en países como España, es necesario comenzar a promover la transferencia tecnológica entre empresas y facilitar el acceso al crédito que tiene como objetivo explorar energías renovables.

El uso de energías alternativas en México todavía es incipiente. La falta de inversión, el escaso desarrollo tecnológico y las modificaciones legislativas, en algunos casos, son las principales limitantes para lograr incentivar la generación y el consumo de este tipo de insumos. En la actualidad, la oferta y producción de energía renovable a nivel mundial es de apenas 14%, y 11% es generada con leña, carbón vegetal, desechos agrícolas y residuos sólidos municipales.

Pese a que falta mucho por hacer, en los últimos 20 años la oferta de energías renovables como la solar, eólica y geotérmica han observado un crecimiento promedio anual de 9.4%, impulsado, principalmente, por el desarrollo tecnológico que se vive. Por ejemplo, la generación de energía eólica y la producida a través de celdas solares, donde países de Europa han centrado gran parte de sus desarrollos, han observado un crecimiento anual de 52.1 y 32.6%, respectivamente.

Es importante señalar que el gas natural utilizado para generar electricidad está considerado como un emisor menor de co2, comparado con el petróleo y, se prevé que para 2025 este insumo contribuirá con 20% de las emisiones contaminantes a nivel mundial, la mitad de la generada por el petróleo.

En este sentido, el consumo masivo de gas natural para producir electricidad no parece ser la solución esperada, ya que no es un recurso renovable y los precios dependerán de la disponibilidad y oferta de éste en el mercado.

El sector industrial está obligado a implementar medidas de ahorro y uso eficiente de la energía dentro de sus procesos de producción, por lo que la  tendencia a convertirse en un sector sustentable no se refiere sólo a su viabilidad económica, sino también a su integración y compromiso con la sociedad. Paradójicamente, el sector que más combustibles fósiles demanda es el energético, que a través de las centrales eléctricas y termoeléctricas, principalmente, se convierte en el mayor generador de co2, y es, junto con el de transporte, en uno de los dos sectores que generan mayor contaminación.

REVOLUCIÓN DE BIOCOMBUSTIBLES

En años recientes se ha descubierto que la generación de bioenergía a partir de biomasa derivada de diferentes fuentes naturales, cuenta, entre otras virtudes, con la capacidad de constituirse en una fuente renovable de hidrógeno, convirtiéndose de esta forma en una alternativa viable para solucionar el consumo de energía y, lo mejor, a bajo costo, además de contribuir con la disminución de emisiones contaminantes. Este hecho cobra relevancia para América Latina y sus empresas, ya que en el caso de la Unión Europea (UE) se está apostando para que en 2020 cerca de 20% del transporte en la región utilice como fuente principal los biocombustibles. Dejar de actuar en consecuencia estancaría el desarrollo de las empresas latinoamericanas.

El interés por esta fuente alternativa de energía ha crecido en los últimos años. Tan sólo en 2004 la producción de biocombustibles a nivel mundial fue de 84 tera watts/hora (TW/h), de los cuales 50% fue producido por Estados Unidos (EU) que, junto con Japón y Finlandia, fueron los principales productores a nivel global. Se estima que para 2025 el uso de este energético contribuirá de manera importante a la disminución de las emisiones de CO2, sin embargo, su viabilidad estará supeditada a la disposición de los insumos básicos, pues estos dependerán de la cantidad de agua disponible para la producción de cultivos y de la tierra disponible para su siembra.

Bajo este escenario, la posibilidad de producir biocombustibles mediante cultivos genéticamente modificados podría convertirse en la opción ideal, debido a que posibilita generar plantas que consuman menos agua y tengan la capacidad de fabricar el nitrógeno suficiente para ser utilizado como combustible.

En la actualidad, el biodisel se produce con aceites de colza y girasol, mientras que el bioetanol es producido a partir del trigo, maíz, remolacha y caña de azúcar y sorgo, siendo Brasil el principal fabricante mundial de este combustible con una participación de 59%, seguido de eu con 33%. No obstante el avance observado en la producción de este energético, aún siguen siendo desaprovechados una gran cantidad de residuos de cultivo como el bagazo de caña, desechos de arroz, cáscara de coco y nuez, aserrín y desechos de cereal, los cuales representan una importante fuente de energía.

Otra alternativa importante de energía renovable son los residuos sólidos municipales, confinados en los rellenos sanitarios. Estos confinamientos son capaces de producir cantidades importantes de gas metano y CO2, mismos que son utilizados para generar electricidad o combustible para el transporte.

De acuerdo con el informe sobre nuevas energías renovables, del Senado de la República, se estima que la oferta de energía de estos residuos en 2020 será de 5,500 mega wats (MW), que equivaldrían a 2,000 mde y generarán cerca de 22,000 empleos; la ventaja comparativa con respecto a otro tipo de energías, es que la generación de electricidad con ésta fuente es más barata que la solar o eólica.

El estado de Sinaloa es uno de los primeros en impulsar la construcción de dos plantas para generar biocumbustibles. Destilmex será la encargada de operar dichas plantas, que inicialmente requerirán de 600,000 toneladas (ton) anuales de maíz para la fabricación de 75 millones de galones de bioetanol, que tendrán como destino principal los eu. Recordemos que este estado se ha convertido en un productor importante de granos.       

El gobierno de la entidad, junto con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), implementa un programa de trabajo que contempla la construcción de 10 plantas más para la fabricación de etanol y un esquema de garantías por 75 mdp para la compra de cosechas.

Garantizar el suministro de bioenergía y biomateriales se perfila para ser uno de los temas que enarbolen las empresas de clase mundial. En lo que respecta a la manufactura, en el corto plazo deberá contemplar la capacitación de personal en nuevas tecnologías, el uso racional de la energía y la investigación en energías renovables, pero sobre todo, tiene el reto de asimilar que los beneficios no se reflejan en métricas de marketing, sino en la certidumbre de saber que mañana sus plantas seguiran operando.

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