Las huellas electrónicas en Internet hacen posible rastrear a quien sea

Sólo se necesita el toque de un dedo para localizar el banco más cercano, comprar boletos para el cine o encontrar direcciones de casi cualquier lugar del mundo.
La revolución digital ha transformado la manera en que la generación actual realiza sus tareas diarias. Pero algunos dicen que la comodidad ha llegado a cambio del precio de la privacidad.
Los intereses personales y los sitios de compra son dos datos valiosos para las compañías que trabajan por conquistarte con su mercadotecnia. Y no solo se trata sólo de empresas que graban la dirección geográfica de tu computadora o de la lupa que ponen a tus tarjetas de crédito.
“Casi todo lo que haces hoy en la sociedad involucra una huella de salida”, dijo Doug Klunder de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), director del Proyecto de Privacidad en Washington de la ACLU.
Sin darte cuenta, mientras vas por tu rutina diaria compartes más información de la que crees: “Empieza en el momento en que te levantas”, asegura Klunder.
“Es simple, todo puede ser rastreado. Si es en un autobús y pagas con tarjetas de autobús, eso puede ser detectado. Si manejas tu auto, cada vez hay más cámaras que reconocen las placas. En cualquier momento que tienes un celular encendido, éste se comunica con torres de telefonía celular y se crea un registro amplio de dónde estés”.
La cantidad de información personal proporcionada es cada vez más riesgo. El año pasado, más de 11 millones de consumidores estadounidenses fueron víctimas de robo de identidad, de acuerdo con un estudio anual lanzado en marzo pasado por Javelin Strategy and Research. Se encontró que los principales objetivos eran personas entre 18 y 24 años.
Los salarios de las víctimas podrían ser más bajos que en el caso de los adultos ‑una generación que almacena menos información digital‑, pero los jóvenes son más proclives a compartir su información personal en línea. Y eso no siempre es algo malo.
El investigador privado Steve Rambam argumenta que la gente de alguna manera es compensada por la información que divulga.
“El estadounidense promedio encuentra un balance muy saludable y aceptable entre privacidad y conveniencia”, dijo Rambam, quien regularmente imparte una conferencia titulada Privacy is Dead: Get Over It! (La privacidad está muerta: ¡supéralo!).
Rambam se ha convertido en un experto en usar las huellas digitales para localizar a una persona, sin importar si son fugitivos, una persona extraviada o un escritor, a quien Rambam retó para que se escondiera por un año.
Nueve meses después, Rambam lo halló tan sólo por las migajas electrónicas que deja, y los dos ahora trabajan en un libro sobre esa experiencia. Es difícil funcionar en la sociedad y no dejar ese tipo de pistas, dijo Rambam.
“Si quieres tener acceso al mercado más largo y fantástico del mundo, eBay tiene que saber de qué es lo que has buscado”, expresa Rambam. “Si quieres ser capaz de sacar un celular de tu bolsillo y hablar por él cuando quieras, bueno, ese teléfono reporta dónde estás 24 horas al día, 7 días a la semana. Si es un teléfono inteligente, como un iPhone o un celular Android, nos dirá dónde comes, qué libros compras y qué restaurantes te gustan”.
Pero, ¿es posible para alguien que realmente quiera estar fuera de la red evitar dejar huella? Frank Ahearn ayuda a la gente lo suficientemente desesperada a hacerlo.
“Le enseño a la gente cómo desaparecer”, explica Ahearn. Por más de 20 años, Ahearn fue un rastreador de evasiones; su trabajo consistía en rastrear gente que había escapado de la ciudad. Entonces se dio cuenta que había la oportunidad de ayudar a la gente que no quería ser encontrada.
Ahearn es algo así como un programa de protección de testigos de una sola persona. Por una cuota ayuda a gente con problemas personales o financieros, pero que no son buscados por la ley, a desaparecer. También escribió el libro How to disappear (Cómo desaparecer).
Una de las personas que Ahearn dijo que ayudó a desaparecer era una abogada amenazada por un cliente que la culpaba por haber perdido su caso en la corte.
“El volvió su ira contra ella, básicamente empezó a aventar animales muertos en su jardín”, dijo Ahearn. “El problema con los acosadores es que no hay límites. No sabes dónde, cómo o si va a terminar”.
En casos como ese, Ahearn dice que coloca nuevas identidades a la gente para que no puedan ser rastreadas por acosadores como ese.
“Si yo te busco, entonces tienes problemas. Pero si te ayudo a salir de la ciudad, vas a estar bien porque sé lo que ellos buscan”, dijo. “La clave es que tu vida anterior y tu nueva vida nunca se conecten”.
Pero según las probabilidades, no será una vida fácil.
Evan Ratliff, un escritor y editor de la revista Wired Magazine, decidió probar la idea de vivir sin dejar huella el año pasado. Retó a sus lectores a encontrarlo. Ratliff se movió a través del país viviendo bajo identidades falsas, tratando de no dejar pistas electrónicas.
“Creo que en las primeras horas pensé: nadie le pone atención, nadie se preocupa por este tema”, dijo Ratliff. “Entonces todo comenzó”.
Docenas de extraños hicieron reuniones de búsqueda en los medios y cambiaron consejos sobre las llamadas “vistas de Evan”.
“Un post tras otro, ellos habían empezado a conseguir información sobre mi”, dijo Ratliff. “Después de la primera noche, estaba totalmente desconcertado”.
No fue fácil parar él usar celulares prepagados, disfraces y software que enmascarara su uso de Internet.
Eventualmente fue rastreado en Nueva Orleans, Louisiana, viviendo bajo un nombre falso a más de 3,000 kilómetros de donde empezó.
“Es difícil ignorar la idea de que si realmente lo hubieras hecho bien, podías haber terminado en una playa de Sudamérica por el resto de tu vida bebiendo margaritas”, dijo. “Eso siempre está ahí, pero creo que el proceso real de vida fugitiva en Estados Unidos al final nunca va a valer la pena”.