Los monjes haciendo dinero: un negocio más allá de la oración

Cobijados por las verdes praderas, las tierras sagradas del Monasterio del Espíritu Santo están rodeadas de tranquilidad pastoral. Aquí, 40 monjes de la orden Cisterciense de la Estrecha Observancia que dejaron lo que solía ser su mundo (en Wall Street o en la academia o donde sea) dedican su vida a la oración, la reflexión y la adoración de Dios.
A menos de 60 kilómetros del centro de Atlanta, Georgia, parecen pertenecer a un mundo ajeno a la vida moderna, y aún así resulta que estos hombres, que eligieron la existencia más simple, no son inmunes a la presión: tienen que pagar cuentas incluso ahí, y en esta economía, eso puede estresar a más de un monje.
"Es difícil”, admitió un abad, el padre Francis Michael Stiteler. "El mundo en el que vivimos ha aumentado nuestros gastos y éstos superan nuestro presupuesto”.
La idea de monjes que hacen dinero no es nada nuevo en las tradiciones monásticas cristianas. San Benedicto, en el siglo VI, ayudó a organizar el sistema que aún siguen varias órdenes occidentales. Su lema, ora et labora (reza y trabaja, en latín), se volvió una regla para las comunidades monásticas autosuficientes, incluyendo a la orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, mejor conocida como la orden de los trapistas, por la Abadía de Trappe, en Normandía, Francia, donde se creó la orden a finales del siglo XVII.
En este monasterio trapista en Georgia, uno de los 17 que hay en Estados Unidos, los monjes realizan varias tareas: tienen una tienda de regalos, rentan un centro de retiro y trabajan en el negocio de los bonsai.
Aunque solían preparar pan, el margen de ganancias no era suficiente y prefirieron hacer dulces de leche, pasteles de frutas, y recientemente, galletitas. Deben hacer vitrales y recientemente convirtieron 34 hectáreas de su propiedad en Honey Creek Woodlands, un terreno para realizar entierros “ecológicos”, con elementos naturales, como piedra para los ataúdes, que ofrece sus servicios a gente de todas las religiones.
Para los monjes trapistas en Utah, todo es cuestión de miel; en Nueva York, todo está en el pan. Sus hermanos en Missouri dejaron de fabricar urnas para cenizas cuando la competencia los dejó fuera del negocio, y ahora hacen pasteles de frutas.
Y aunque los trapistas en Iowa fabrican ataúdes hechos a mano, la orden en Bélgica fermenta cerveza.
Hace diez años, el monasterio de Georgia, en un terreno de 930 hectáreas comprados en 1944 con objetivos agrícolas, obtenía entre 600,000 y 700,000 dólares al año, pero con el alza de las cuotas de utilidades, mantenimiento, seguros de propiedad, alimento y empleados, necesitan cerca de 1.7 millones de dólares al año, dijo Jim Burnham, administrador del monasterio.
Cerca de 500,000 dólares son destinados a los costos de cuidado a la salud, porque los monjes, que tienen entre 38 y 99 años, no pueden costear su seguro de salud.
Los servicios gratuitos de un médico y un dentista han sido de ayuda, dijeron los abades, pero los cuidados constantes para su comunidad mayor (algunos hombres llevan ahí más de 60 años, uno de ellos desde que comenzó el monasterio) o el costo de enfermedades y cirugías ha dejado al monasterio en un purgatorio financiero.
Descubrir cómo hacer dinero ha sido un proceso constante y exhaustivo. Una historia popular contada en la comunidad dice que cuando los monjes llegaron en la década de los cuarenta, enviaron una muestra de suelo para preguntar qué podían cosechar, y la respuesta fue: ladrillos.
Con el tiempo, los monjes criaron conejos y gallinas, y producían lácteos. Trabajaron con ganado de engorda en algún momento, e incluso intentaron criar avestruces y emúes.
"Eso fue divertido”, dijo un abad entre risas.
No todas las órdenes religiosas necesitan preocuparse por su dinero. Los franciscanos, dominicanos y carmelitas, por ejemplo, son algunas órdenes mendicantes, y los frailes (no se llaman monjes) dependen exclusivamente de la caridad.
Coinciden más con las líneas de los monjes budistas que viajan con recipientes de limosnas, aunque estos se han transformado en “platos de apoyo” presentados a los benefactores por medio de campañas de capital organizadas.
"Los frailes debían pasear entre la gente y predicar y vivir de regalos (como lo hizo Jesús), mientras que los monjes se retiran de la gente para dedicarse a rezar como grupo”, dijo el reverendo Paul Sullins, profesor de sociología en la Universidad Católica de Estados Unidos, en Washington.
"Pueden decir que los frailes eran los contratistas independientes y los monjes eran del tipo corporativo de la vida ascética”.
Los monjes inventaron los relojes de arena, dijo Sullins, que se ajustaron a sus disciplinadas (y podríamos decir que exitosas) vidas. Dijo que el 20% o 30% de toda la producción económica en épocas medievales dependía de los monjes que guiaban los trabajos en la innovación agrícola.
Durante la Reforma, los monasterios eran dueños de la tercera parte del territorio de Inglaterra.
De hecho, el capitalismo fue inventado en los monasterios en los siglos IX, X y XI, dijo Rodney Stark, autor de "La victoria de la razón: cómo la cristiandad llevó a la libertad, capitalismo y éxito en occidente”.
"La cristiandad hizo las paces con los motivos de rentabilidad”, dijo Stark. Agregó que, en cuanto al bienestar a largo plazo, también tenían a su favor que nunca tuvieron hijos idiotas que llegaban a adueñarse de sus propiedades.
Los monjes inteligentes eran los que debían administrar el dinero; no renunciaban ni gastaban el dinero en mujeres y alcohol. Se volvieron los bancos de Europa, dijo Stark, y prestaban con intereses.
"Cuando las cruzadas comenzaron, ahí prestaban su dinero”, dijo Stark, codirector del Instituto de Estudios sobre Religión de la Universidad de Baylor, en Waco, Texas. “Financiar una cruzada salía en una fortuna”.
Las empresas rentables de los monjes hoy en día no fomentan las explotaciones militares ni el crecimiento de poder: sólo deben tener lo suficiente para vivir y dar a los pobres.
Incluso los carmelitas, frailes tradicionalistas, están entrando al campo financiero. Un pequeño grupo de monjes afiliados con otros y con base en Wyoming, lanzó Mystic Monk Coffee, un negocio que ofrece granos de café especialmente tostados y tazas con el logo del monasterio.
Y no sólo los hombres que son llamados a la vida en santidad ganan dinero; las hermanas benedictinas de la Perpetua Adoración en Clyde, Missouri, celebran su primer siglo haciendo Pan Altar, u hostias de comunión, y tienen un negocio en ascenso.
La “Hermana Jabón”, como conocen a la Hermana Cathleen Marie Timberlake en Missouri, vierte agua bendita en los jabones artesanales (Aromas del Monasterio) desde hace diez años. En años recientes ha hecho crecer su línea de producción, y ya fabrica bálsamos para los labios, lociones y exfoliantes de azúcar. Incluso tiene su propio blog.
Al decidir cómo promover un negocio viviendo en aislamiento y sin poder discutir los problemas en reuniones en la oficina, las órdenes religiosas enfrentan un problema. Los monjes pueden no tener acceso a una computadora, pero sus rostros y productos están en los sitios Web donde se promueven sus bienes y se realizan pedidos en línea.
Cuando el abad de Georgia fue electo para su puesto hace seis años (cargo que termina en mayo), el monasterio estaba perdiendo 400,000 dólares al año. Obtuvo ayuda externa, incluyendo un estudio masivo de los activos de la comunidad para definir dónde serían una buena inversión para hacer dinero. La respuesta fue en el turismo.
Este mes, los monjes adaptaron una construcción para ser un centro de reunión y de visitantes. Aunque esperan financiar el proyecto con donativos, el abad dijo que es un “riesgo calculado” de 6.5 millones de dólares. Al atraer a más turistas, los monjes esperan iluminar su camino financiero para enfocarse en la comodidad del negocio de vivir una vida de contemplación.
Al menos rezan por que así sea.
Traducción de Luz Noguez