Un verdugo ve la justicia total en las ejecuciones

El verdugo dice que estaba ansioso de unirse al pelotón de fusilamiento.
No porque conociera el caso de 1996, o porque sintiera la necesidad de dar justicia por la violación y el asesinato de una niña.
Tampoco se debe a que una compañera de clase fue violada y asesinada justo antes de la graduación.
¿Así que por qué lo hizo? ¿Por qué escoger unirse a otros cuatro hombres para ejecutar a un asesino convicto?
“¿Cada cuánto se presenta esto?”, dice, “… es 100% justicia”.
Ha pasado más de 14 años desde que las armas fueron disparadas en la cámara de ejecuciones de Utah. Pero este mes puede que vuelvan a haber disparos, reviviendo así un debate sobre la pena de muerte y los métodos utilizados para llevarla cabo.
Este verdugo –que sólo ha participado en una ejecución- se reunió con un periodista de CNN en un restaurante de Salt Lake City para hablar sobre ello mientras que Utah se dispone a poner a Ronnie Lee Gardner ante un pelotón de fusilamiento en junio 18.
Gardner fue condenado por matar al abogado Michael Burdell en 1985 durante un intento de escape de reclusión de un juzgado de Salt Lake City, donde estaba compareciendo en una audiencia previa a un juicio sobre otro asesinato. La próxima semana, se presentará ante la Junta de Perdón y Libertad Condicional del Estado en un esfuerzo para que su pena de muerte sea conmutada.
El ex miembro del pelotón de fusilamiento pidió no ser nombrado, pues sigue siendo un oficial de la policía en el Estado. El hombre al que ayudó a ejecutar, John Albert Taylor, fue sentenciado a muerte por asesinar a una niña de 11 años en 1989. Charla Nicole King había sido violada. Un cable de teléfono fue envuelto alrededor de su cuello; tres veces, dijo su madre a las autoridades. Lo sabía porque contó mientras lo desenvolvía, tratando de revivir a su hija.
El oficial de policía accedió a contar su experiencia porque cree en la pena de muerte, y piensa que el método del fusilamiento está plagado de concepciones equivocadas.
No es como las escenas representadas en las películas, con un hombre amarrado a una estaca que se fuma un último cigarrillo antes de ser acribillado a balazos en un espectáculo espantoso.
Al contrario, dice mientras se toma un café y come tostadas con jalea de uva y un omelet, el proceso es instantáneo y es llevado a cabo con el mayor profesionalismo.
“Es anticlimático”, dice. “Un día más en la oficina”.
¿Le quedaron efectos de su participación en la ejecución?
“Me he sentido peor después de haberle disparado a ardillas”.
“Hay personas –dice- a las que tenemos que sacar del planeta”.
Cómo prepararse para matar en nombre de la ley
Los cinco hombres seleccionados para el pelotón tenían un mes para prepararse. Practicaron el tiroteo en una cámara de ejecución.
En el día de la ejecución, cuatro de los cinco estaban armados con municiones reales, y el quinto recibió una munición “ineficaz” que, a diferencia de las balas de fogueo, produce el mismo culatazo que con una bala real. Nadie sabía quién tenía la munición falsa.
Dos tiradores alternativos estaban a la espera: uno para reemplazar al oficial que perdiera la cordura (a nadie le pasó) y un segundo para reemplazar a aquél.
En un tiempo designado, los cinco dispararon simultáneamente. Se oyó un solo tiro.
“Ellos no quieren oír cinco disparos”, dice el oficial.
Cuenta que Gardner y otro recluso del pabellón de la muerte en Utah, Troy Kell, ya estaban en custodia cuando volvieron a matar. Gardner fue acusado de asesinar a Melvyn Otterstrom en octubre de 1984; Kell cumplía una pena cuando mató a otro preso en una cárcel de Utah.
Nadie ejecutado por sus crímenes –señala el oficial- ha vuelto a matar.
“La pena de muerte”, dice el oficial, “no es nada más que devolverle un producto defectuoso al fabricante. Dejar que el fabricante lo arregle”.
Cuando se le interroga sobre los argumentos en contra de la pena de muerte –que una raza la recibe más que otras o que es más probable que los pobres terminen en el pabellón de la muerte-, el oficial los reduce a asuntos de procedimiento que deben arreglarse en las cortes, no en las cámaras de ejecución.
Tan pronto como la pena de muerte sea desechada, él cree, esos mismos argumentos serán puestos en contra de la otra alternativa: la cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
A Utah le fue dado permiso de usar el fusilamiento como método de ejecución por la Suprema Corte de Estados Unidos en 1879, según el Centro de Información sobre la Pena de Muerte, una organización sin ánimo de lucro. Aunque otro estado –Oklahoma- actualmente permite el fusilamiento como método alternativo de ejecución, puede ser usado solamente si la inyección letal y la electrocución son reglamentadas como inconstitucionales.
Los fusilamientos todavía se usan en otros países. Según la página web de la Pena Capital del Reino Unido, están en constante disminución. El sitio dice que hubo 30 ejecuciones de ese tipo alrededor del mundo en 2007: 15 en Afganistán, una en Bielorrusia, Etiopía, Indonesia y Corea del Norte, tres en Somalia y ocho en Yemen.
Al ser preguntado por los casos en los que las personas son liberadas de prisión tras demostrarse su inocencia, el oficial dice que duda que haya habido personas inocentes ejecutadas desde 1976. Es difícil condenar a alguien y ponerlo en el pabellón de la muerte, dice, y es más difícil mantenerlos a través de las numerosas apelaciones. Ese proceso minimiza el riesgo de que los inocentes sean ejecutados, dice.
La muerte de Taylor, dice el oficial, fue un homicidio, ya que fue en manos de otros. Pero no fue asesinato, sostiene, y la pena de muerte “debe ser usada más a menudo”.
“No he perdido ni tres segundos de sueño por eso”, dice. “… es justicia verdadera”.