Los nobles polacos buscan recuperar el <i>lustre</i> perdido

El conde Michal Sobanski con frecuencia maneja su Volvo de 15 años, desde su casa en Varsovia hasta la pequeña ciudad de Gusow, a una hora de la capital polaca.
Sobanski visita un viejo palacio, una ruina que casi podría ser el escenario para una película de terror. Pero el palacio del siglo XIX es la casa de campo de la familia Sobanski.
La edificación de 30 habitaciones fue alguna vez la casa del abuelo de Sobanski.
“Teníamos espejos en las paredes y cuadros preciosos”, dice mientras camina a través de las habitaciones, ahora deterioradas.
El palacio le fue quitado a la familia después de que los comunistas tomaran Polonia tras la Segunda Guerra Mundial; a los Sobanski se les ordenó abandonarla inmediatamente y sólo se pudieron llevar unas pocas de sus posesiones más valiosas.
“Nuestra familia era dueña de casi todo por acá”, dice Sobanski. “Un parque, hectáreas de bosque y una fábrica de azúcar. Mi abuelo incluso construyó varias iglesias en el área”.
Los Sobanski no volvieron a recibir el palacio después de la caída del comunismo.
En su lugar, tuvieron que comprárselo al gobierno polaco. Bajo la ley polaca, las familias a las que les fueron confiscados bienes, sólo pueden recibir compensación por propiedades incautadas por los comunistas si esos bienes fueron quitados ilegalmente, bajo las leyes de la Polonia comunista.
Sobanski dice que se siente abandonado por el gobierno polaco. “Los políticos no quieren abordar el asunto, temen una reacción negativa de muchos votantes”.
Los Sobanski no están solos. Por toda Polonia muchas familias luchan para que les devuelvan las propiedades que les fueron arrebatadas en algún punto de la historia.
No hay cifras exactas, pero las quejas son multimillonarias, dice Krzysztof Jamrozik, un abogado que trabaja con la reprivatización en Varsovia. “Es una suma grande. Tenemos alrededor de 1,000 casos solamente en Varsovia, y es imposible calcular cuántos casos hay en todo el país”.
La situación es tan complicada como la historia de Polonia: cuando los nazis invadieron el país en 1939, desalojaron a los judíos y a muchos polacos y se apropiaron de sus pertenencias. Después del final de la guerra, el territorio de Polonia se desplazó al oeste.
Los alemanes que vivían en el oeste fueron expulsados de su tierra para darle lugar a los polacos, que habían perdido sus tierras en el este. Finalmente, los comunistas nacionalizaron casi todas las tierras privadas, bajo la reforma de agricultura.
“Pero va más allá de eso”, dice el abogado Jamrozik. “Farmacias, tiendas, barcos, carros... casi todo fue redistribuido bajo el nuevo gobierno. Es casi imposible desenredar todo eso”.
En algunos casos, el gobierno paga una compensación y para unas pocas cosas resulta bien. La comunidad judía en la ciudad de Breslavia, en el Voivodato de Baja Silesia, ha terminado de restaurar su sinagoga.
Bente Kahan, una cantante y activista noruega, se enamoró de Breslavia hace años y se metió en la difícil tarea de tratar de financiar la renovación del edificio, que estaba en ruinas cuando le fue devuelto a los judíos en los años noventa.
“Ni siquiera tenía un techo”, dice ella mientras camina a través de la habitación principal de oración, en donde actualmente hay una exhibición sobre la vida judía en Breslavia.
“Recibimos dinero de un fondo europeo llamado EEA, de algunas donaciones privadas y algo de la rama pública. La ciudad de Breslavia también ayudó mucho”.
El conde Michal Sobanski recibió algo de dinero del Ministerio de Cultura para reconstruir su palacio. No es suficiente para renovar el lugar, y ahora busca inversionistas privados para convertir el palacio, y el parque que lo rodea, en un exclusivo hotel de retiro.
Sobanski dice que necesita cerca de ocho millones de dólares para lograrlo, y continuará su lucha hasta que vea el palacio restaurado, a su vieja gloria otra vez.