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<b>OPINIÓN:</b> Es hora de más acción y menos retórica en el G20

La cumbre del Grupo de los 20, que se celebrará en Seúl,puede ser el encuentro más importante de este grupo hasta la fecha: Bill Rhodes
mié 10 noviembre 2010 05:00 PM
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Bill Rhodes es asesor de Citi, donde trabajó por 53 años y fue vicepresidente del consejo de Citigroup y Citibank. Su trabajo en diplomacia financiera internacional en los 80 y 90 ayudó a manejar la crisis de deuda de países en desarrollo con sus acreedores en todo el mundo. Ahora encabeza un área de la Sociedad de Asia en esta materia .

(CNN) La cumbre del Grupo de los 20 que se celebrará en Seúl, Corea del Sur, el 11 y 12 de noviembre, puede ser el encuentro más importante de este grupo hasta la fecha.

Los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales que se preparan para la cumbre dijeron lo correcto en los recientes encuentros anuales en Washington del FMI y Banco Mundial.

Hicieron notar lo frágiles que son las condiciones económicas, advirtieron sobre los riesgos del proteccionismo; expresaron su preocupación por los movimientos cambiarios y la necesidad de hacer frente a balances de pagos subyacentes; e hicieron un llamado para un acuerdo de una difícil reforma de regulación financiera.

Pero, ahora es hora de que dejen de hablar y comiencen a actuar. La cumbre del G20 será juzgada por las decisiones que ahí se tomen y cómo se apliquen.

La cumbre de líderes debe entender que sus acciones impactarán la confianza del mercado. Estimular la inversión privada, que es la clave para asegurar el crecimiento y empleo de la Comunidad Europea, Estados Unidos y Japón, requiere decisiones políticas que reconstruyan la confianza del mercado, que ha sido pulverizada por la crisis financiera de 2008-2009.

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La cumbre del G20 de 2009, en Londres, respondió bien y señaló las perspectivas y acciones coordinadas de políticas. Ese impulso ya se agotó.

Cada uno de los temas en la agenda del G20 se relaciona con el primordial desafío de colocar a la economía mundial en un camino más estable. Los miembros del G20 reconocen que las condiciones económicas de cada uno de sus miembros son diferentes, y que cada uno debe ser capaz de tomar las medidas necesarias a corto plazo para asegurar el crecimiento, mientras estas no dañen las perspectivas de los demás.

Sin embargo, sobresalen en las perspectivas mundiales los enormes déficits de presupuestos y deudas nacionales: el crecimiento en el valor del oro y en los precios de las materias primas, sugieren que los inversionistas ven las finanzas públicas fuera de control.

El presidente de EU, Barack Obama, debe liderar los acuerdos del G20 que serán anunciados el 12 de noviembre, incluyendo guías creíbles de los gobiernos de cada una de las economías maduras para una consolidación fiscal a mediano plazo, lo que es esencial para un crecimiento y para reducir sustancialmente el desempleo.

Sin cifras claras y plazos firmes, cualquier declaración gubernamental en Seúl tendrá muy poco impacto.

Todos los socios del G20 necesitan entender que esos compromisos requieren sacrificios de los ciudadanos en países desarrollados. En el mediano plazo, por ejemplo, programas de ayuda social probablemente deban ser recortados. A cambio, los líderes de esas economías deben buscar acuerdos en la Cumbre por parte de todos los participantes del G20 para el cese inmediato de la intervención del mercado cambiario.

Esto debe ir acompañado por un acuerdo para realizar una reunión extraordinaria antes de fin de año, convocada por el FMI, que se ocupe de los temas centrales del desequilibro de pagos internacionales. Si esto no sucede, entonces los mercados reaccionarán y pueden desarrollarse “guerras de divisas”.

Además, abordar los temas de tipo de cambios y valores desequilibrados es el mejor camino para eliminar medidas proteccionistas. Y, es hora que la cumbre establezca una fecha final y definitiva para firmar el pacto comercial de la Ronda de Doha. Mientras más tiempo se evada, mayor es el riesgo de desencadenar acciones comerciales de que empobrezcan a países vecinos.

En un mundo con mayor claridad acerca de la consolidación fiscal a mediano plazo, acuerdos en el mercado cambiario y libre comercio, será más fácil para los bancos centrales perseguir políticas monetarias nacionales a corto y mediano plazo, que no tengan efectos negativos no intencionales en el extranjero.

En este momento, en un mundo de abundante liquidez, todas las percepciones negativas del mercado sobre las políticas de las economías desarrolladas, además de las tasas de interés tan bajas, están llevando a los inversionistas a buscar una salida y mover el capital en los mercados emergentes con mejores desempeños. Si se mantiene, esto amenazará el desempeño económico de éstas bien manejadas e importantes economías.

Construir la confianza en el enfoque de las políticas de economías desarrolladas, que los acuerdos del G20 pueden ayudar, aliviarán las presiones perjudiciales en los mercados emergentes. 

Dados los riesgos aquí, los bancos centrales de las naciones desarrolladas deben ser cautelosos en la manera en que esto contribuya al crecimiento de la economía doméstica en el corto plazo, y dejar en claro que tienen intenciones a mediano plazo para contener el crecimiento monetario.

El componente crítico final de la agenda del G20 es una reforma regulatoria financiera. Todos los funcionarios, y la mayoría de los banqueros, están de acuerdo en que se necesitan reformas para hacer más fuerte al sistema financiero, y esto requiere de más que sólo hablar para asegurar la coordinación consistente a lo largo de todas las fronteras nacionales de los acuerdos determinados por el Comité de Basilea, el Consejo de Estabilidad Financiera, así como los que establecen los estándares contables.

A menos de que haya una coordinación significativa, habrá un alto riesgo de un arbitraje regulatorio y, actualmente, hay motivos para estar preocupados, cuando las declaraciones de un grupo de funcionarios nacionales sugieren que verán los últimos acuerdos de Basilea III como un mínimo, que planean añadir requisitos y probablemente acortar el tiempo de implementación. 

Esto se sumará a los costos económicos de una reforma regulatoria y, con tantos millones de personas desempleadas, la economía mundial no lo puede sostener.

La cumbre del G20 debe declarar un acuerdo de las nuevas propuestas de Basilea III y un bloqueo de todas las autoridades regulatorias bancarias nacionales, de cualquier acción que se añada a los costos del capital de los bancos en el futuro. En ésta área, como en todas las demás en la agenda, se requiere de una poderosa demostración de un acuerdo multilateral y sentido común.

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