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Rebeldes de Sudán relatan historias de guerra en un festín de ovejas

Grupos rebeldes esperan que cese la guerra en Darfur, que según sus estimaciones ha causado la muerte de 300,000 personas
dom 26 diciembre 2010 12:00 PM
Sudán - foto de video
Sudán - foto de video Sudán - foto de video

Las risas y el olor de la cocina alrededor de la fogata contrastan con los uniformes militares y armas automáticas mientras los rebeldes intentan relajarse durante un cese al fuego en uno de los amargos conflictos en África.

Los hombres recuerdan porqué tomaron las armas en contra del gobierno de Sudán mientras mantienen sus aspiraciones de un futuro pacífico. Uno de ellos bromea: "mataremos al presidente Omar Al Bashir”.

El humo de la leña se eleva junto con las risas alrededor del fuego matutino. Para el momento en que el sol se pone, cientos de rebeldes armados han formado una guardia de honor mientras conducimos por el desierto al norte de Darfur para reunirnos con ellos.

En realidad estos hombres dicen que están aprovechando la paz. Ellos son parte del Movimiento de Justicia y Liberación, una alianza recientemente formada por 18 grupos rebeldes en la región de Darfur en Sudán. Mientras sus líderes discuten a fondo en Doha los términos de un acuerdo con el gobierno de Sudán, encabezado por el presidente Al Bashir, los rebeldes esperan, y tienen esperanza.

“El cese al fuego es en realidad un momento muy difícil y de hambre para los combatientes”, dijo el general Ali Mukhtar, con algo de ironía. “Cuando el conflicto está en marcha, capturamos material del gobierno que necesitamos, como alimento y combustible. Pero durante el cese al fuego, no hay comida para los soldados”.

Sin embargo, hacen un esfuerzo para atender a los huéspedes. Un par de horas después de nuestra llegada, algunos son enviados a buscar una oveja, que es sacrificada de forma experta y asada en el fuego. La hospitalidad de Darfur significa que comemos, incluso antes que el general.

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En Chad, a solo una decena de metros y entre unos árboles, es estacionada nuestra camioneta, mientras comemos nuestro cordero en la región de Darfur al este de Sudán. A pesar de la cercanía, el contrabando de comida y gasolina no es una tarea sencilla. Es el "juego del gato y el ratón" con las patrullas fronterizas de Chad.

Aún así, muchos se ofrecen para el trabajo de contrabando. Sus familias llevan un largo tiempo sobreviviendo en campamentos a lo largo de la frontera y ésta es una ocasión -aunque extraña- de estar cerca de ellos y es difícil dejarle pasar.

Cerca de media docena de rebeldes se visten de civil y emprenden el camino para pasar horas preciosas con sus seres queridos.

Ya son siete años desde que el gobierno de Al Bashir en Jartum ordenó los ataques a los poblados de Darfur. Utilizando aviones militares de Sudán y contratando a milicias locales llamados Janjaweed. Se estima que 300,000 personas murieron y hasta tres millones huyeron a campamentos de refugiados.

Muchos hombres se quedaron, agrupándose como rebeldes armados, en un intento por hacer retroceder a las fuerzas del gobierno. El gobierno niega el apoyo de los Janjaweed y mantiene la cifra de muertos en menos de 20,000.

“Antes de la guerra en Darfur, ellos no eran soldados”, dijo el general Ali. “Ellos eran gente común, pero cuando el gobierno atacó sus pueblos, mataron a su gente. Se vieron forzados a convertirse en soldados para defender a su pueblo y a su tierra”.

Adentrándonos más en Darfur, cientos de rebeldes nos contaron sus historias de vida antes de la guerra, y los horribles momentos que los llevaron a eso.

Hassan Habit tiene 27 años. Cuando su pueblo fue atacado, los Janjaweed asesinaron a su padre, dijo, y mutilaron su cuerpo. Más de 50 de sus paisanos se unieron a los rebeldes después de eso. “Cuando la paz sea firmada, continuaré con mis estudios, pero ahora estoy esperando para que venga la paz y la seguridad a Darfur”, dijo Habit. “Después de eso regresaré a los estudios. No ahora”.

Osman Ali Shaibo dijo que se unió a los rebeldes después de un ataque a su pueblo tan terrible que todo el mundo huyó. “Cuando el gobierno atacó mi pueblo todos huimos – incluso el jefe del pueblo”, dijo Shaibo. “Él tenía 90 años y caminó hacia un campo de refugiados en Chad. Tres años después murió”.

Los ataques se produjeron después de que el gobierno de Jartum perdió la paciencia con la campaña de Darfur en contra el abandono económico. Sudán está controlado en su mayoría por una elite tribal árabe y sus aliados. Las tribus africanas en Darfur se han quejado durante años de la marginación política. Como resultado, enormes extensiones de la región oriental permanecen sin carreteras adecuadas e infraestructura.

Un pequeño pueblo en el territorio ocupado por rebeldes dispone de una clínica de Médicos Sin Fronteras. El médico local dijo que él atiende entre 800 y 900 pacientes al mes, pero la clínica no es más que una pequeña habitación con una cama sucia.

“Nos hicimos rebeldes no por el dinero; no queremos dinero”, dijo Abdallah Ibrahim Al Bahar. “Nos convertimos en rebeldes porque necesitamos escuelas, buenas carreteras y mejores hospitales. Ayer condujimos 100 kilómetros lo que nos tomó de tres a cuatro horas. ¿Por qué? Porque no tenemos carreteras”.

A pesar del proceso de paz, los rebeldes permanecen constantemente armados. Incluso cuando se sientan en torno a una fogata a tomar té, las AK-47 permanecen colgadas sobre sus hombros.

Sus armas más preciadas son los misiles antitanque y lanzadores de cohetes. Con el gobierno de Sudán comprando tanques a China y Rusia, son cruciales, dicen.

Los lanzacohetes están en las camionetas Land Cruiser, capturadas también del gobierno. Cortan los techos y cubren los vehículos en lodo que se seca duro al calor del sol del desierto para camuflaje. Por ahora, los radios de los vehículos tocan canciones de Celine Dion para mantener el espíritu en alto y romper el aburrimiento.

Su principal dirigente, el general Banda, espera escuchar las noticias de Doha. Su altísima figura en uniforme militar y con tocado tradicional sobresale de entre los otros rebeldes. A pesar de su apariencia tranquila, él no es visto por todos como una persona pacífica.

Antes de liderar el LJM, él era un comandante militar de otro gran grupo rebelde de Darfur, el Movimiento de Justicia y Equidad (JEM por su siglas en inglés). La Corte Penal Internacional lo acusó de tres cargos de crímenes de guerra por un ataque que mató a fuerzas de paz de la ONU en el 2007. Con el tiempo dejó JEM y ahora es crítico del grupo. Su abogado dice que Banda no estuvo involucrado en el ataque.

Si  el acuerdo de paz es firmado en este diciembre, entonces los rebeldes de Darfur acordarán con el presidente Al Bashir, su alguna vez jurado enemigo. El general Banda es prudente.

“Así como otras personas no confían en Omar Bashir, yo tampoco confío en él”, dijo. “Queremos hacer el intento. Si él le da a la gente sus derechos es mejor, pero si se niega, entonces tendremos que continuar con la guerra”.

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