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¿Qué sigue para Egipto tras la serie de protestas sociales?

Túnez, Líbano e Irán ofrecen pistas para saber qué puede ocurrir tras las revueltas sociales que han sumido en el caos a Egipto
lun 31 enero 2011 12:45 PM
Egipto - manifestaciones
Egipto - manifestaciones Egipto - manifestaciones

Con un número de manifestantes sin precedentes en las calles de Egipto llamando a la renuncia del presidente Hosni Mubarak, ¿qué pistas nos dan anteriores demostraciones en la región sobre lo que puede suceder en ese país?

Los resultados han sido mixtos.

Túnez , un país relativamente pequeño y estable en el Mediterráneo, desencadenó la actual ola de protestas contra gobiernos en todo el Medio Oriente.

Había sido gobernado por el presidente Zine El Abedine Ben Ali durante 23 años y era visto como un Estado policial bien establecido.

Pero en diciembre de 2010, un vendedor de frutas llamado Mohamed Bouazizi, de 26 años, se inmoló como protesta luego que la policía le quitó su carro de frutas. El acto de protesta profundamente simbólico, despertó una furia reprimida en la población.

El presidente Ben Ali visitó a Bouazizi en su cama de hospital –el graduado universitario vivió tres semanas antes de morir el 4 de enero–, pero fue incapaz de apaciguar la furia de la población ante décadas de corrupción, bajos niveles de vida y represión demoledora .

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Tras semanas de protestas en las que murieron más de 100 personas, de acuerdo con las Naciones Unidas, Ben Ali huyó del país el 14 de enero.

El primer ministro durante mucho tiempo, Mohamed Ghannouchi, tomó las riendas del poder y creó un gobierno de unidad nacional , que incluye tanto miembros de la vieja guardia como de la oposición.

Pero la gente demandó una reforma más completa, y Ghannouchi ha seguido cambiando el gobierno tratando de apaciguar la furia de la gente.

Se prometieron nuevas elecciones presidenciales en un plazo 60 días desde el derrocamiento de Ben Ali.

Ese es un resultado completamente diferente a lo que sucedió en Irán un año y medio antes, cuando enormes protestas estallaron después de las elecciones presidenciales de 2009.

Muchos iraníes esperaban la derrota del presidente de línea dura, Mahmoud Ahmedinejad, pero los resultados oficiales lo mostraron como ganador.

Incrédulos del resultado y determinados a revertirlo, los iraníes tomaron las calles, declarando que un "océano de verde", -el color del islam-  obligaría a Ahmadinejad a dejar el poder.

La aparente revolución capturó la atención del mundo, especialmente después de que la joven, Neda Agha-Soltan, murió por un disparo al pecho durante una manifestación.

Los últimos momentos de su vida fueron capturados en un video tembloroso que fue visto por millones después de ser publicado en línea.

Pero las fuerzas de seguridad de Irán reprimieron con contundencia. Vestidos de civil, los miembros de la milicia apoyada por el gobierno conocida como los Basij, se metieron en las protestas con motocicletas y bastones, y un número no determinado de manifestantes fue detenido y enviado a prisión.

Al paso del tiempo, las manifestaciones fueron disminuyendo, y el régimen permaneció en el poder. Un año después de las disputadas elecciones, Ahmadinejad dio un discurso triunfal defendiéndola como "libre", y acusó de "injustos", a los gobiernos extranjeros que, dijo, interfirieron en los asuntos internos de Irán.

"Pero la nación iraní los derrotó", declaró.

Un terrible acto de violencia llevó a una revolución pacífica en Líbano en 2005.

El popular ex primer ministro, Rafik Hariri, fue asesinado por una bomba enorme mientras manejaba por Beirut.

La bomba contenía cientos de kilos de explosivos. Mató a otras 22 personas además de Hariri, y dejó edificios destruidos y calles llenas de vehículos destrozados.

Muchos libaneses –así como investigadores de Estados Unidos y la ONU– pensaron que Siria era responsable.

Al momento de la muerte de Hariri, el país vecino, Siria, tenía una inmensa influencia política en el país, y había mantenido tropas en su pequeño vecino desde 1980.

El asesinato desencadenó protestas generalizadas conocidas como la Revolución del Cedro, que llevó al eventual retiro de las tropas sirias de Líbano y a la elección del bloque antisirio en el parlamento.

El hijo de Hariri, Saad, se convirtió en primer ministro.

Pero incluso en Líbano, que tiene mucho más experiencia en la democracia que la mayor parte de los países de la región, los resultados de la revolución siguen sin ser muy claros.

Saad Hariri fue obligado a dejar el poder cuando este año, ministros aliados con el movimiento militante Hezbollah, apoyado por Siria e Irán, renunciaron al gobierno.

Najib Mikati, un nuevo primer ministro leal a Hezbollah, tomó el puesto la semana pasada – el mismo día que los partidarios de Hariri salieron a las calles por un "Día de Furia".

Eso fue el martes, el mismo día que los egipcios intensificaron sus protestas contra Mubarak.

En ambos países –y en todo el Medio Oriente– la región, y el mundo, observa y espera ver lo que va a suceder después.

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