Rumania, convertida en un centro mundial para el tráfico de personas
Nota del Editor: David Batstone es profesor de negocios en la Universidad de San Francisco y es cofundador y presidente de Not for Sale, que lucha contra el tráfico de personas y la esclavitud.
Corrección: Una versión anterior de este artículo incluyó de manera incorrecta que el hombre de negocios libanés, Hassan Awdi, fue acusado de múltiples delitos, incluyendo la trata de personas, con relación a la importación de trabajadores en Rumanía. No ha sido acusado de esos delitos. CNN lamenta el error.
(CNN) – Rumania se ha convertido en un importante punto de tránsito para la venta de personas hacia la Unión Europea. Las víctimas, que pueden ser muy jóvenes y tener 12 años, son traficadas hacia Rumania desde destinos tan lejanos como Honduras, Afganistán, Congo y China. Una vez que llegan a Rumania, muchas de estas víctimas son asignadas para viajar más allá, hacia Europa Occidental.
Aunque la ley rumana prohíbe oficialmente toda forma de tráfico humano, la estratégica ubicación geográfica del país –un cruce entre Europa Oriental y Occidental– lo convierte en un país fuente, de tránsito y de destino, para la trata de personas. La admisión del país a la Unión Europea en 2007 trajo regulaciones de fronteras más relajadas y aumentó su atractivo para los traficantes de personas en el mundo.
El informe de Trata de Personas de 2010 del Departamento de Estado de Estados Unidos encontró que redes del crimen organizado también tenían como blanco a ciudadanos rumanos para exportar a otros países europeos. Los traficantes suelen utilizar identificaciones falsas y sobornan al personal de las fronteras para llevar a las víctimas al país. Después obligan a sus víctimas a trabajar en producción agrícola y manufacturera, prostitución, modelos para pornografía y para mendigar en las calles.
La agencia que dirijo, Not For Sale, ha identificado a Rumania como un importante centro para la esclavitud moderna. Nuestro equipo, que opera en el país de Europa del Este, intervino en casi 140 casos de tráfico solamente el año pasado.
Los casos incluyen los de 13 hombres y mujeres de Honduras que viajaron a Rumania bajo la promesa de ayudarles a encontrar empleo. Al entrar al país, dijeron los oficiales, les fueron confiscados sus pasaportes y se les obligó a trabajar sin paga en una fábrica. Eventualmente, los hondureños pudieron escapar de sus captores, sin embargo, se encontraron en un país extranjero, sin identificación, recursos o albergue. Not For Sale intervino y ayudó a las víctimas a recibir un trato favorable por parte del gobierno y tribunales rumanos. Hace poco las víctimas fueron repatriadas a Honduras.
Por lo general, la policía local se hace de la vista gorda ante estos crímenes y los servicios sociales para las víctimas son prácticamente inexistentes. En 2009, el gobierno rumano redujo el papel del principal brazo del país contra la trata de personas –la Agencia Nacional Contra el Tráfico de Personas– y asignó un escaso financiamiento federal para dar a las víctimas servicios programas de prevención contra el tráfico humano.
Por lo tanto, la carga para hacer frente al tráfico de personas recae principalmente en organizaciones sin fines de lucro con pocos fondos. Por ejemplo, Not For Sale Rumania proporciona albergue, servicios médicos y psicológicos a las víctimas, así como oportunidades educativas y vocacionales. En el mejor de los casos, nuestro equipo reintegra a los sobrevivientes con sus familias, siempre y cuando no estén expuestos al riesgo de volver a ser víctimas de la trata de personas.
El mes pasado, personalmente di seguimiento al comercio de esclavos en todo Europa. Empecé mi investigación en los vitrales de Ámsterdam, Rotterdam y La Haya. Es trágico ver a jovencitas ser vendidas a plena vista en una calle de Ámsterdam y después seguir su trayecto de regreso a su humilde aldea en Rumania.
Mi principal fuente en el campo fue Scarlet Cord, una organización sin fines de lucro que ha estado construyendo relaciones con trabajadoras sexuales en las zonas rojas de Holanda desde 1987. Su investigación de campo reveló que el 75% de las trabajadoras sexuales en Holanda en ese momento venían de países de Europa del Este como Rumania, Hungría y Bulgaria. Hungría también es uno de los miembros más recientes de la Unión Europea.
La afluencia de jovencitas desde Europa del Este puede ser atribuido directamente a la falta de oportunidades laborales en su país y al fácil acceso a mercados europeos más ricos. Esa fórmula hace que las jóvenes sean un blanco fácil para los traficantes que les prometen trabajos lucrativos en Londres, Roma o Ámsterdam. La falta de prioridad sobre el tráfico de personas del gobierno y la policía en toda Europa también permite que el comercio florezca.
Para que las autoridades del gobierno y la policía en Europa comiencen a identificar víctimas por lo que son –sin etiquetas de inmigrantes ilegales o prostitutas– será necesario dar un paso adelante. Siempre que los pobres y vulnerables no tengan acceso a la justicia legal, ellos serán explotados. Esa es una verdad máxima en Europa y Estados Unidos así como en la India y Kenia.
De la mano con una legislación justa, debe venir un esfuerzo empresarial para generar oportunidades reales de empleo en Rumania. Esa estimulación económica es poco probable que se dé por una subvención de arriba hacia abajo del gobierno. Se obtendrán resultados más sostenidos con inversiones en empresas medianas y pequeñas que puedan demostrar un modelo de negocio creíble y generar empleos reales para los rumanos.
El problema del tráfico humano de Rumania no se queda en casa; es también una crisis europea. Las mismas personas que dirigen el tráfico de personas son candidatos probables para otras formas de crímenes infames que amenazan la seguridad nacional. De hecho, la seguridad de toda Europa depende de soluciones innovadoras sobre lo que parecen ser problemas insuperables. Mientras sigamos repitiendo los mismos protocolos, seguro seguiremos teniendo los mismos terribles resultados.
Las opiniones en este comentario son únicamente de David Batstone.