Las revueltas en Egipto terminan con el acoso sexual hacia las mujeres
Las protestas contra el gobierno de Hosni Mubarak, cuya renuncia se espera para este jueves según fuentes oficiales, le han permitido a las mujeres de Egipto liberarse de ataduras y del acoso de los hombres.
Del mismo modo en que musulmanes y cristianos se han manifestado en la plaza Tahrir, de El Cairo, dejando atrás cualquier antagonismo, mujeres y hombres han salido a protestar codo a codo.
Así lo indican diversos testimonios, como el de la joven egipcia Sara Ismail, quien mencionó que "la solidaridad es lo que está haciendo que la revolución sea del pueblo y no de una cierta clase social o de un único sexo ".
En las calles de Egipto, que se ha caracterizado por tener un régimen patriarcal, donde tradicionalmente las mujeres juegan un rol secundario, muchas de ellas utilizan megáfonos, o llevan pancartas, para expresar su descontento contra Hosni Mubarak; incluso sin llevar encima el tradicional niqab (velo que cubre todo el cuerpo, excepto los ojos).
"Los hombres protegen a las mujeres. El país está unido por la misma razón, los hombres ya no piensan en el acoso, todo el mundo piensa en la política", expresó Yasmín T., un ama de casa que no quiso dar su nombre.
Yasmín consideró que el acoso sexual provenía de la frustración de los egipcios sobre el futuro, pero ahora "hay esperanza y optimismo, todo el mundo en Egipto está cambiando".
Si bien Tahrir se ha convertido en zona libre de acoso, un paseo por sus alrededores y otros barrios muestra que, aunque este fenómeno ha disminuido, todavía puede verse a algún hombre silbando a una mujer o llamándola "ishta" (nata), uno de los apelativos más comunes y que, con determinado tono, puede ser ofensivo.
"En Tahrir no ha habido ni un solo caso de acoso sexual a mujeres desde el pasado día 25", fecha en la que comenzaron las protestas, relató la escritora y feminista Nawal el Saadawi, de 79 años.
A su juicio, el régimen de Hosni Mubarak ha usado la religión y el acoso a la mujer para dividir y amenazar a los ciudadanos.
"Digamos que Egipto no es el paraíso y hay muchas cosas que cambiar", contó Maram Mahmud, estudiante de 23 años y una de las voluntarias que controlan los accesos a Tahrir para vigilar que nadie introduzca armas en la plaza y evitar altercados.
La estudiante expresó su esperanza de que la revuelta sirva para que los niños del presente tengan nuevas actitudes hacia las mujeres del mañana.
"La solidaridad es lo que está haciendo que la revolución sea del pueblo y no de una cierta clase social o de un único sexo", relató Sara Ismail, otra joven que participa en las manifestaciones.