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¿Cómo juzgará la historia a Obama tras la crisis política en Egipto?

Los cambios ocurridos en Egipto son comparados con la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS. ¿Cuál fue el rol de EU en ellos?
lun 14 febrero 2011 11:48 AM
Mubarak - Obama
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Nota del editor: Hamid Dabashi es el autor de "Iran: A People Interrupted", y es profesor Hagop Kevorkian de Estudios Iraníes y Literatura Comparativa en la Universidad Columbia en Nueva York. Su libro más reciente es "Iran, the Green Movement and the U.S.: The Fox and the Paradox" (Zed Books, 2010).

(CNN) – Un dictador ha caído. El pueblo es libre. El cielo es el límite de sus sueños, y el sueño del resto del mundo celebrando con ellos.

¿Cómo juzgará la historia la respuesta del presidente Barack Obama a los cambios sísmicos que ocurrieron en Egipto ?

Los observadores de todo el mundo están comparando los extraordinarios acontecimientos que se están desarrollando dentro y alrededor de la plaza Tahrir y la dramática salida de Hosni Mubarak, con la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética o alternativamente con las aspiraciones de los manifestantes de la plaza de Tiananmen.

Todas estas metáforas sólo pueden dar una idea de la magnitud histórica de lo que hemos estado viendo desarrollarse ante nuestros ojos, y no es sólo en Egipto. Y aún estamos ajustándonos con las revueltas en Túnez y el Movimiento Verde en Irán que siguió las disputadas elecciones presidenciales de 2009.

No hay duda de que cuando colocamos los tres eventos uno junto al otro , todo en un lapso de dos años y medio, el cliché de cómo Washington trata de entenderlos fracasa categóricamente.

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La respuesta del gobierno de Obama hacia la revolución en Egipto fue, de principio a fin, indecisa e incoherente, llevándolo a uno a preguntarse quién piensa en la Casa Blanca en tiempos de crisis.

Comenzando con el vicepresidente Joe Bidden apoyando al presidente Hosni Mubarak como un aliado y "no un dictador", y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, diciendo al principio que el régimen se mantuviera estable para poder darle una lista al presidente egipcio con lo que tenía que hacerse "en ese momento", antes de finalmente aplaudir la causa de los manifestantes victoriosos. Somos testigos de una cultura política que es más vergonzosa para Estados Unidos que las revelaciones de WikiLeaks .

Lo que estamos viendo no es sólo un asunto de políticos "realistas" y "pragmáticos", tratando de mantener un status quo que ha resultado en guerras catastróficas en Afganistán e Iraq y un conflicto definitivamente sin solución árabe-israelí. Algo mucho más serio que eso: la cultura política dominante de Washington es el problema. Obama llegó a la Casa Blanca desafiando esa cultura y ahora se ha convertido en un prisionero de ella.

El suelo se está sacudiendo en uno de los puntos más vitales del planeta Tierra a una velocidad vertiginosa, y Washington se vio incapaz de cambiar los engranajes lo suficientemente rápido para poder alcanzarlo. Estados Unidos se arriesga a ser visto como irrelevante e intrascendente para el resto del mundo.

Mucho antes de la salida de Honi Mubarak , Obama debería haber reconocido la importancia histórica de lo que estaba sucediendo en Egipto y, directamente, dirigirse al pueblo egipcio reconociendo su voluntad democrática para ser libre, compartir su sueño de emancipación de las políticas del engaño y desesperación y anticiparse a la propagación de ese sueño para otras partes de la región. Él debería haber comprometido a su gobierno a no esperar la caída del siguiente dictador antes de que los estadounidenses extendieran sus manos en solidaridad con un levantamiento transnacional que lleve a un mundo mejor.

Mubarak ahora está perdido en la ignominia de la historia. ¿Pero qué leerán los niños estadounidenses es sus libros de historia dentro de una década, o dentro de un siglo? ¿Cómo será visto Obama, alguna vez visto como un hombre de Estado visionario?

Cuando recibió el Premio Nobel de la Paz al comienzo de su presidencia, me encontraba entre los que dijeron públicamente que se lo merecía. Al principio de su carrera como presidente, no había hecho nada significativo todavía para que lo llevara a recibir ese honor. Pero yo pensaba que había despertado un sentido de orgullo, propósito y dignidad entre la generación más joven de estadounidenses que se podrían comprometer a contribuir enormemente con la humanidad. En los actos ocurridos en Túnez y El Cairo, él tuvo un regalo de la historia para justificar que ese premio era un hecho, pero por desgracia, hizo poco para demostrar por qué lo merecía.

Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente de Hamid Dabashi.

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