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Empoderar a las mujeres de África exige pasar de las palabras a la acción

La violencia contra la mujer en diversos países de África es moneda corriente; la violación es utilizada ahí como una arma de guerra
mar 08 marzo 2011 05:13 PM
África - mujeres en Liberia
África - mujeres en Liberia África - mujeres en Liberia

Nota del editor: Belinda Otas es un periodista independiente, escritora y bloguera con un enfoque especial en África. Es colaboradora de las revistas The New African y New African Woman, donde escribe extensamente sobre temas de la mujer y, más recientemente, sobre el uso de la violación como un arma de guerra en la República Democrática del Congo

(CNN) — Hoy es el 100 aniversario del Día Internacional de la Mujer, un hito centenario digno de las celebraciones otorgado a él. Michelle Bachelet, la primera directora ejecutiva de ONU Mujeres y ex presidenta de Chile, ha calificado al siglo pasado como el del progreso y el de "las mujeres que usan su voz colectiva para organizarse por el cambio".

No hay nada malo con celebrar los logros de las mujeres y sus contribuciones a la sociedad. Mucho ha sucedido desde 1911, desde el reconocimiento del derecho de las mujeres a votar, tener una participación más política y la elección de dirigentes femeninas, como la presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, y más recientemente, Dilma Rousseff, de Brasil.

Las mujeres se están movilizando junto a sus contrapartes masculinas por una mayor libertad política, como hemos visto en Egipto y Túnez . Las mujeres son muy activas dentro de la fuerza de trabajo y algunas se ubican como directoras ejecutivas en las 500 empresas de Fortune.

Sin embargo, en el continente africano se requiere trabajar en urgencia para hacer frente a los males de la desigualdad de género, la marginación y la injusticia social que hoy sufre la mujer en lugares como el este de la República Democrática del Congo, donde la violencia contra la mujer es moneda corriente y la violación se ha convertido en un arma de la guerra . Además, un aumento en el tráfico de niños ha llevado al crecimiento de la prostitución, el abuso doméstico, la práctica continuada de la mutilación genital femenina y el matrimonio forzado y precoz para las niñas. 

Al final de la guerra civil en Liberia, se estimó que entre un 60 % y un 90 % de las niñas y mujeres de esa nación habían sido violadas. En Ruanda, se calcula que entre 100,000 y 250,000 mujeres sufrieron la misma suerte durante el genocidio de 1994. En esa ocasión, el mundo hizo la promesa de "nunca más", las mismas palabras utilizadas al fin del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial. 

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Pero a medida que pasan los días, es más difícil mantener esa promesa. La mejor demostración de ello es que la República Democrática del Congo fue calificada el año pasado como la "capital mundial de la violación"  por un alto funcionario de la ONU.

En 1975, en la Ciudad de México, se celebró la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer. Ahí fueron identificados tres objetivos centrales: la igualdad plena de género y la eliminación de la discriminación de género, la integración y plena participación de la mujer en el desarrollo, y una mayor contribución de las mujeres en el fortalecimiento de la paz mundial. 

Desde entonces, se han adoptado una serie de resoluciones encaminadas a potenciar a la mujer. En 2000, el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución 1325, que pide una mejor protección de las mujeres y las niñas en zonas de conflicto, y en 2008, se adoptó la Resolución 1820, que por primera vez reconoció la violación como arma de guerra.

En julio de 2010, fue creada ONU Mujeres, la entidad de la Organización de las Naciones Unidas que trabaja para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Su directora, Bachelet, pidió entonces "un compromiso internacional ambicioso para acelerar la realización de los derechos de la mujer y la igualdad de género".

Si bien estos protocolos existen, no puede afirmarse que África está más cerca de la igualdad de género en la misma proporción que sus homólogos occidentales. Después de 100 años y resoluciones históricas, nosotros tenemos que estar más cerca de alcanzar los resultados de estos diversos mandatos. 

En una reciente entrevista con Zainab Salbi, fundadora de Women for Women International, una organización no lucrativa que ayuda a las mujeres en las regiones devastadas por la guerra, le pregunté si la ONU se había vuelto complaciente ante el uso de la violación y la violencia ejercida contra la mujer.

Ella dijo que había un alto nivel de tolerancia, porque mientras la ONU tiene leyes, resoluciones y directrices sobre cuestiones de la mujer, falta que los distintos países adopten en su Constitución respectiva garantías para las mujeres y las niñas. "Es necesario que haya un plan completo de protección. Esto es factible si hay voluntad política". 

Esa voluntad política está ausente a nivel nacional en el continente africano. Nadie niega que algunos países están haciendo progresos. La condena al teniente coronel Kibibi Mutware, de 20 años de prisión el mes pasado por la violación masiva de mujeres en el pueblo de Fizi, en la República Democrática del Congo, es un paso -si bien tardío-, en la dirección correcta.

Sin embargo, es momento de que los gobiernos africanos y las Naciones Unidas tomen medidas radicales que garanticen que las resoluciones -que acumulan el polvo de los archivos-, se traduzcan en acción, un proceso que implica la educación y la inversión en las mujeres y el servicio a través de la creación y expansión de las sociales, legales y las estructuras y servicios de salud. 

Debe haber autonomía económica por medio de oportunidades viables para dar a las mujeres la libertad financiera y garantizar que quienes cometan violaciones o ejerzan violencia contra las mujeres, sean llevados ante la justicia. 

Más importante aún, las mujeres africanas deben convertirse en participantes activas en la política, a todos niveles, desde la base hasta las altas esferas del gobierno nacional, donde se toman las decisiones que les afectan.

Éste es un aspecto en el que Ruanda aventaja al resto del mundo, con su 56.3 % de mujeres parlamentarias. 

Hasta que esto suceda, como escribió la presidenta Johnson-Sirleaf en la edición de invierno de la revista New African Woman, "el trabajo para la plena igualdad y el empoderamiento total está incompleto".

 
Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente de Belinda Otas.

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