Aun en medio del desastre, los japoneses luchan por retomar su vida
De lo mundano brotó confort este jueves cuando los japoneses se rehusaron a dejarse abatir por las tragedias que se suman a sólo unas horas de que se cumpla una semana del terremoto de 9 grados de magnitud y el posterior tsunami .
En las partes en donde el desastre pegó con más fuerza, miles de personas, muchas de ellas frágiles y de la tercera edad, se asentaron en refugios sin saber cuándo, si es que algún día, podrían salir de ahí.
Ellos aprecian lo ordinario. Esperar en una fila por su almuerzo. O arreglar las pocas pertenencias que pudieron salvar de las aguas que se llevaron sus casas.
Estos detalles han sido los que les han ayudado a mantener la cordura en una crisis que parece irá para largo.
Afuera, cada hora cobraba más vidas. Más de 5,000 estaban muertos . La Policía Nacional dijo que cerca de 10,000 estaban desaparecidos desde el viernes pasado.
El gobierno ha intentado enfriar los reactores nucleares para evitar un desastre nuclear. Utilizando helicópteros y camiones de bomberos, decenas de cañones de agua de la policía fueron vertidos en el reactor número tres en la planta nuclear de Fukushima Daiichi .
El miedo por una crisis nuclear desplomó este jueves la Bolsa de Valores en Japón. El índicie Nikkei 225, la principal indicador en Tokio, bajó hasta 454 puntos, es decir 5 %, antes de rebotar durante un día nervioso de intercambios que terminó en 131 puntos, es decir, con una variación de 1.4 %.
Ayana Suzuki, una ciudadana de Tokio, dijo que ya no podía ver las noticias. En vez de ello, rentó muchas comedias. Tal vez, pensó, esto la haría reír de nuevo.
“No están entregando comida y agua en áreas de desastre”, dijo Suzuki, de 20 años, refiriéndose a la prefectura de Miyagi. “Me siento mal por no ayudar”.
En Tokio, largas filas de extranjeros esperaron afuera de la oficina de inmigración en busca de permisos para salir temporalmente de Tokio.
Aaron Lace, un canadiense que huyó de Tokio a Bangkok, dijo que el pánico agudizó la escasez de alimentos. Además en algunos lugares, los esfuerzos de rescate fueron obstaculizados por la nieve.
En el pueblo de Minamisanriku, lodo, algas marinas y redes para pescar llegaron hasta el techo de una escuela primaria, un edificio de tres pisos. Los armarios todavía tenían las mochilas de los 107 niños que corrieron para salvarse el viernes pasado.
El director de la escuela, Atsushi Asokawa, se abrió paso entre el fango y buscó entre los escritorios de la escuela.
“Estoy buscando unos documentos importantes para pedirle instrucciones al gobierno”, dijo. “Esperaré a que regresen los niños”.
Pero todo el mundo se ha centrado en la planta de Fukushima Daiichi.
Fuerzas japonesas sobrevolaron cuatro veces la zona en helicóptero en un periodo de 20 minutos el jueves por la mañana, dejando caer 7.5 toneladas de agua de mar sobre el reactor número tres, para enfriar el combustible sobrecalentado.
Pero horas después, la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio —la cual proveé de energía a la planta—, dijo que los esfuerzos continuarían en la noche para evitar que el reactor y su combustible se sobrecalentaran.
Un vocero del gobierno japonés, Noriyuki Shikata, trató de calmar los miedos de una inminente fusión nuclear. "No hemos visto una gran fisura en la contención" en ninguno de los reactores de la planta, dijo.
Una fusión nuclear ocurre cuando las barras de combustible no pueden ser enfriadas y se derrite el núcleo. En el peor de los casos, el combustible puede derramarse de su unidad de contención y esparcir radioactividad a través de aire y agua.
Eso, dicen oficiales en salud pública, puede causar problemas de salud inmediatos y a largo plazo, que incluye envenenamiento por radiación y cáncer.
Cerca de 600,000 personas que vivían en un radio de 20 kilómetros de la planta han sido evacuadas ; a aquellos que vivían en un radio de 20 a 30 kilómetros del lugar se les pidió permanecer en sus casas. Las autoridades han prohibido sobrevolar esa área.
Diversos países, incluyendo Estados Unidos, han llamado a ampliar el rango de exclusión. Además, han enviado tropas, pero les han advertidos de que no se acerquen a 80 kilómetros de la planta.
El pueblo de Minamisoma, a unos 25 kilómetros de la planta, estaba inquietamente silencioso, sus calles vacías y sus tiendas cerradas.
"La gente no fue evacuada. Permanecen en casa", dijo Koichi Shiga, quien es propietario de un hotel ahí. "Había una ración de 10 litros de gas y vi a una larga fila de gente".
Pero los miedos por la crisis nuclear han producido un éxodo.
El departamento de Estado de Estados Unidos dijo el jueves que mandará aviones para evacuar a cerca de 600 familiares de su equipo diplomático y arreglará la salida de ciudadanos estadounidenses de las áreas afectadas.
Kosuke Deura, un ciudadano de Tokio de 19 años, dijo que si la situación empeora le gustaría irse.
"Pero soy un estudiante y no tengo mucho dinero", dijo Deura el jueves. "Entonces no me puedo ir".
Mientras tanto, la constante amenaza de más terremotos —y cientos de réplicas— hacen poco para calmar los nervios.
"Estoy muy consternado… todavía no sabemos con exactitud cuándo sucederá el próximo temblor fuerte", dijo Kyohei Kiyota, quien vive en las afueras de Tokio. "Da mucho miedo. Para prepararnos para el próximo temblor, debemos saber de el".
Suzuki dijo que se siente optimista de que más sobrevivientes saldrán, que sus compatriotas seguirán manejando la adversidad con una actitud equilibrada.
Ella cree que el pueblo japonés podrá salir de esto. Ella cree que se levantarán desde cero.
Los periodistas de CNN Kyung Lah, Larry Shaughnessy, Gary Tuchman, Stan Grant, Brian Walker, Holly Yan, Ben Rooney, Jessica Ellis y Sean Morris, además del reportero Diego Laje colaboraron a este reporte.