Túnez se abre paso, a dos meses de la protesta que despertó al mundo árabe
Dos meses después de que la gente de Túnez derrocó a un tirano, las casas del antiguo dictador se han convertido en extrañas atracciones turísticas para extranjeros y tunecinos curiosos.
A veces eso crea escenas extrañas. En una tarde ventosa, dos chicos llevaron a un borrego de arriba abajo por las escaleras, pasando por la alberca vacía y una camioneta quemada, todavía estacionada en la entrada de una de las mansiones saqueadas pertenecientes al clan Ben Ali.
“Vinimos a ver”, dijo Osama al-Deen bin Ammara, de 11 años, quien recitó una letanía de ofensas cometidas por la familia del ex presidente .
“Nos robaron y nos mataron… nos atacaron y muchas personas murieron, la gente lloró", dijo el niño, mientras su borrego masticaba la libreta de un reportero. “Ahora vivimos bien juntos. Sin problemas. Sin robos”.
“El sistema se sostuvo por miedo”, dice Slim Amamou. Este otrora bloguero y activista libertario por internet sabe del lado oscuro del antiguo régimen.
El 6 de enero fue arrestado e interrogado durante cinco días en el sótano del temido Ministro del Interior de Túnez.
“No me dejaron dormir y estuve esposado todo el tiempo”, recuerda Amamou. “Estuve sentado en una silla día y noche. Ahí estaba la tortura psicológica. Te hacen creer que tus amigos están siendo torturados en oficinas cercanas. Escuchas gritos”.
Pero mientras los interrogatorios eran juegos mentales terroríficos con el prisionero de 33 años, los tunecinos estaban en las calles de las ciudades y pueblos a través del país , haciendo un llamado para correr a Zin el Abidine Ben Ali, el hombre que reinó este país al norte de África por más de 20 años.
El 14 de enero, Ben Ali huyó del país . Amamou fue liberado, pero a menos de una semana tuvo otro shock: el gobierno interino de Túnez le ofreció un nuevo trabajo como ministro de Estado.
“También fue una sorpresa para mi”, dice Amamou.
El cambio empieza a tomar lugar a través de Túnez a una velocidad sorprendente.
Hasta hace poco, la estructura de concreto que auspició al Ministro del Interior era el corazón de la muy temida “policía política”: legiones de espías vestidos de civiles que monitoreaban conversaciones en bares, cafés y parques.
Pero este mes las autoridades interinas de Túnez anunciaron la disolución de la “policía política”. Un fenómeno increíble que se desarrolla hacia el Ministro del Interior en un camino de árboles.
Grupos de tunecinos se reúnen bajo los árboles para tener debates políticos, en temas que van desde la política económica y derechos de las mujeres, hasta el futuro del Islam en un país en donde el secularismo, hasta hace poco, era obligado.
“Antes estaba prohibido por ley y la gente estaba espantada”, dijo Ines Amri, un maestro de inglés de 26 años. “Nadie se atrevía a reunirse en grupos y hablar de esta forma”.
Amri dice que nadie ha visto alguna señal de la policía política –quienes dice se vestían en un estereotipo siniestro de chamarra de cuero negra y lentes de sol- desde la revolución de enero.
“¡Si quieres un régimen democrático, no deberías tener una policía secreta que controle tu mente!”, dice mientras señala su frente.
A unos pocos metros, el banquero y escritor Abdelmajid Ammar estaba viendo con orgullo su nueva obra, que salió a la venta en la sección de “libros prohibidos” de la Librarie al Kitab.
Titulado Técnicas de lavado de dinero: Como el Clan Ben Ali Robó a Túnez ahora está junto a otros libros que, hasta hace poco, estaban prohibidos por el departamento de censura del régimen. Ahora todos están exhibidos en la entrada de la tienda.
“Hasta la guía de turistas Guide Routard estaba prohibida por Ben Ali porque tenía dos oraciones de cómo no se respetaban los derechos humanos aquí”, exclama Mohamed Bennour, el gerente de la tienda.
El panorama político también se ha transformado radicalmente. En tan sólo dos meses, Túnez pasó de años de dominio de un partido a una explosión de más de 40 partidos políticos registrados.
Pero los retos del futuro son enormes. Túnez batalla con una economía debilitada y un shock vital a su industria turística que ha dejado a hoteles en la playa de lujo con ocupaciones de un dígito.
A pesar de la nueva libertad política, hordas de jóvenes tunecinos desempleados han desafiado al mar Mediterráneo para colarse a la isla italiana de Lampedusa en busca de trabajos en Europa.
Mientras se desvanece la euforia de la revolución y da lugar a la dura realidad económica, es probable mayor inestabilidad política, en lo que podrían ser las primeras elecciones libres en décadas.
El ministro de estado de 33 años está consciente de todas las dificultades del gobierno contra la emoción de protestar. Slim Amamou dice que está sorprendido por la feroz cantidad de crítica que ha recibido en su corta estancia en oficina, especialmente luego de que cabildeara con éxito para quitar la censura de internet de la era de Ben-Ali.
“Dicen muchas cosas”, dice Amamou, sentado en la oficina del Ministerio de la Juventud y el Deporte decorada con trofeos, “que no soy competente para el trabajo, que traigo pornografía a internet”.
Pero el hombre que paso de la prisión a una oficina en el gobierno nacional en menos de una semana es optimista.
“Tienes miedo y esperanza al mismo tiempo”, dice. “Así que es lindo vivir en Túnez ahora”.