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Hombre acusado de blasfemia se salva de la prisión, pero no de la muerte

Antes de Mohamed Imran fueron asesinados dos prominentes dirigentes; a todos los acusaron de cometer una supuesta blasfemia contra Mahoma
jue 14 abril 2011 10:45 AM
Pakistán - asesinato por blasfemia
Pakistán - asesinato por blasfemia Pakistán - asesinato por blasfemia

Mohamed Imran fue acusado, encarcelado, juzgado y liberado: si acaso, la sociedad le tenía una deuda por haber sido acusado erróneamente.

Pero su crimen fue una blasfemia. Se supone que habría dicho algo despectivo sobre el profeta Mahoma, pero la justicia en Pakistán funcionó un poco diferente.

Dos semanas después de haber regresado a su pequeña parcela en las afueras de Islamabad, su supuesto crimen lo alcanzó.

Dos hombres armados irrumpieron en una tienda de zapatos donde él estaba sentado charlando con un amigo. Imran intentó agacharse y esconderse tras su amigo, quizá tan aterrorizado por su propia vida que se olvidó de aquellos a su alrededor.

Pero los pistoleros encontraron a su presa y las controversiales leyes de blasfemia de Pakistán reclamaron a otra víctima.

"Cuando lo vi ahí tirado, sentí que la sangre escapó de mi cuerpo y que ahora estaba solo", dijo a CNN su hermano Ikram.

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Ahora Ikram sólo tiene la tumba sin nombre de su hermano, ubicada a lado del terreno que alguna vez fue la fuente de ingresos de Mohamed Imran. Esta granja ya no alimenta a su familia, la cual se ha mudado, dependiendo ahora de la caridad de un amigo. Las amenazas continuaron.

Encontramos a su hija Kazma, de cuatro años de edad, quien sabía que su padre estaba muerto pero que de alguna manera regresaría. Su esposa estaba en llanto, pero destacaba que las leyes de blasfemia eran importantes ya que protegían la fe musulmana. Era difícil saber si en verdad lo creía o lo decía para conservar su vida.

Dos políticos de alto perfil han sido asesinados este año por sus críticas a las leyes de blasfemia: el gobernador de Punjab Salman Taseer y el ministro de las minorías (y cristiano) Shahbaz Bhatti .

Algunos observadores ven sus muertes y el clima de furia alrededor de las leyes de blasfemia como un síntoma de un incremento de las tendencias fundamentalistas en Pakistán.

Otros dicen que la religión es lo único que mucha gente tiene, dado los niveles de pobreza y disfunción gubernamental, por lo que no les gusta que la insulten. Se informa que más de 30 de los cientos de personas condenadas por leyes de blasfemia han sido asesinadas por vigilantes. El Estado aún tiene gente por ejecutar por este crimen.

La parte curiosa sobre este caso de blasfemia –y muchas otras condenas y acusaciones en contra de esta ley– es que no especifican lo que el acusado dijo.

La primera queja que llegó a la policía en el 2009, refiere a una conversación que Imran supuestamente tuvo con otro hombre en una cafetería, pero dice que la frase blasfema exacta no puede repetirse ya que también sería un acto de blasfemia.

Para el momento que llegamos a la cita en la Corte a principios de año, el cargo era más claro (pero no lo repetiremos aquí dada la sensibilidad del asunto). Te quedas pensando si en esta etapa del caso muchos han encontrado alguna razón para condenar a Imran.

De cualquier manera, este nivel de evidencia no fue suficiente para el juez, quien liberó a Imran. Pero sí lo fue para los pistoleros.

Fuimos a la ciudad aledaña para hablar con los clérigos de la mezquita local. Algunos acusaron a estos hombres santos de desatar la ira en contra de Imran. Por cierto, Imran era un chiita y consecuentemente, parte de una minoría frecuentemente atacada en Pakistán.

Tan pronto como salimos del auto cerca de la mezquita y sacamos nuestras cámaras, se alteraron los temperamentos. No les importaba por qué estábamos ahí, simplemente nos veían como foráneos, quizá hasta como espías estadounidenses.

Nos fuimos rápidamente, más conscientes que nunca de la creciente ira en las calles de Pakistán, alimentada por generaciones de pobreza, décadas de lo que muchos ven como ineptitud del gobierno y años de intervención extranjera.

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