Abusos de sacerdotes, el debate sobre la beatificación de Juan Pablo II
Juan Pablo II era una estrella de rock como Papa. Podría decirse que era el embajador más efectivo en una época de creencias seculares. Pero desde su muerte en abril de 2005 una corriente subterránea de dudas y preocupaciones ha emergido relacionada con su manera de manejar el abuso sexual de parte de sacerdotes, la crisis más seria que ha golpeado al catolicismo en siglos.
La columnista del New York Times, Maureen Down, recientemente articuló el veredicto de algunos detractores del Papa: "¿Cómo puedes ser un santo si fallas en la protección de niños inocentes?"
Aunque la ambivalencia en su historia no pone en entredicho sus logros, se convierte en un capítulo inevitable de la historia de Juan Pablo, y representa quizá la mayor mancha en su beatificación del domingo, el último paso antes de la santificación.
Los críticos señalan tanto políticas como casos individuales que, ellos creen, ilustran un patrón de negación en Juan Pablo II .
Durante la época en la que obispos locales intentaron expulsar a los abusadores de las iglesias, en un proceso llamado laicización, el Vaticano llamó a tener precaución. No llamaba a disculpar el abuso, pero defendía el sacerdocio.
Funcionarios clave en el papado de Juan Pablo expresaron su reserva acerca de las políticas que habrían requerido reportar el abuso a la policía.
El cardenal colombiano a quien Juan Pablo II nombró como responsable de analizar las cuestiones relacionadas con el sacerdocio, Darío Castrillón Hoyos, de hecho escribió a un obispo de Francia en 2001 para felicitarlo por negarse a reportar a un sacerdote acusado de abuso.
Castrillón era también el responsable detrás de la ahora infame carta del Vaticano a los obispos de Irlanda expresándoles su oposición a su política de "reporte obligatorio".
El caso del sacerdote mexicano Marcial Maciel Degollado , fundador de la orden religiosa los Legionarios de Cristo, es a menudo citado por sus críticos. En 2006 los Legionarios admitieron que Marcial era culpable de abuso sexual de antiguos miembros de la orden, así como de tener hijos fuera del matrimonio con una mujer con quien mantuvo una relación de largo plazo.
Con el paso de los años, Maciel se convirtió en uno de los favoritos de Juan Pablo por su lealtad a Roma y su éxito para generar vocaciones al sacerdocio.
Un caso similar involucró al cardenal Hans Hermann Groer, de Viena, Austria, quien murió en 2003. Groer renunció en 1995 tras enfrentar cargos de abuso, pero no estuvo sujeto a ninguna sanción por parte de la iglesia.
En mayo de 2010, el sucesor de Groer como cardenal de Viena, Christoph Schonborn, dijo que un alto funcionario bajo el mando de Juan Pablo II había bloqueado la investigación. (Schonborn se disculpó más tarde por reprender a un cardenal, pero nunca se retractó de los cargos).
¿Un patrón inadecuado?
Los defensores de Juan Pablo II suelen hacer dos señalamientos. Primero, dicen, la Iglesia ha estado en una curva de aprendizaje acerca del abuso sexual por parte de sacerdotes y es injusto juzgar a Juan Pablo II con los estándares de actuación actuales.
De hecho, fue este papa quien inició el proceso de reforma de la Iglesia en 2001 al emitir una serie de reglas que centralizan la responsabilidad en la Congregación para la Doctrina de la Fe, una poderosa oficina dirigida en ese momento por el entonces cardenal, Joseph Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI. Juan Pablo II también aprobó un proceso expedito para desterrar a abusadores del sacerdocio.
Si los cambios se alentaron entre 2001 y 2005, dicen, se explica por la larga enfermedad que padecía el Pontífice por el mal del Parkinson. En ese periodo, su principal contribución fue ofrecer al mundo un ejemplo de cómo llevar el sufrimiento con dignidad.
En segundo lugar, sus seguidores argumentan que la crisis debe ser entendida en el contexto de las reformas de Juan Pablo al sacerdocio católico. En 1978, cuando fue elegido, más de 45,000 hombres habían dejado el servicio sacerdotal desde el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965).
Juan Pablo dio un giro a esa situación, al ofrecer un ejemplo personal de una vida sacerdotal e inspirando a una nueva generación deseosa de convertirse "en la persona de Cristo". Los sacerdotes que tomaron ese compromiso en serio, dicen los defensores de Juan Pablo, son menos propensos a abusar.
El enfoque en casos individuales como Maciel en lugar del acercamiento global de Juan Pablo a la vida sacerdotal, según el biógrafo papal, George Weigel, es "grotescamente desproporcionado desde un punto de vista históricamente serio".
No hay razón para creer que la crisis de abusos sexuales esté cerca de su fin. Apenas hace unos días, un juez federal de Oregon exigió al Vaticano entregar documentos relacionados con un litigio contra un sacerdote acusado de abuso que murió en 1992. Es la primera vez que una corte estadounidense emite una orden de ese tipo, y podría desatar una disputa diplomática, ya que el Vaticano es un estado soberano según la ley internacional.
Este hecho mantendrá vivo el debate entre las víctimas de los abusos, abogados, historiadores y expertos.
Mientras tanto, el debate no parece disminuir el entusiasmo por Juan Pablo. El 74% de los estadounidenses y el 90% de los católicos estadounidenses, lo ven como un candidato válido para la beatificación, según una encuesta realizada por el Colegio Marista Knights de Columbus.
En Roma, más de dos millones de personas forman parte de las actividades relacionadas con el beatificación esta semana, mientras crece una industria de libros, calendarios, recuerdos, documentales y otros objetos alusivos.
El Vaticano siempre ha insistido en que declarar al Papa un santo no significa ratificar cada decisión política de su pontificado. En cambio, significa que cualquiera que hayan sido sus fallas, era un hombre santo. Cuando se trata de hablar de Juan Pablo II, mucha gente todavía tiene entusiasmo al decir "amén".