El partido comunista de China celebra sus 90 años y promete más fuerza
El Partido Comunista de China (PCCh) celebró su 90 aniversario, un acontecimiento en el que el presidente chino, Hu Jintao, auguró un país "próspero, poderoso y democrático" en 30 años, en un discurso ante 6,000 miembros de la formación reunidos en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing.
Hu, también secretario general de la formación, animó a la institución a esforzarse por lograr este objetivo hacia 2049, cuando celebre su centenario el régimen fundado por el PCCh 28 años después de haber sido constituido como partido político.
En un acto en el que no faltó la música de la Internacional Socialista y un gigantesco símbolo de la hoz y el martillo presidiendo la sala, Hu aseguró que la formación debe estar orgullosa de sus logros, pero "no debe dormirse en los laureles del pasado" sino mantener su lucha contra la corrupción, ya que "si no se castiga con eficacia, el Partido perderá la confianza y el apoyo del pueblo".
El mandatario, que tiene previsto dejar la secretaría general en 2012 y la presidencia del país en 2013, recordó la historia de la formación, nacida en una reunión clandestina en Shanghái (este del país) en la que, entre otros, estaba el posterior fundador del régimen comunista, un entonces veinteañero Mao Zedong.
"Hace 90 años, el PCCh tenía sólo unas decenas de militantes, el país era pobre y atrasado y el pueblo se arrastraba en el hambre y la miseria. Hoy día, sus miembros alcanzan más de 80 millones, el país está pleno de prosperidad y florecimiento y el pueblo goza de felicidad y salud", proclamó Hu recordando esos inicios.
El aniversario se ha celebrado con multitud de actos en todo el país, cuyos pueblos y ciudades han sido decorados para la ocasión con arreglos florales rojigualdos, los colores de China y del PCCh, y carteles propagandísticos con el número 90 en calles, oficinas y edificios residenciales.
En el caso de Beijing, un enorme emblema de la hoz y el martillo de seis metros de altura ha presidido esta semana el centro de la plaza de Tiananmen, mientras la televisión emite series y películas contando la historia del PCCh, olvidando los momentos más oscuros, como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural, y en los cines se estrenan una treintena de películas con la misma temática.
Las celebraciones también se han acompañado esta semana con grandes inauguraciones de importantes obras de infraestructura, como la apertura al público del tren de alta velocidad Beijing-Shanghai o la del puente más largo del mundo sobre el mar en la bahía oriental de Qingdao.
También se vaticinaba que el PCCh iba a aprovechar la efeméride para comenzar las pruebas en aguas abiertas del primer portaaviones de su Armada, aunque parece ser que finalmente esta botadura va a demorarse un mes, por problemas técnicos.
El alto perfil que el Gobierno chino ha dado al 90 aniversario, similar al que hace dos años se dio por los 60 años de la República Popular- se debe, según expertos, a que es la última gran ocasión de los actuales líderes para celebrar sus logros, dado que iniciarán su paulatina retirada el próximo año.
Hu, el primer ministro, Wen Jiabao, y el resto de mandatarios de la ya segunda economía mundial, primero abandonarán los máximos cargos del Partido, un año después los del Gobierno, y finalmente los del Ejército, cumpliendo la tradición de no estar en sus cargos más de 10 años, iniciada por la cúpula anterior (la generación del presidente Jiang Zemin).
Las celebraciones buscan contrarrestar un año complicado de Beijing hacia el exterior, por el aumento de las críticas internacionales a la situación de los derechos humanos, especialmente durante los meses de arresto irregular del artista y activista Ai Weiwei, en libertad bajo fianza desde la semana pasada .
Las complicaciones también han aumentado en 2011 en el interior de China, con algunas convocatorias fallidas a protestas como las que revolucionaron el mundo árabe desde principios de este año.
O un aumento de las protestas obreras y sociales en el país, en un contexto de fuerte inflación y aumento del descontento por la creciente diferencia entre ricos y pobres.