Una víctima de trata sexual en EU testifica y luego desaparece
Entre los adictos con ojos de zombie y las prostitutas sometidas merodeando por las entradas con luces de neón de tiendas de video para adultos, Kelsey Emily Collins hubiera sobresalido.
Era de fuera y demasiado joven para estar donde estaba.
Tal como testificaría más adelante ante una corte federal, un hombre 20 años mayor que ella la llevó en su auto 170 millas de Seattle a Portland. Entre los desaseados moteles y tiendas de ropa interior donde los clientes pueden pagar por bailes privados y más, en un cuarto escondido, el plan era sencillo: venderla a la mayor cantidad posible de hombres.
Después de esa primera noche en enero de 2008, cuando generó cerca de 1,000 dólares –los cuales fueron a dar al bolsillo de su proxeneta, según le diría a los investigadores posteriormente– Kelsey regresó a trabajar como prostituta.
Una noche, la policía la detuvo al salir del auto de un cliente. Kelsey tenía 16 años.
Desde el momento que nació, Sarah Collins, madre de Kelsey, dijo que ella tenía que luchar para sobrevivir. Plagada de problemas intestinales, Kelsey pasó la mayor parte de su primer año de vida en el hospital. Era angustiante. Sarah le negaría más adelante a sus otros tres hijos que Kelsey no era su consentida. Pero no tenía sentido discutirlo.
“Sus hermanas mayores siempre me dijeron que la trataba como una princesa”, dijo Sarah”. “Cuando tienes un hijo tan enfermo, tienes un lazo que no puedes disfrazar”.
Pero la vida seguía complicándose. Sarah y sus hijos huyeron de un esposo abusador. Salieron del estado y cambiaron sus nombres. El ex esposo de Sarah está cumpliendo una sentencia de 20 años por abusar de su familia y con 10 años por cumplir, ella considera que no representa una amenaza inmediata.
La hija más joven de Sarah se llamó Emily hasta los siete años, pero le cambiaron el nombre cuando huyeron.
Ahora la conocen como Kelsey.
Era una niña con dos nombres y, como más tarde descubriría su madre, dos vidas.
“Apenas llegó a la pubertad empezó a meterse en problemas”, dijo Sarah. “Creí que iba a ser la que no me iba a dar problemas. Pero hacía todo lo que hicieron sus hermanas multiplicado por diez”.
Al principio, Kelsey se escapaba para ir a fiestas, beber y fumar. En una ocasión destrozó el auto de Sarah.
Después de que Kelsey se robó el auto de un extraño para ir al centro comercial, Sarah llamó a la policía.
“Así es como se involucró con en el sistema juvenil”, dijo Sarah. “No le ayudaba. No llegaba a la casa por lo que la metían al juvenil, no iba a la escuela y la metían al juvenil. Era como una puerta giratoria”.
Luego Kelsey sería arrestada por prostitución. Sarah estaba atónita.
“¡Gasté demasiada energía y dinero para mantenerte con vida!”, le gritó Sarah a su hija. “¡No voy a dejar que tires tu vida a la basura!”.
Cuatro años más tarde, se lamentó de los recuerdos de esas peleas.
“No vi las señales. No creí que estaba siendo forzada a hacerlo”.
Kelsey mantenía en secreto quién o qué la obligaba a vender su cuerpo. No pasaba los exámenes de drogas, faltaba a la escuela y Sarah cree que estaba enamorada de los hombres que la vendían a extraños.
Sarah vio signos de abuso físico. Kelsey negaba que sus novios fueran los responsables y decía que los moretones y ojos morados eran por pleitos en la escuela. “Cuando fui a la corte la quinta o sexta vez que la detuvieron por prostitución, no sabía qué hacer. Ruego que alguien me ayude con esto”, afirmó Sarah.
El sargento Doug Justus también estaba buscando ayuda cuando llegó a la casa de los Collins un mes después del arresto de Kelsey en Portland.
Justus dirigía el departamento de vicios de la Policía de Portland. Aunque fue policía durante más de 20 años, Justus era un reciente convencido de la idea de que la policía debería enfocarse en los hombres que obligan a las jóvenes a prostituirse .
“La gente no tenía mayor conocimiento, no había educación ni capacitación”, afirmó. “Se pensaba que los policías verdaderos capturaban a asaltantes de bancos”.
Pero después de ver cómo manipulaban a mujeres menores de edad, creyendo que amaban a los mismos hombres que las golpeaban y comerciaban una y otra vez, Justus cambió de opinión.
La trata de personas con fines de explotación sexual es un “abuso doméstico con esteroides”, afirmó. Sin embargo, perseguirla, es otra cosa.
“Es muy complicado”, dijo Ernest Allen, presidente y director del Centro Nacional de Niños Extraviados y Explotados.
Según Allen, la trata de personas en Estados Unidos no es tan fácil de detectar como en otros países donde las víctimas están sometidas a la esclavitud.
Allen dijo que las víctimas en Estados Unidos son comúnmente escogidas por su fragilidad emocional y su complicada vida doméstica.
“En Estados Unidos hay niños sin hogar, que escaparon o fueron abandonados. Ellos tienen una lealtad mal encaminada y miedo por su libertad. Esto es crimen organizado”, comentó Allen.
Allen agregó que aunque la esclavitud sexual no es tan visible en Estados Unidos, las víctimas pagan un precio terrible, forzadas a entregar sus ganancias a supuestos proxenetas y teniendo que soportar golpizas.
En los últimos ocho años, Allen dijo que la colaboración entre su organización y las autoridades judiciales se han traducido en la condena de 700 proxenetas y el rescate de 1,600 niños que eran tratados con fines de explotación sexual.
Justus comentó que la prostitución de menores de edad atrae a criminales insensibles por su rentabilidad.
“Las drogas las puedes vender sólo una vez, a estas niñas las puedes vender una y otra vez”.
Para llegar a Kelsey, Justus utilizó una estrategia distinta a la que la policía empleaba en el pasado; le dijo que ella era una víctima.
“Le tomó algo de tiempo porque ella nunca había escuchado algo así”.
Kelsey se abrió gradualmente al detective respecto al hombre que la vendió en Portland.
“Le compró ropa, condones, le enseñó qué hacer y cómo hacerlo”, dijo Justus. “Todo. Y se quedaba con cada centavo. Dijo que se la pasaba teniendo sexo toda la noche”.
Kelsey le prometió a Justus que testificaría contra su proxeneta.
Justus llevó a Kelsey a Portland con su madre para testificar ante un jurado. Sarah dijo que su hija tenía miedo.
“Se sentaba afuera de la corte en el auto y lloraba. Ella podría haber huido en ese momento. No traía esposas. Pero no lo hizo”.
“Se sentó y lloró sobre mi hombro y dijo: mami tengo miedo. Le respondí que lo que estaba haciendo era lo correcto”.
Kelsey fue liberada y entregada a su madre, quien dijo que podía superar los trámites burocráticos para que su hija obtuviera la asesoría que necesitaba.
“Lo que hizo fue muy valiente y luego le dicen que está muy grande para este programa y muy grande para el otro programa”, comentó Sarah Collins.
Ernest Allen cree que para las niñas que han sido tratadas con fines de explotación sexual, regresar a su casa no es una opción. “No puedes ir a casa y vivir feliz para siempre. No puedes volver a empezar desde donde te quedaste en secundaria”.
Aproximadamente un mes después de que testificó, Kelsey le dijo a su madre que iba a tomar un camión para ver a su nuevo novio en Seattle.
Era el día de las madres del 2009 y su familia no supo de ella nunca más.
Justus afirmó que la desaparición de Kelsey causó tensiones interinstitucionales. “Hubo muchas discusiones. Los límites políticos se superaron. Sé que fue duro para todos pero traguemos nuestro orgullo, digamos que cometimos un error y trabajemos juntos como equipo para resolver esto”.
En junio de 2009, fiscales federales acusaron al supuesto proxeneta de Kelsey de trata. Él se declaró inocente.
Pero en marzo de 2010, los cargos fueron levantados después de que Kelsey –la principal testigo– no apareciera.
Justus cree que fue atacada por haber alzado la voz.
Tres meses después, el supuesto proxeneta se declararía culpable de trata en otro caso. Fue sentenciado a 15 años en una prisión federal por prostituir a una niña de 14 años.
Pueda probarlo o no, Justus tiene sus sospechas sobre lo que le pasó a Kelsey.
“Creo sinceramente que fue asesinada por testificar en este caso. El gobierno federal no hizo su trabajo, no la protegió”.
Una vocera de la Fiscalía Federal en Portland afirmó que los fiscales federales no podían comentar del caso de Kelsey ya que se trataba de “una investigación en proceso”.
Sin embargo, en un comunicado enviado a CNN, el fiscal Dwight C. Holton dijo: “Nuestro corazón está con la familia de Kelsey. Estamos abordando todas las opciones viables y haciendo todo lo que podemos para resolver este rompecabezas”.
Sarah Collins ha perdido la fe.
“La usaron y la desecharon”, afirmó Collins refiriéndose a los fiscales.
Asimismo, dijo que duda que alguien siga investigando con seriedad lo que le pasó a su hija a dos años de su desaparición.
Finalmente guardó toda la ropa de Kelsey y vive con el miedo de que quizás nunca sepa qué le pasó.
Aunque ella encontró algunas respuestas en una carta que Kelsey le escribió a una amiga: “Tengo una nueva forma de hacer mucho dinero para nosotras”, escribió Kelsey a sus 16 años. Uno de sus novios le planteó la idea de que vendiera su cuerpo.
“No podía creer que me estuviera pidiendo ser una puta”.
La madre de Kelsey dijo que el novio estaba convencido de que podría lograr que Kelsey aceptara.
La carta continuaba: “Cuando me di cuenta, ya lo era”.