El testigo de una masacre en una prisión de Libia busca justicia
Hussein Shafei se preparaba este sábado para regresar a un lugar de oscuridad en Libia.
Dentro de poco, planea presentarse de nuevo en la celda 14, bloque 2, en la prisión de Abu Salim, en Trípoli. Sólo que esta vez, la puerta de metal no se cerrará detrás de él, dejándolo en una celda del tamaño de un baño.
Él será un hombre libre dentro de los confines de lo que se convirtió en un poderoso símbolo de la represión de Moammar Gadhafi: el Abu Ghraib libio.
Shafei quiere volver al lugar donde fue testigo de una masacre que alimenta sus pesadillas. A veces su esposa lo despierta en la mitad de la noche, diciendo: "Hussein. Estás gritando. Estás asustando a los niños”.
Cerca de 1,200 prisioneros fueron asesinados en Abu Salim, en el verano de 1996, de acuerdo con Human Rights Watch.
Sin justicia, el caso se quedó en la psique nacional de Libia y, finalmente, actuó como mecha para encender la llama de la revuelta en febrero de este año.
Los rebeldes asaltaron la prisión hace unos días, liberando a los que estaban presos, incluyendo a un periodista estadounidense.
"Estoy muy emocionado por Trípoli", dijo Shafei ante el hecho de que los rebeldes tomen el control de la capital. "Este es el momento que he estado esperando durante tantos años”.
Desde su liberación en 2000, Shafei ha pensado en los muertos de Abu Salim. ¿Dónde están sus cuerpos? ¿Cómo fue para sus hijos crecer sin sus padres, o paras las mujeres el no saber qué le pasó a su marido?
Se comprometió a exponer la matanza de aquel día de junio.
Esta semana en Bengasi vio un video publicado en YouTube que supuestamente mostraba la toma de Abu Salim. Shafei, que ahora trabaja con la oposición en Bengasi, sabía que tenía que regresar ahí.
Él estaba esperando para abordar un avión con destino a Trípoli. Aunque tal vez tenga que ir en barco, por la intensa lucha que se da en lugares como Sirte, ciudad natal de Gadhafi.
Con el régimen libio al borde del colapso, Shafei espera que la verdad acerca de Abu Salim finalmente se dé a conocer. Él no está solo en su deseo.
El tiroteo se prolongó durante casi tres horas
Shafei era un estudiante universitario cuando fue detenido por ofender al régimen. Inspirado por las reformas de la Perestroika en la Unión Soviética, a finales de 1980, se pronunció a favor de mayores libertades en su propio país.
La madre de Shafei, Najia, recuerda claramente el día en el año 1988, cuando regresó a su casa en Bengasi para encontrar a su hija llorando. Su hijo ya no estaba.
"No teníamos ni idea de dónde se encontraba", dijo desde su casa en Atlanta. "Si él estaba vivo o muerto".
Pasaron 19 meses antes de que Najia Shafei, a través de contactos, conociera el paradero de su hijo. Después de eso, de vez en cuando hizo el largo viaje desde Bengasi a la cárcel de Trípoli.
Los guardias sacaban a su hijo de su celda y lo llevaban a un almacén en la entrada de la prisión, donde madre e hijo se reunían. Si tenía suerte, le daban 20 minutos con él, dijo.
No podía preguntarle acerca de su situación. Siempre había guardias escuchando. Él nunca podía decirle lo que sabía que estaba pasando en esa cárcel: palizas, torturas, muertes.
Shafei pasó ocho años de esa manera, en una celda estrecha, sin su familia y sin la educación que debería haber terminado. Su padre murió en 1994 y fue puesto en libertad por tres días para asistir al funeral. Esa fue la medida de su libertad.
Luego, el 28 de junio de 1996, los presos hicieron disturbios por las malas condiciones y la restricción de las visitas familiares, tomaron un guardia y escaparon de sus celdas.
"Cinco o siete minutos después, los guardias en las azoteas dispararon a los presos que estaban en las zonas abiertas", dijo Shafei en una entrevista con Human Rights Watch, muchos años después.
Los oficiales de seguridad ordenaron detener el fusilamiento para fingir negociaciones.
Pero en lugar de eso, Shafei dijo a Human Rights Watch que los oficiales llamaron a los pelotones de fusilamiento para que mataran a tiros al menos a 1,200 personas.
Dijo que una granada fue lanzada en los patios donde los presos se habían reunido.
"Escuché una explosión, e inmediatamente después comenzó un tiroteo constante de armas pesadas y fusiles Kalashnikov desde la parte superior de los techos", dijo.
Mucho tiempo después, mientras compraba carne en un matadero en Estados Unidos, Shafei le comentó a su hermano, Nabil: ni siquiera aquí matan como lo hicieron los hombres de Gadhafi aquel día.
"No podía ver a los prisioneros que fueron asesinados, pero pude ver a los que estaban disparando", dijo Shafei a Human Rights Watch. "Ellos eran una unidad especial y usaban sombreros de color caqui militar. Seis de ellos usaban fusiles Kalashnikov. Los vi. Al menos a seis de ellos. En los techos de los pabellones”.
Al día siguiente, Shafei recibió la orden de limpiar los relojes manchados de sangre que fueron tomados de las muñecas de los muertos.
Human Rights Watch dijo que no tenía manera de verificar la historia de Shafei, pero otra descripción de los hechos a partir de un informe elaborado por el opositor Frente Nacional para la Salvación de Libia corroboró la versión.
El gobierno de Gadhafi no reconoció los asesinatos y negó que haya ocurrido un crimen. Más de una década después del incidente de Abu Salim, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas señaló que el gobierno libio fue incapaz de proporcionar cualquier información sobre su investigación ante las acusaciones.
Pero las familias, la mayoría de Bengasi, ahora capital de facto de los rebeldes, no abandonaron su anhelo de respuestas.
Algunos de ellos presentaron una denuncia en un tribunal de Libia en 2007. El régimen de Gadhafi les ofreció una compensación a cambio de su silencio, de acuerdo con Human Rights Watch.
Pero las familias rechazaron el dinero, al considerar que era un soborno. En lugar de eso, comenzaron a protestar con valentía todos los sábados en Bengasi, una acción sin precedentes en cuatro décadas de gobierno de Gadhafi.
"Fue algo radical", dijo Sarah Leah Whitson, directora de la división de Oriente Medio y África de Human Rights Watch.
El gobierno empezó a informar a algunas de las familias que sus seres queridos estaban muertos. Pero no entregó cuerpos no dio información sobre las causas de muerte.
Entre los que esperaban saber más se encuentran tres hermanos en Atlanta, cuyo padre, el activista de la oposición, Izzat Almegaryaf, fue sacado de su casa hace 20 años.
Los hermanos Almegaryaf saben que su padre fue detenido en Abu Salim - recibieron cartas de él a principios de 1990, pero dejaron de llegar. Sus hijos no saben si su padre fue una de las víctimas de la masacre.
Tasbih Herwees, un estudiante de periodismo libio-estadounidense en California, recordó en un blog los funerales por las víctimas de Abu Salim, celebrados en el verano de 2009, cuando visitó Bengasi.
"Inna lillahi wa ilaihi rajioon", dijo cada familia. En verdad, nosotros pertenecemos a Dios, y a Dios regresaremos.
Herwees tuvo dificultades con las palabras en árabe, pero al final de su estancia había repetido la frase tantas veces que logro pronunciarlas con fluidez.
En febrero de este año, el régimen arrestó a Fathi Terbil, un abogado de derechos humanos que representaba a algunas de las familias de Abu Salim. Cientos de personas llenaron las calles de Bengasi para protestar.
Terbil fue puesto en libertad, pero las manifestaciones no se detuvo. Una revolución echó raíces.
"Llegan los recuerdos de aquel verano al ver desde mi casa en Cypress, California, cómo se desarrollan los acontecimientos actuales en Libia", escribió Herwees.
"Fueron, después de todo, las familias de Abu Salim las que comenzaron con esta revolución. Fueron ellos los que iniciaron las protestas en Bengasi en frente de la sede de la policía, cuando su abogado, Fathi Terbil, fue detenido misteriosamente por agentes de seguridad".
Exponiendo la matanza
Después de pasar 12 años en Abu Salim, Shafei fue liberado en el 2000. A menudo llora cuando le llegan los recuerdos, mencionó su hermano mayor, Nabil Shafei.
Con el tiempo se dirigió a Estados Unidos, donde vivía Nabil.
"Hussein vino aquí y tenía una misión", dijo Nabil Shafei. "Quería exponer la masacre de Abu Salim".
Hussein Shafei le conto a Human Rights Watch acerca de la carnicería que presenció. Incluso se acercó al Departamento de Estado, que incluye la matanza de Abu Salim en sus declaraciones sobre violaciones de los derechos humanos en Libia.
Conforme se desarrolló la guerra civil y Bengasi logró ser una ciudad libre del control de Gadhafi, Shafei, de 42 años, regresó allí desde Charlotte, Carolina del Norte. Tomó a su esposa y a sus tres hijos con él.
Él ha estado trabajando con la estación de televisión de la oposición para contarle al mundo sobre los oscuros secretos de Abu Salim.
Ahora, mientras los prisioneros recién liberados comenzaron a regresar a casa en Bengasi, Shafei supo que había llegado el momento de regresar a la prisión.
Es parte de su propia curación. Cree que la nación también debe curarse. El primer paso será ubicar a los líderes libios responsables de lo pasó en aquella cárcel.
Najia Shafei no está tranquila con el viaje de su hijo a Trípoli. Ella sigue temerosa de lo que podría pasarle, mientras Gadhafi siga con vida.
Pero Hussein Shafei está decidido a completar su misión. Se lo debe a todos los que sobrevivieron a Abu Salim. Pero sobre todo, se lo debe a las almas de los muertos.