El lujo y el horror se ocultan en las viviendas de la familia Gadhafi
Nota del editor: CNN está trabajando con organizaciones humanitarias y autoridades médicas para obtener ayuda para la niñera, Shweyga Mullah. Sabemos que usuarios de todo el mundo quieren ayudar. Tan pronto como tengamos más información, publicaremos los detalles en estas páginas.
TRÍPOLI, Libia (CNN) - Moammar Gadhafi dijo a su pueblo que él vivió modestamente durante los 42 años de su gobierno, y que a menudo durmió en una tienda beduina.
Incluso si eso era verdad para el líder, desde luego no lo fue para sus hijos.
En un complejo habitacional junto al mar en el oeste de Trípoli, los hijos de Gadhafi disfrutaron de un estilo de vida decadente con el que su pueblo sólo podía soñar, mientras cometieron horrores indecibles contra el personal de servicio que les atendió a cada momento.
CNN visitó esas casas de playa el domingo.
La primera casa a la que entró al parecer fue a un condominio para fiestas en la playa, que tenía una puerta de gran tamaño que conducía a las modernas y elegantes habitaciones en blanco y negro. Aunque este complejo había sido saqueado por los rebeldes, aún era espectacular, con su vista panorámica al océano y muchas pruebas del hedonismo del que Hannibal Gadhafi -uno de los hijos de Gadhafi- es famoso.
Botellas vacías de whisky Johnnie Walker Blue Label y champán rosa Laurent Perrier esparcidas por el suelo. Gran parte de los equipos electrónicos saqueados, pero sus manuales de instrucción quedaron como testigos de los componentes de los estereos Harman/Kardon. Y gabinetes diseñados para sostener dos enormes pantallas de televisión aún se podían ver.
El dormitorio había una cama circular, mientras que el cuarto de baño de la suite tenía una bañera de hidromasaje hundida y forrada con flores blancas de plástico. En el exterior, un jacuzzi, un bar y una zona para hacer barbacoa lindaba con la playa privada.
Otra villa contenía un piano de cola blanco y costoso equipo de música. Al lado había una piscina enorme y complejo de buceo, un gimnasio, una sala de vapor y un sauna recubierto de mármol blanco.
Durante la visita, encontramos a un grupo de rebeldes que dividía furtivamente un alijo enorme de alcohol. Parecían nerviosos y tensos. Este es el mes sagrado musulmán del Ramadán, y el alcohol estaba prohibido, supuestamente, bajo el régimen de Gadhafi.
Los grabamos mientras analizaban las etiquetas de champán Cristal y del fino St. Emilion Burdeos, al parecer sin que se percataran de que cada una de las botellas costaba cientos de dólares.
Cuando estábamos a punto de salir, uno de los empleados nos dijo que había una niñera que trabajó para Hannibal Gadhafi, que podría hablar con nosotros. Él nos dijo que había sido quemada por la esposa de Hannibal, Aline.
Pensé que tal vez se refería a que le apagó un cigarrillo en el brazo. Nada me preparó para el momento en que entró en la habitación Shweyga Mullah. Al principio pensé que llevaba un sombrero y algo en su rostro. Después, me di cuenta que tenía el cuero cabelludo y la cara cubierta de heridas y costras de color rojo, que formaban una serie de lesiones que habían convertido su rostro en un mosaico grotesco.
A pesar de que las quemaduras le habían sido causadas hace tres meses, fue evidente que el dolor era aún considerable. Sin embargo, ella nos contó su historia con calma.
Ella había sido la niñera de los pequeños hijos de Hannibal, un niño y una niña.
A los 30 años de edad, hace casi un año, llegó a Libia procedente de su natal Etiopía. Al principio las cosas parecían ir bien, pero luego de seis meses en su puesto de trabajo, dijo, fue quemada por Aline.
Tres meses después, el hecho se repitió, pero con mucha más seriedad.
En un tono suave, explicó cómo Aline perdió los estribos cuando su hija no dejaba de llorar y Mullah se negó a golpear a la niña.
"Me llevó a un cuarto de baño. Ella me ató las manos a la espalda, y también me ataron los pies. Ella tapó mi boca, y empezó a verter el agua hirviendo en la cabeza", relató mientras imitaba con sus manos una vasija sobre su cabeza.
Con cuidado, la mujer se quitó el vestido que cubría su cuerpo. Su pecho, el torso y las piernas mostraban cicatrices, algunas viejas, pero otras aún dejaban ver la carne viva. Mientras hablaba, un líquido claro manaba de una fea herida abierta en la cabeza.
Después de un ataque, contó, "algunos gusanos salían de mi cabeza, porque ella (Aline) me escondió y nadie me había visto".
Con el tiempo, un guardia de la encontró y la llevó a un hospital, donde recibió un tratamiento.
Sin embargo, cuando Aline Gadhafi se enteró del apoyo que había recibido de su compañero, lo amenazó con la cárcel, si se atrevía a ayudarla de nuevo.
"Cuando ella hizo todo esto, no me dejó dormir durante tres días", contó Mullah. "Me quedé afuera en el frío, sin comida. Ella decía al personal: 'Si alguien le da comida, le haré lo mismo'. "No tenía agua, ni nada".
Su colega, un hombre de Bangladesh que no quiso dar su nombre, dice que fue regularmente golpeado y cortado con un cuchillo. Corroboró los dichos de Mullah y aseguró que los perros de la familia fueron tratados de mucho mejor manera que el personal.
Mullah fue obligada a ver como los perros comían mientras ella pasaba hambre, dijo.
"Trabajé un año entero y no me dio ni un centavo", dijo Mullah. "Ahora quiero ir al hospital. No tengo dinero. Yo no tengo nada".
Comienza a llorar suavemente, en una escena que es absolutamente lamentable.