Cuatro formas en que el 11-S cambió la actitud de EU hacia a la religión
David O'Brien no pudo controlarse. Después de los ataques terroristas del 11-S , se volvió obsesivo. O'Brien lee historias de las víctimas del 11-S una y otra vez, sorprendido por lo que descubría.
Leyó sobre los bomberos que subieron por las escaleras llenas de humo en el World Trade Center, a pesar de que muchos sabían que podrían morir ; del muy querido sacerdote que murió mientras daba los últimos sacramentos, cuando las torres gemelas se colapsaron; de los pasajeros de los aviones secuestrados que llamaron por última vez a sus familias para decirles “los quiero.”
“Estaba obsesionado con estas historias”, dice O'Brien, un historiador católico de la Universidad de Dayton, en Ohio. “Hubo demasiadas historias de autosacrificio, no sólo por el personal de socorro, sino por personas que huían del edificio. Hubo una revelación de la bondad”.
O'Brien vio un mensaje de Pascua en el 11-S, el bien surgiendo de las cenizas del mal. Sin embargo, hubo otros mensajes religiosos enviados ese día, y también después, lo que es más preocupante dicen líderes religiosos y académicos.
El 11-S no sólo cambió a Estados Unidos, aseguran. Cambió la actitud del país hacia la religión. Aquí hay cuatro maneras en que lo hizo:
1: Una nación elegida se convierte en una nación humilde
Un hombre murió porque llegó temprano a trabajar. Una mujer murió porque decidió tomar un vuelo posterior. El carácter arbitrario de algunas de las muertes del 11-S aún hoy no se separa de muchos estadounidenses.
Sin embargo, esto es lo que es la vida hoy para miles de millones de personas en el planeta, comentan algunos líderes religiosos. Un hecho aleatorio -un coche bomba, una bala perdida- puede acabar con sus vidas en cualquier momento.
La mayoría de los estadounidenses no habían vivido con esta vulnerabilidad hasta el 11-S, afirma Mathew Schmalz, un profesor de religión en la Universidad de Holy Cross, en Massachusetts, que alguna vez vivió en Karachi, Pakistán.
“Tuvimos esta sensación de ser especiales y de invulnerabilidad, la cual destrozó el 11-S”, asegura. “Teniendo en cuenta que una gran parte de la población mundial se enfrenta con la violencia aleatoria todos los días, uno de los resultados del 11-S debería ser un mayor sentimiento de solidaridad con las personas que viven en ciudades como Karachi, en donde la violencia es una parte de la vida cotidiana”.
Reconociendo la vulnerabilidad, sin embargo, es difícil para algunos estadounidenses, dado el cómo miran a su país, apunta Schmalz y otros.
Comentan que los estadounidenses han tenido siempre una visión triunfalista de su lugar en la historia. Ciertas creencias se han arraigado: mañana siempre será mejor; somos el número uno. Incluso el término "americano" refleja una cierta arrogancia. Indiferentemente descarta a millones de personas que viven en Centroamérica y América Latina.
Los ataques del 11-S, sin embargo, obligaron a muchos estadounidenses a confrontar sus limitaciones, manifiesta el reverendo Thomas Long, un pastor de renombre en el país que ha estado activo en materia de esfuerzos interreligiosos tras el 11-S.
“Estamos perdiendo el poder del imperio estadounidense, y cada vez nos estamos volviendo una nación más entre las naciones”, dice Long, un profesor de religión en la Universidad de Emory, en Atlanta. “El mundo es un lugar económicamente hablando mucho más peligroso y frágil”.
El cómo los estadounidenses lidian con su pérdida de poder es, en última instancia, una pregunta teológica, apunta Long. Es la misma pregunta que los antiguos hebreos confrontaron en el Antiguo y Nuevo Testamento cuando se enfrentaron a las calamidades nacionales.
El pueblo elegido tuvo que aprender a ser un pueblo humilde, asegura Long. Los estadounidenses se enfrentan hoy a la misma prueba.
“El reto para cada tradición de fe será el ayudar a la gente en la pérdida de la imagen que alguna vez tuvieron de Estados Unidos”, comenta, “y adquirir una comprensión moderna de nosotros mismos en el escenario mundial”.
2: La reaparición del “Cristoamericanismo"
Antes del 11-S, si le preguntabas al estadounidense promedio sobre el Ramadán o la ley de la sharia, probablemente habrían dado una respuesta en blanco.
Ya no es así. Los ataques de 11-S provocaron que más estadounidenses aprendieran sobre el Islam. Libros sobre el tema se convirtieron en best-sellers.
Las universidades comenzaron a ofrecer más cursos sobre el Islam. Cada programa de noticias de repente tuvo a su conjunto de “expertos en temas musulmanes”.
Los estadounidenses ahora saben más acerca del Islam que nunca antes, pero eso no ha impedido la reacción violenta en contra de los musulmanes pos 11-S.
La indignación por los planes de construir un centro comunitario islámico cerca de la zona cero; el pastor que amenazó con quemar el Corán ; los líderes cristianos conservadores que llamaron al Islam el mal -todo sucedió mientras el conocimiento del Islam se extendía por todo territorio estadounidense, afirman los investigadores.
“Una de las mayores enseñanzas de la década, desde el 11-S, es que el prejuicio religioso no siempre está basado en la ignorancia en bruto”, dice Thomas Kidd, autor del libro "Cristianos Estadounidenses e Islam”.
“Algunos de los estadounidense más vociferantes de las críticas antimusulmanas saben mucho acerca de las creencias de los musulmanes, aunque a menudo utilizan sus conocimientos para interpretar el Islam de la peor manera posible”.
Muchos de estos ataques públicos en contra el Islam fueron alentados por líderes cristianos conservadores, como el reverendo Franklin Graham, hijo del reverendo Billy Graham, quien calificó el Islam como "maligno", y Pat Robertson, el locutor cristiano que ha declarado que “el Islam no es una religión”, asegura Charles Kammer, un profesor de religión en el Wooster College, de Ohio.
Kammer dice que Graham y Robertson ayudaron a impulsar el surgimiento del "Cristoamericanismo", una forma distorsionada del cristianismo que combina el nacionalismo, la paranoia conservadora y la retórica cristiana.
“Un segmento de la comunidad religiosa en Estados Unidos ha estado al frente de una cruzada antiislámica que ha ayudado a generar un clima de odio y desconfianza hacia todos los musulmanes", comenta Kammer. Otras variedades de Cristo-americanismo se han extendido antes por Estados Unidos.
Después del 11-S, algunos líderes políticos dijeron que los terroristas odiaban a EU a causa de “nuestras libertades”. Pero la marca de Estados Unidos en otorgar la concesión de esas libertades a sus ciudadanos es desigual, dice Lynn Neal, coeditor del libro, “Intolerancia Religiosa en Estados Unidos”.
En el siglo 19, el gobierno de EU aprobó numerosas leyes para impedir que las tribus americanas nativas practicaran su religión. Los mormones fueron perseguidos. Los católicos alguna vez fueron descritos como desleales y desviados sexuales, apunta Neal.
“La intolerancia religiosa no es una nueva característica de los estadunidenses. A pesar de ser la nación de mayor diversidad religiosa en la tierra, a pesar de contar con la primera enmienda que protege los derechos religiosos. Nosotros, como nación y como ciudadanos, frecuentemente hemos fallado en llevar a cabo esas ideas”.
3: Lo interreligioso se vuelve “cool”
El diálogo interreligioso o entre religiones no es el tipo de término que hace que el corazón lata más rápido.
Antes del 11-S, los esfuerzos interreligiosos fueron desestimados como asuntos para “sentirse bien”, de esos que rara vez tienen cobertura en los medios de comunicación. Los ataques del 11-S cambiaron eso.
Eventos interreligiosos en todo el país. Mezquitas y templos hacen conjuntamente servicios de culto. Todos los campus de las universidades parecieran tener un diálogo interreligioso. La Casa Blanca de Obama puso en marcha un programa universitario interreligioso.
Convertirse en un líder interreligioso ahora está de moda, dicen algunos. “Una generación de estudiantes dice querer ser líderes interreligiosos, al igual que las generaciones anteriores decían querer ser activistas en derechos humanos o ambientalistas”, comenta Eboo Patel, quien fundó el Núcleo Juvenil Interreligioso, en 2002.
Patel dice que al menos 250 colegios se han inscrito en el programa interreligioso de la Casa Blanca, el cual ayudó a diseñar. El programa anima a estudiantes pertenecientes a diferentes religiones a trabajar juntos en proyectos de servicio.
“Estos jóvenes líderes harán de la cooperación interreligiosa una norma social en Estados Unidos, similar al multiculturalismo y el voluntariado”, asegura Patel.
Estos nuevos líderes son gente como Sarrah Shahawy, una musulmana estadounidense estudiante de medicina en la Universidad de Harvard e hija de inmigrantes egipcios.
Después del 11-S, Shahawy asegura que sintió la responsabilidad de educar a la gente en materia del Islam. Ella se volvió líder interreligiosa en la Universidad de Carolina del Sur, donde se dio cuenta de un aumento constante de la participación estudiantil en los años posteriores a los ataques.
Shahawy dice que su generación está empeñada en los esfuerzos interreligiosos porque el 11-S mostró el potencial destructivo que tiene cualquier reclamo exclusivo de la verdad religiosa. Los secuestradores del 11-S llevaron a cabo sus ataques en nombre del Islam, pero líderes religiosos musulmanes y académicos comentaron que las acciones perpetradas por los terroristas no reflejan las enseñanzas del Islam.
“Para un grupo religioso adjudicarse el monopolio de la verdad debería ser obsoleto”, afirma ella. El movimiento interreligioso no enseña a la gente el que todas las religiones son iguales, añade.
Shahawy se llama a sí misma un musulmana orgullosa. “Pero para mí, hay belleza y verdad por ser encontradas en distintas religiones”.
4: Los ateos salen del clóset
Hay un grupo, sin embargo, que aprecia poca belleza en cualquier religión.
Antes del 11-S, muchos ateos se habían mantenido en un perfil bajo. Algo cambió, sin embargo, que después del 11-S alzaron la voz.
Líderes ateos como Richard Dawkins, autor de El Espejismo de Dios”, y Sam Harris, autor de El Final de la Fe”, escribieron exitosos libros. Grupos ateos lanzaron una campaña nacional en los de medios de comunicación con destacados mensajes tales como La Navidad es un mito.
El beligerante periodista Christopher Hitchens se convirtió en el rostro público de una forma más combativa de ateísmo, como ocurrió en programas de entrevistas en televisión y en conferencias para defender el no creer en dios.
La crítica hacia todas las religiones, no sólo a los cultos fanáticos, no fue más un tabú después del 11-S, dice Daniel Dennett, profesor de filosofía en la Universidad de Tufts, en Massachusetts.
“El hablar mal de los ateos es ahora, como el hablar mal de los gays, ya no una actividad que puede ser permitida con impunidad por parte de los políticos o comentaristas”, dice Dennett.
Los ateos se vieron obligados alzar más la voz tras los ataques del 11-S y la reacción de Estados Unidos, asegura David Silverman, presidente de Ateos Estadounidenses. Afirma que muchos ateos se disgustaron cuando el presidente George W. Bush y los líderes de la derecha religiosa reaccionaron ante el ataque con la invocación en la retórica de “Dios está de nuestro lado”, mientras maquinaban una “guerra contra el terror”.
Adoptaron una forma de extremismo religioso mientras condenaban a otro, asegura. “En verdad mostraron a los ateos por qué la religión no debe estar en el poder. La religión es peligrosa, incluso nuestra propia religión”, dice Silverman.
Los ateos siguen siendo el grupo más desacreditado en los EU, pero hay menos estigma asociado con ser uno de ellos, afirma. “Entre más ruido hacemos, más fácil nos aceptan”, dice Silverman. “La mayoría de la gente ahora conoce a los ateos. Se les conocía antes, pero no sabían que eran ateos”.
Muchos estadounidenses también conocían a las personas que murieron el 11-S, pero no sabían que ellos eran héroes, sino hasta después, dice David O'Brien, el historiador católico que compulsivamente lee los obituarios del 11-S.
O'Brien se sintió tan conmovido por las historias que leyó, que decidió escribir un ensayo para la revista America, un semanario católico de tiraje nacional, intitulado “El 11-S, entonces y ahora”.
Escribió: El 11-S, “Nuestro pueblo, mi gente, fueron puestos a prueba y, en un momento brillante, fueron considerados valiosos”.
Estableció que muchas de las víctimas del 11-S no cayeron en pánico mientras su fin se acercaba. Ellos “no pensaron en sí mismos, sino en los demás cuando las cosas no marchaban bien”. Se concebían a sí mismos no como individuos sino como miembros de una “familia humana”.
Así deberíamos hacerlo nosotros, dice, en tanto que enfrentamos nuevos desafíos diez años después. Las víctimas del 11-S no son solamente héroes; son nuestras guías para el futuro, afirma.
“La historia no ha terminado, en lo absoluto”, escribió O'Brien. “Mira todo el amor ese día. El amor puede escribir aún otro capítulo y mantener viva la esperanza de un futuro mejor. El significado del 11-S está por delante, y está en nuestras manos, y tal vez está en nuestros corazones”.