Madre de conspirador del 11-S: estaba ciega del extremismo de mi hijo
A posteriori, Aicha el-Wafi se da cuenta que las señales de advertencia de su hijo Zacarias Moussaoui estaban presentes mientras crecía en el sur de Francia.
“De haber sabido que terminaría con este grupo de malhechores, hubiera atraído su atención… pero no lo vi venir”, comentó el-Wafi. Su hijo sigue siendo el único hombre convicto en Estados Unidos por los ataques del 11-S . “Pienso que cuando un niño viene a casa, encoje sus hombros y no escucha a sus padres y dice que no son buenos musulmanes, hay un peligro”.
El-Wafi, quien nació en Marruecos, cree que Moussaoui fue victimizado por su color de piel. “Amaba a una chica que tenía prohibido ver, los islamistas y extremistas encontraron un motivo de queja en el corazón de mi hijo. Mi hijo nació en Francia, ama Francia pero no era aceptado. Era rechazado por la sociedad francesa.
“Mi hijo sufrió mucho del racismo diario”, agregó. En la ciudad de Narbonne fue llamado “árabe sucio, negro sucio” y le dijeron que volviera a casa. “Estas son palabras que matan a un niño cuando tiene 16, 18, 19 años de edad”.
El-Wafi se reprende a sí misma por no darse cuenta de que su hijo se había involucrado con islamistas radicales hasta que fue demasiado tarde. Pero para entonces, él ya había sido arrestado y acusado de estar involucrado en los ataques del 11-S contra Estados Unidos. Los medios lo llamaron el “vigésimo secuestrador”.
Moussaour fue condenado por conspiración criminal y después de varios arranques antioccidentales, fue encarcelado de por vida. El-Wafi acepta que su hijo, a quien ama “más que antes”, estaba involucrado con extremistas, pero afirma que cree que no tuvo nada que ver con el 11-S.
Ahora, el-Wafi está compartiendo su experiencia visitando escuelas para educar a jóvenes y padres sobre la radicalización, así como temas como los matrimonios arreglados. En una emotiva entrevista, describió cómo su vida fue perseguida por el destino de su hijo y las imágenes de los ataques.
El-Wafi, quien habló con CNN en una conferencia reciente en Dublín organizada por Google para condenar el extremismo y promover la reconciliación, exhortó a los padre a estar alertas. “Deben mantener sus ojos y oídos abiertos, yo fui algo ingenua.
"Amaba a mis hijos. Todos estaba bien en casa después de que su padre se fue: no estábamos viviendo en pobreza. Yo trabajaba, vivíamos bien”.
Actualmente trabaja como activista con el grupo feminista francés Ni Putes Ni Soumise (Ni Putas ni Sumisas) que trabaja con familias musulmanas. “Visito escuelas, hablo con chicas jóvenes con relación a los matrimonios arreglados a los 14 o 15 años de edad. Veo a los padres y les digo que deben hablar sobre los problemas que tienen en casa, deben platicarlo. Cuando sus padres no tienen una carrera valiosa, educación o credenciales, los niños ven que sus padres tienen menos que nada”.
Vida temprana
El-Wafi tenía 14 años cuando se casó con Omar Moussaoui en Marruecos. Cinco años después, se mudaron a la ciudad del sur de Francia, Narbonne, donde nació Zacarías en 1968. Omar maltrató a su esposa hasta que lo dejó en 1972, según Jan Vogelsang, una trabajadora social de una clínica que proporcionó evidencia durante el juicio de Moussaoui. CNN no pudo verificar de manera independiente las afirmaciones que hizo ante la corte y el padre no ha respondido a ellas.
Zacarías estudió negocios en Montpellier antes de mudarse a Londres en 1993, donde cursó una maestría en la Universidad de South Bank de Londres. Mientras vivió en Londres, Moussaoui asistió a la misma mezquita Brixton a la que iba Richard Reid, el bombardero del zapato.
A finales de los noventas, mientras Moussaoui deambulaba en Londres y otras partes, amigos de la Mezquita de Brixton y de Francia afirmaron que vieron un cambio real en él.
Moussaoui se dejó crecer la barba, se empezó a ataviar con vestimenta tradicional pakistaní y a exponer su sello de militante islamista. Moussaoui comenzó a asistir en Londres a mezquitas más radicales y se le pidió que dejara la mezquita moderada de Brixton por sus pláticas sobre una yihad, o guerra santa, en contra de Occidente.
En sus siete años en Londres, la familia de Moussaoui e investigadores franceses afirman que viajó a Pakistán, Afganistán y Chechenia. En febrero de 2001, fue a Oklahoma para tomar clases de vuelo. A principios de agosto de ese año, según investigadores alemanes, Moussaoui recibió miles de dólares provenientes de Alemania hacia Minnesota, donde empezó un curso de entrenamiento de vuelo ese mismo mes.
Más tarde, su instructor de la escuela de vuelo de Oklahoma testificó que las habilidades de Moussaoui estaban “por debajo del promedio”. No podía mantener el nivel del avión, hacer vueltas ni mantener el curso en los estándares de la FAA, destacó el instructor Shahoaib Kassam.
El dinero fue presuntamente enviado por la misma célula que ayudó al presunto líder del se secuestro, Mohammed Atta; el vínculo más sólido que tenían los investigadores con relación a los ataques del 11-S.
Moussaoui fue arrestado tres semanas antes de los ataques del 11-S bajo cargos migratorios cuando la escuela de vuelo de Minnesota reportó que había actuado de manera sospechosa.
Fue condenado en diciembre de 2001, acusado de ser parte de una conspiración terrorista más amplia en los meses que desembocaron en el 11-S. En su juicio subsecuente, Moussaoui testificó que se supone que él y Reid pilotearían un quinto avión contra la Casa Blanca.
Un Moussaoui no arrepentido dijo a una impactada corte que disfrutó al ver cómo ardía el World Trade Center y se declaró culpable de seis cargos de conspiración.
Fuentes del gobierno comentaron a CNN en ese entonces que tres detenidos de Al-Qaeda de alto perfil dijeron a los interrogadores que Moussaoui no estaba involucrado en la conspiración del 11-S, sino que participaría en una operación terrorista posterior. Moussaoui ha dicho mucho en corte, admitiendo lealtad al líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden , pero negando que haya sido parte del secuestro de los aviones del 11-S.
Fiscales han cuestionado la validez de algunas de sus declaraciones. Después de que Moussaoui fue condenado por cargos de conspiración, enfrentó la pena de muerte aunque algunos expertos dudan de su culpabilidad y estado mental. El abogado defensor Edward MacMahon dijo que creía que su cliente añoraba el martirio.
Haciendo un llamado al jurado para no sentenciar a Moussaoui a muerte, MacMahon destacó: “La única manera en que él puede alcanzar ese sueño y luego vivir como un rostro sonriente en un póster de reclutamiento de Osama bin Laden, es con su veredicto. Por favor, damas y caballeros, no lo conviertan en un héroe. Simplemente no lo merece”.
El psiquiatra Michael First también dijo al jurado que Moussaoui sufrió de paranoia y delirios de grandeza, así como pensamiento desorganizado. La creencia de grandeza más persistente de Moussaoui, era que el presidente George W. Bush lo liberaría de la cárcel, quizá como parte de un intercambio de prisioneros con Al-Qaeda.
Según Jan Vogelsang, las dos hermanas de Moussaoui, quienes viven en Francia, tienen esquizofrenia y toman medicamentos para controlar sus síntomas mientras que su padre presenta desorden bipolar. “Los tres han sido hospitalizados”, testificó Vogelsang durante el juicio. “Todos han sido considerados delirantes”.
El padre de Moussaoui vivió en un hospital psiquiátrico en Francia “demasiado sedado para ser entrevistado”, señaló Vogelsang. Nadia “cree que se convierte en piedra y no se puede mover”, agregando que Jamilla había intentado incendiar la casa de su madre. CNN tampoco pudo confirmar de manera independiente estas afirmaciones.
En mayo de 2006, Moussaoui fue condenado a cadena perpetua. Está cumpliendo la condena en la penitenciaría de “supermáxima” seguridad de Colorado. Aunque Moussaoui asegurara más tarde que mintió cuando testificó, le gritó a los jueces mientras se iba de la corte: “Nunca tendrán mi sangre. Dios los maldecirá a todos”.
Reuniones con familiares
El-Wafi está convencida de que ese arranque fue la perdición de su hijo: “Él estaba convencido de lo que dijo en el juzgado –“muerte a los judíos, muerte a los estadounidenses”- pero no había nada más que imputarle. Fue condenado injustamente pero si hubiera tenido el dinero, se habría defendido mejor”.
Desde el juicio, el-Wafi, de 64 años, le ha escrito a su hijo pero no ha recibido respuesta. “Le dije que lo amo, que pienso en él, que parte de mí está enterrada con él. Y aunque no me conteste, lo sigo amando. Y desde que acabó el juicio, ya no hay más abogados, no hay nadie. No sé qué ha pasado con mi hijo. Le pregunté a la prisión si mi hijo no quería tener más contacto con su madre pero todavía no tengo respuesta”.
Antes del juicio, el-Wafi afirmó que su hijo le dijo: “Mamá, quieren mi cabeza; no hay necesidad de que llores. Mamá, si me amas, debes cuidarte”.
Con lágrimas, ella explicó cómo los pensamientos sobre los ataques del 11-S y su hijo la han perseguido. “Es sencillamente un precio demasiado alto que pagar, créanme, porque mi vida desde el 11-S ha sido un infierno. Realmente quisiera olvidarlo por algunas horas. No me deja dormir; aún está en mis pensamientos”.
Tras el 11-S, el-Wafi, quien sigue viviendo en Narbonne, se acercó a los familiares de las víctimas para solicitarles una reunión. Dijo que quería “demostrarles que no estoy de acuerdo con lo que pasó. Comparto su dolor”.
Uno de los que conoció en Estados Unidos en noviembre de 2002 fue la neoyorkina Phyllis Rodriguez, quien perdió a su hijo de 31 años, Greg, en el World Trade Center y hablaba en contra de la guerra en Afganistán, así como del la draconiana Ley Patriota de Estados Unidos. Ambas mujeres se unieron y empezaron a trabajar con el Forgiveness Project (Proyecto Perdón), entre otras organizaciones, en una iniciativa por buscar la reconciliación.
En diciembre de 2010, Rodríguez describió esa reunión en una conferencia del TED, organizada por la Fundación Sapling. Rodriguez recordó cómo ella y otras madres se percataron de lo mucho que tenían en común con el-Wafi. A pesar se su nerviosismo por conocer a la madre de un presunto conspirador, fue un gran éxito. “Recibí compasión tras la tragedia, pero el sufrimiento de Aicha es igual al mío”, afirmó.
El la página de Internet de su organización, Rodriguez ha escrito sobre su admiración a el-Wafi. “El día que conocí a Aicha fue el día que cambió mi vida porque cambió mi dirección emocional. Fue el comienzo de mi aprendizaje de que alguien como Aicha, quien ha sufrido tanto, todavía podía ser generosa emocionalmente. Sacó la generosidad en mí y me sentí mejor por ello”.
“Conocer a Aicha me dio fuerza y desapareció mi enojo y amargura. También me ha ayudado a perdonarme a mí misa, porque una madre siempre se siente culpable cuando las cosas no van bien con sus hijos”. Rodriguez dijo que también creía que Moussaoui fue víctima de un error de la justicia.
“Zacarias es un miembro confeso de Al-Qaeda, pero no hay evidencia de que sabía sobre los ataques contra el World Trade Center. Se declaró culpable porque sintió que le traería condiciones de encierro más humanas o porque no estaba en condiciones para hacer ninguna decisión racional.
“Cuando observé a Zacarias en el juicio mi corazón se rompió porque no podía verlo como un extraño. Lo veía como el hijo de mi amiga Aicha”.