Un soldado de EU deja su país para entrenar a los rebeldes en Libia
Un día, en abril, Jerry Erwin se conectó a la red en su casa y compró un boleto de avión de Turkish Airlines, con destino a Estambul.
No era exactamente un viaje planeado, pero tampoco fue impulsivo.
Actuó después de ver durante semanas la cobertura de la guerra en Libia . Erwin, de 46 años, quedó muy impactado por las imágenes de los rebeldes amateurs combatiendo al ejército profesional del poderoso Moammar Gadhafi. Todos pensaron que los rebeldes serían masacrados, que no tenían posibilidad de triunfo.
Erwin sabía que tenía que ir, para ayudarles −aunque fuera de forma modesta− a ganar. Después de todo, se había preparado para la guerra toda su vida, y nunca había combatido en una.
Libia sería su gran oportunidad de defender los ideales estadounidenses en los que él creía: Libertad, democracia, igualdad.
"Gadhafi era un verdadero malvado", pensaba. "¿Por qué no consigo un pasaporte y voy para allá?".
Con muy poco equipaje y mucho conocimiento teórico, Erwin dejó su casa en el noroeste de Estados Unidos (no quería que nadie supiera donde vive), llegó a Turquía, se trasladó a Egipto y cruzó la frontera en el este de Libia. Llegó a Bengasi el 13 de mayo; encontró lo que esperaba... y peores cosas.
Estaba a punto de emprender una gran experiencia, de las que cambian la vida.
No sabían de trincheras
Durante toda su vida, Jerry Erwin se sintió listo para la guerra.
Creció de férrea manera, después de que su madre murió cuando él tenía 10 años, y de haber sido enviado al sistema de adopción temporal de California. Antes de que se graduara de la preparatoria, se enlistó al Ejército de EU y entrenó en operaciones de asalto aéreo con la famosa 101 División Aerotransportada.
Después, en la reserva del Ejército, se especializó en contrainteligencia y análisis estratégico.
El fornido soldado de ascendencia irlando-escocesa aseguró que sentía un llamado del campo de batalla, pero nunca fue desplegado en las más recientes guerras emprendidas por EU.
Además, tenía sus reservas sobre la política exterior de EU en Afganistán e Iraq. Pero en Libia la situación era totalmente clara para Erwin: Gadhafi se tenía que ir; para él, era como si el mundo se deshiciera de Adolfo Hitler.
Estaba impresionado con la determinación de los rebeldes. Aún con sus espaldas contra la pared, demostraron la determinación de Rocky Balboa, dijo. Libia fue la lucha más dramática de este siglo en contra de un dictador.
Erwin relató que fue hacia Dhubat al-Staff, un campo rebelde de entrenamiento en las afueras de Bengasi.
Ahí vio a médicos, ingenieros, estudiantes, profesores, padres e hijos aprender a usar armas y baterías antiaéreas. Se les enseñaba cómo ensamblar y reensamblar armas casi todos los días.
Sin embargo, Erwin se dio cuenta de que tenían un déficit en entrenamientos de sobrevivencia en combate, excepto por las fuerzas especiales, dijo. Los combatientes rebeldes no habían pasado por lo que cualquier recluta adolescente en los entrenamientos básicos del ejército de los EU.
"Ni siquiera sabían de la necesidad de cavar una trinchera cuando llegaban los misiles", comentó Erwin. "Necesitas algo a donde saltar cuando estás bajo fuego. No lo sabían".
Nunca habían visto las películas de John Wayne, no tenían nada a quién imitar, aunque estaban desesperados por aprender.
Erwin les mostró cómo cavar trincheras individuales; les enseñó a ponerse hacia el suelo y a arrastrarse bajo fuego; cómo ponerse en posición fetal; a encontrar refugio en una construcción, un coche, o donde fuera; a juntar los cargadores de los rifles para recargas mucho más rápidas.
"Intentaba enseñarles conceptos muy básicos", comentó Erwin.
El periodista Steven Sotloff confirmó que el estadounidense estaba en Bengasi trabajando de manera intensa con los rebeldes. Sotloff dijo que Erwin le comentó que estaban gastando mucho tiempo en el ámbito de las armas y no el suficiente en las habilidades de combate.
Los libios lo recibieron bien, aseguró Sotloff, estaban encantados de tener a un estadounidense entre ellos. "Era como un niño allá afuera. Él nunca había visto antes un combate", dijo Sotloff.
Libia era su destino
Libia, pensó Erwin, era su destino. Insiste en que no estaba oficialmente autorizado para estar ahí. Se había costeado el viaje, estaba ahí en su propio momento. Sin embargo, lo valió.
Fue un sueño de adolescente hecho realidad y se sentía satisfecho cuando veía a los rebeldes tomar el control, poblado tras poblado.
"Quería hacerlo una vez en mi vida, estar en el bando bueno de una guerra", dijo Erwin. "Sentí que este era un lugar al cual pertenecía".
En Misrata , Sotloff comentó que vio a Erwin en el frente de batalla, ayudando a los combatientes antiGadhafi mientras disputaban una ciudad bajo sitio.
Él comentó que los rebeldes eran listos, capaces de improvisar en los momentos clave, tenían buenos fabricantes de metal, y eran capaces de reacondicionar armamentos para continuar en la lucha.
Sotloff, quien vio a Erwin en Misrata, dijo que el estadounidense estaba asombrado por la ingenuidad de los rebeldes.
Erwin comentó que fue a Libia con buenas intenciones y que nunca buscó compensación por su apoyo como lo haría un mercenario. "Sus motivos fueron altruistas", dijo Sotloff. "Creía en lo que hacía. Creía en la narrativa estadounidense".
En julio, Erwin regresó a casa, principalmente por su esposa, quien estaba preocupada por él: un estadounidense solitario en los campos de batalla libios.
Observó los avances rebeldes por televisión. En agosto recibió un correo electrónico de un amigo en Libia. Trípoli, decía el correo, caerá en cinco días.
"Bien, correcto", pensó Erwin. Asumió que Gadhafi había fortificado Trípoli.
Los rebeldes estaban seguros de derribar un ladrillo en el muro. Pero Erwin, como el resto del mundo, observaba con incredulidad al ejército opositor, que había empezado como una chusma, y que ahora conquistaba el complejo de Gadhafi y el resto de la capital.
"Estaba sorprendido", señaló.
Si la OTAN tan sólo hubiera enviado consejeros militares, más gente como él, para prepararlos, la guerra habría terminado en la mitad del tiempo, dijo Erwin.
De regreso en casa, pondera las consecuencias de su experiencia. Es un sobreviviente, y como tal, ha pagado sus deudas y ha acumulado suministros en caso de que la civilización de EU, como él la conoce, llegara a su fin. Hace un año empezó un negocio de medio tiempo como consultor de preparación.
Pero ahora las cosas se ven más inciertas.
Erwin lo sabe porque fue capitán en la inteligencia del Ejército; los militares podrían estar irritados por el hecho de que viajó a Libia sin su conocimiento.
En su camino a Libia, dijo que el FBI lo interrogó en el aeropuerto JFK de Nueva York.
CNN intentó contactar tanto al Ejército como al FBI para que emitieran algún comentario, pero ninguno devolvió las llamadas a tiempo para la publicación.
Sin embargo, Erwin firmemente cree que no hizo nada malo. Dice que se apegó a sus valores morales.
Nunca en su vida se había sentido tan orgulloso de ser estadounidense y de ser tan bien recibido como tal.
Siempre había querido participar en una buena lucha. Lo hizo, dijo, en Libia