Libia enfrenta un futuro incierto en medio de la guerra que se prolonga
Hace un mes, el ambiente que percibimos los corresponsales de guerra de CNN, en las bases rebeldes ubicadas cerca del poblado natal del coronel Moammar Ghadafi, era esperanzador.
Este pasado lunes, sin embargo, Mostafa Abdel Jalil advirtio que la declaración de independencia de Libia y su propia renuncia como presidente del Consejo Nacional de Transicion, se darán únicamente si los rebeldes derrotan a las fuerzas de Ghadafi en Sirte , su poblado natal.
Los revolucionarios siguen organizados en 'Katibas' o unidades militares y muchos son entrenados por hombres como Tuati Ali, quien asegura desertó del ejército a principios de febrero.
A falta de armamento de punta, los rebeldes se han visto obligados a reparar muchas de las armas que han confiscado a los combatientes pro-Ghadafi para utilizarlas en el campo de batalla, explica el comandante Hassan Manita.
Además, han equipado sus campamentos para transformarlos en un "hogar temporal" contando incluso con tiendas de campaña equipadas con aire acondicionado. Entierran las armas en bunkers para protegerlas del sol y recorren largos tramos de desierto bajo el intenso rayo del sol, trasladándose de ciudad en ciudad en vehículos armados llevando todo tipo de artefactos: colchones, termos de agua y hasta mascotas como la pequena cabra harb (guerra) o la perrita -de nombre Rita- que desde que nació no conoce otra cosa que el frente de batalla.
Hace cuatro semanas quienes prefieren ser llamados "libertadores" en vez de “rebeldes” nos aseguraban que sería cuestion de horas para que las fuerzas pro-Ghadafi se rindieran.
El exoperador de refinería Ali Atiya, entre lágrimas, se mostraba confiado en que pronto se quitaría el uniforme militar que -afirmó- "solo se puso para luchar por un futuro mejor para sus hijos".
El excoronel Khaled Abdel Salam, quien a escondidas bajo la luz de la luna abandonó la base de misiles tierra-aire donde trabajaba para unirse a los rebeldes, decía estar seguro de que el peligroso armamento y las armas químicas estarían bajo el control de las nuevas autoridades del país.
Y los niños, muchos a los que vi portando metralletas de plástico y pistolas de juguetes en la Plaza de Bengasi, otros vendiendo memorabilia en Misrata, afirmaban que volverían a la escuela gustosos “cuando el Ghadafi muriera”.
Pero ya es octubre y aunque los muñecos de trapo que representan al exlíder y las caricaturas en repudio a los 42 años que, ellos aseguran, fueron de opresión, siguen colgadas en varios puestos de revisión del país y en los ‘nuevos’ medios de comunicacion se difunden las canciones revolucionarias en árabe e inglés con ritmos occidentales, dicen ellos, para comunicar sus pensamientos y el objetivo de su lucha a la comunidad internacional.
Lo cierto es que Ghadafi y sus más cercanos asesores siguen prófugos, las clínicas continúan recibiendo heridos, los tanques destruidos y los desechos de guerra siguen arrumbados en las avenidas y el país atraviesa por un periodo de gran tensión que nadie se atreve o puede pronosticar cuándo terminará.